lunes, 26 de septiembre de 2011

Michael Stern Hart. Gutenberg de nuestro tiempo.



Entre los visionarios de la época de las computadoras y el Internet quedan ejemplos de filantropía real, de compromiso con la Humanidad. Historias de solitarios que luchan contra la avaricia de las grandes corporaciones y potentados. En septiembre uno de ellos murió.


Armando Enríquez Vázquez


Hay momentos que definen nuestra vida. Para mí, el momento que definitorio, sucedió a los siete años, cuando mi abuelo paterno puso en mis manos “20,000 leguas de viaje submarino” de Julio Verne, a partir de entonces me convertí en un lector y desde ese día no he dejado de leer diariamente; libros, revistas, esos pasquines modernos que llamamos periódicos y desde hace más de doce años artículos, ensayos y libros en Internet. Por eso el seis de septiembre pasado al enterarme fortuitamente de la muerte de Michael S. Hart, sentí que el mundo había perdido a uno de sus grandes benefactores, aun sin haber, debo confesarlo, oído jamás de él.
Gracias a este desconocido tengo en mi poder desde hace más de una década “Silvia y Bruno” de Lewis Carroll, Las memorias de Giacomo Casanova, Así como textos de Mark Twain, Wilkie Collins, Bram Stocker y la cada vez más inconseguible “Anatomía de la Melancolía” de Burton.
En un principio me enteré por un twitter que anunciaba la muerte del fundador del Proyecto Gutenberg. El proyecto Gutenberg, http://www.gutenberg.org , es el más importante distribuidor de libros electrónicos gratuitos por Internet, en él se encuentran más de 36,000 libros a la disposición de todos. Pero fue leer acerca de este gran hombre lo que me lleva a escribir estos párrafos.
Michael Stern Hart, no fue sólo un hombre dedicado a poner en manos de los lectores textos que ya no tienen derechos de autor, textos antiguos, fue un en realidad uno de los visionarios del poder y las posibilidades que la realidad de la Internet tiene implícita.
El momento que definió la vida de Michael ocurrió el cuatro de Julio de 1971, mientras Hart era estudiante de la Universidad de Illinois, el mejor amigo de su hermano le había dado una cuenta para accesar a la computadora central y la incipiente red interna de la universidad, esa noche tras haber visto los fuegos artificiales celebrando el día de la Independencia de los Estados Unidos, Hart pasó a la tienda a comprar cosas para cenar, durante la exhibición de cohetes Michael no podía dejar de pensar que hacer con su cuenta de computadora. Algo importante, trascendente, no desperdiciar el privilegio que le había sido otorgado. En el supermercado le regalaron una réplica del pergamino con la declaración de Independencia de aquella nación, entonces mientras el joven cenaba y observaba la falsa declaración de Independencia, se le ocurrió que debía subirla a la computadora y compartirla con los otros 99 usuarios. Michael Hart esa noche inventó los libros virtuales. Faltaban 20 años para que Internet fuera lanzado a la población.
Una historia curiosa es que Hart, pensó en mandar el documento a los 100 usuarios de la red, el texto pesaba 5 kilobytes, cuando lo comentó con el administrador de la red, este le pidió que se abstuviera, pues un flujo tal de información podía colapsar toda la red.
Hart nació en Tacoma Washington el ocho de de Marzo de 1947. Creció en un ambiente de profesores, sus padres enseñaban en la Universidad de Illinois, su madre matemáticas, el padre Shakespeare.
Como niño fue un niño normal, que a decir de él, disfrutaba de todo lo que disfrutamos todos al ir a la escuela: jugar. Según lo declaró en una entrevista publicada en Marzo de 2006 en el blog Open and Shut? del periodista inglés Richard Poynder, que se puede leer completa en http://poynder.blogspot.com/2006/03/interview-with-michael-hart.html con el tiempo Hart entendió que la educación basada en calificaciones estaba mal, pues el estudiante se preocupa por el examen y la calificación que obtendrá en él, lejos de preocuparse por lo realmente importante: Aprender. Hart dice que cuando se dio cuenta de esto se dedicó a aprender y sin quererlo, ni haberlo pensado, sus calificaciones mejoraron de manera sustancial.
Excéntrico, filántropo, escritor y solitario, frugal, platicador Hart dejó de percibir un salario en 1996, fue un hombre al que el dinero parece no haberle importado en una época donde cada invento y descubrimiento en la red genera millones de dólares a sus creadores. Pero a Hart lo que importaba era luchar por el dominio público y por poner al alcance de todos los lectores posibles libros de manera gratuita. Los textos de los libros recopilados en el Proyecto Gutenberg se encuentran en HTML , por lo que cualquier computadora tiene la capacidad para bajarlos y reproducirlos.
“Los derechos de autor y las patentes son lo que impiden a la gente competir en el mercado, por lo menos durante la primera y segunda década de la introducción de un nuevo producto en el mercado…Ahora se pretende que los derechos de autor se extiendan durante una vida, no sólo la del propietario de los derechos, si no la del consumidor también.Algo está mal.”
Esto lo escribió Hart al final de su Historia del Internet, que se puede encontrar en el Proyecto Gutenberg junto con todos los textos que Hart escribió, justo antes de que el senado de los Estados Unidos aprobara la ley que extendió el tiempo de los derechos de autor, conocida como enmienda a la extensión de derechos de autor Sonny Bono, promulgada en 1998 y ratificada por la suprema corte de justicia tras un juicio en que el abogado defensor se negó a utilizar los argumentos de Hart, por lo que él escritor decidió retirar su nombre de la demanda. Obviamente el caso se perdió y hoy los derechos de autor en los Estados Unidos tienen una vigencia promedio de 95 años. Hart sostenía que el abogado defensor, Lawrence Lessig, no tenía ganas de ganar el caso, sabía como buen abogado que aún perdiendo él ganaba, su prestigio creció con el caso.
A pesar de ello el Proyecto Gutenberg ha continuado distribuyendo libros electrónicos, audiolibros y otros materiales de manera gratuita. Hasta 1990 Hart era el único encargado en subir los textos a la red, hoy el proyecto Gutenberg cuenta con más de 10,000 voluntarios. El acervo cuenta con textos en 42 idiomas y vínculos con universidades y otros donantes de textos. Proyectos similares se han desarrollado en otros países se han generado, por ejemplo, en español está la biblioteca Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com , que pretende poner a manos de los internautas obras en nuestro idioma. Hart tenía como meta tener 100,000 títulos en 100 idiomas para el año 2020.
El nombre de Proyecto Gutenberg fue escogido por Hart, ya que veía en la reproducción de los libros virtuales el mismo poder revolucionario que imprenta de tipos del inventor alemán. Hart veía el proyecto no como un distribuidor de libros electrónicos, para él era el motor de una nueva revolución industrial donde la computadora y la distribución de información de forma masiva eran el centro de una nueva manera de ver, aprender y entender el mundo.
Hart pudo haberse convertido en uno de los grandes empresarios billonarios del Internet, y lo rechazó sabiendo que el regalo del conocimiento es inmensurable. Llevó una vida frugal dedicada a hacer lo que para él era la misión de su vida; poner al alcance del público en general libros. Idealista, pero no iluso, sabía que tan sólo un 15% de los usuarios de Internet están en búsqueda de libros, pero aun así, ese porcentaje en un mundo creciente de Internautas más el número de libros a su disposición cada vez mayor, hace llegar al lector, que como Borges decía a manera de oración, al libro que lo está esperando.La aportación de Michael Stern Hart a la humanidad, no sucedió tras años de millonarias ganancias y como migajas de las mismas, o arteros esquemas fiscales para pagar menos al fisco.
El costo de su trabajo no es cuantificable, alguna vez pensando en lo que cuesta un libro en las librerías Hart hablaba que el acervo y descargas del Proyecto Gutenberg podrían equivaler a más de un billón de dólares. El siempre creyó que el acceso debía ser gratuito.
Yo sólo puedo pedirles que en honor a este hombre visiten el Proyecto Gutenberg y disfruten de los gozos que nos ha legado este gran visionario.


Punlicado en blureport el 26 de Septiembre de 2011

martes, 20 de septiembre de 2011

Bután: La felicidad como índice de bienestar nacional.



Armando Enríquez Vázquez


“¿Quieres ser feliz?; se feliz”.

León Tolstoi.


A pesar de la insistencia occidental por imponer sus modelos sociales y económicos, así como las mediciones de prosperidad basados en ellos, existen ejemplos de que las sociedades pueden evolucionar lejos de la democracia y la economía de consumo.

Hoy, cuando una vez más, parece que el mundo occidental se asoma a otra crisis económica, o al menos eso quieren hacernos creer quienes sufren y realmente padecen esas crisis, o sea los grandes capitales privados y públicos que se mueven en la especulación, debemos replantearnos si la forma de medir el bienestar de una sociedad sólo puede darse en la fría aritmética de los números y el dinero.
¿Saber cuánto cuesta una Big Mac alrededor del mundo, tiene alguna importancia en nuestra vida?
Constantemente, escuchamos y decimos que para que todo salga bien debemos ser felices, estar contentos, en paz con nosotros mismos. Si una de las máximas contemporáneas es estar bien internamente para poderlo estar externamente. ¿Cómo es que entonces en lugar de partir de algo tan absurdo como la macroeconomía, desde donde se puede destruir la vida de las clases media y baja, sustentos de nuestra sociedad, somos incapaces de hacer el ejercicio social de partir desde la micro estabilidad personal para procurar la estabilidad de las naciones y sus habitantes?
A pesar de sonar a esoterismo puro, este tipo de medición existe y se aplica en el mundo real. El lugar es un pequeño reino asiático: Bután. Una monarquía constitucional situada en el Himalaya, sus únicas fronteras son con la India y China. La familia reinante está en el poder desde 1870. Una vez lograda su independencia en 1907, la monarquía hereditaria fue aprobada. Y fue en 1972 cuando el entonces joven rey Jigme Singye Wangchuck, basado en las ideas budistas, la principal religión del país, con la ayuda de Karma Ura, líder del Centro de Estudios Budistas de Bután y por el epidemiólogo canadiense Michael Pennock, creó un nuevo índice de medición: La Felicidad Interna Bruta.
La medición de la felicidad Interna Bruta, se basa en la idea budista de que el desarrollo y bienestar social están dictados tanto por una mejoría material, como por una espiritual. Ambas son complementarias en el desarrollo de la sociedad. Todos los seres de la creación aspiran a la felicidad según un principio budista, luego entonces es obligación del gobierno lograr que sus gobernados lo sean. La idea de la Felicidad Interna Bruta se basa en cuatro conceptos fundamentales; El desarrollo sustentable, la promoción y protección de los valores culturales, La conservación del medio ambiente y un buen gobierno. De estos cuatros conceptos derivan ocho más desarrollados en el Centro de Estudios Budistas con la colaboración de investigadores internacionales y que son: La salud mental, física y espiritual, el equilibrio del tiempo, La vitalidad social y de la comunidad, la vida cultural, educación, estándares de vida, buen gobierno y la vitalidad ecológica.
Esto aunado a un plan quinquenal de desarrollo. A pesar de ser un país muy pequeño, con una de las economías más modestas del planeta Bután ha logrado un desarrollo económico a veces superior a l promedio mundial. Lo que ha hecho a Premios Nobel en economía, como Joseph E. Stiglitz preguntarse si el PIB es una buena medición del nivel de vida de un país.
Del cuarto dragón se cuentan historias y leyendas, se dice que vive solo en una cabaña, a pesar de que su pueblo se ofreció a construirle un palacio, cosa que él rechazó pidiéndole a la gente que mejor construyera hospitales y escuelas para su bienestar.
En diciembre 2006, Jigme Singye Wangchuck, abdicó al trono a favor del mayor de sus hijos, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck que fue coronado hasta noviembre de 2008, esperando el momento correcto para que los augurios le fueran propicios y convirtiéndose en el quinto dragón de la dinastía Wangchuck y el más joven de los monarcas gobernantes entonces en el mundo. En su discurso inaugural el recién coronado rey dijo a sus súbditos:
“…debemos siempre recordar en estos tiempos de cambio, en los que nuestra nación se encuentra inmersa, llenos de nuevos retos y oportunidades, qué hagamos lo que hagamos, cualesquiera que sean nuestras metas, sin importar los ajustes que hagamos en este mundo cambiante. Sin paz, seguridad y felicidad no tenemos nada. Esa es la esencia de nuestra filosofía de la Felicidad Interna Bruta. Nuestra meta más importante es la paz y la felicidad de nuestra gente, así como la seguridad y soberanía de nuestro país”.
Se implementó una monarquía constitucional con un gobierno electo de manera democrática. Cosa que parece no convencer a los habitantes de Bután.
A pesar de ello, hoy en día, sólo alrededor del 3% de la población de Bután se declara infeliz. El resto está divido entre aquellos que son felices y los que son muy felices. Entonces vale la pena regresar la mirada por un momento a nuestro mundo occidental. Grecia, España, Estados Unidos, Portugal, Francia, sumidos en la farsa de los mercados, de dinero que no existe, que sólo se mueve de un lugar virtual a otro. La insatisfacción de la gente que sale a manifestarse, que se siente engañada por esos gobernantes de Izquierda y Derecha que ellos creen haber elegido para su bienestar y los cuales los han traicionado en aras de bien mayor, el cual para los legos como yo, nos es incomprensible, abstracto, fatuo y misterioso. Frustrados y enojados salen a las calles a ser golpeados por la policía, la misma, que debería proporcionarles seguridad.
¿Cuándo el pueblo de Islandia decidió mandar al demonio a los bancos ingleses, holandeses, al FMI y al Banco Mundial, sucedió una catástrofe? No. Hoy los islandeses viven más modestamente, tal vez, pero más seguros del control de su gobierno y de su economía. Más felices. Bután ha permanecido aislado, un poco por su condición geográfica y otro tanto por decisión propia. Pero sus casi ochocientos mil habitantes viven felices y con una sensación de bienestar.
Muchos académicos sociólogos y economistas están volteando a Bután y preguntándose si no es hora de cambiar los parámetros e índices para medir la prosperidad de una nación. Entre el feroz capitalismo y el despiadado comunismo podría existir una opción más humanista y armónica, pues integra al medio ambiente y a todos los seres con los que convivimos en el planeta. Objetivos políticos en nuestro mundo occidental que nunca van de la mano con la prosperidad.
Los economistas más tradicionalistas y ortodoxos dicen que la felicidad no puede medirse científicamente en números, que el asunto se convierte en meramente percepción. Pero es la misma percepción que mueve a los mercados hoy en día. Si el presidente de la Fed declara, los mercados se mueven, cuando la gerente presidente del FMI habla, los mercados se tambalean. Y lo que dicen está estudiado para provocar estas reacciones de percepción. Nuestra preocupación básica se encuentra en la riqueza económica de las naciones. La cual en sí, es una falacia, pues se basa en la riqueza de aquellos que controlan la economía mundial únicamente. Después de la farsa que vivimos este año con la destitución artera de Strauss-Kahn y la imposición de Christine Lagarde en el Fondo Monetario Internacional, ¿aún debemos creer en la avaricia del sector financiero? La infraestructura y calidad de mano de obra de los pueblos, no pueden ni deben ser suficientes para medir la prosperidad de una nación. El Estado ha olvidado sus obligaciones para con sus gobernados y se ha volcado como administrador de los bienes y riqueza de los países, en el mejor de los casos. Ha olvidado su carácter social en aras de la empresa que significa el territorio gobernado. El cinismo y corrupción son leitmotiv desde Washington hasta Pretoria, pasando por Roma, Londres, Paris, Tokio, Moscú, la Ciudad de México. La demagogia el único idioma que conocen los gobernantes, el único que escuchamos salir de sus bocas los gobernados. Los gobiernos han cambiado la felicidad y el bienestar de sus pueblos por la fotografía en los organismos mundiales. ¿No es mejor ver a un niño sonriente que a un niño famélico en la sierra chiapaneca o en cualquier parte del mundo?
Bután no es un país perfecto, existe criminalidad, se ha acusado al gobierno de xenófobo y de llevar a cabo una limpieza étnica. Sus fronteras están casi cerradas. La libertad de expresión es limitada y a pesar de ello la gente tiene una percepción mayoritaria de que a partir de la instauración de la democracia en 2008, la situación de los medios y la libertad de expresión ha mejorado en el pequeño reino. Ningún gobierno ha logrado un país perfecto aún. Lo que ha logrado el rey de Bután y su gobierno democrático es la felicidad de la gran mayoría de sus gobernados, que hoy se preguntan si la democracia es el modelo ideal. Con el rey tienen lo que necesitan para ser plenos como seres humanos y como sociedad, no importa cuanto tiempo dure en el poder y, contrario a nuestra idea occidental, esperan que sean la mayor cantidad de años posibles.

Publicado en blureport.com.mx el 19 de Septiembre de 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

Enfermedades incurables del siglo XXI

Hace un par de semanas, el Premio Nobel de Química 2009, Thomas Steitz, hizo declaraciones en España que pasaron desapercibidas por la mayoría de los hombres pero involucran nuestra Salud y la forma en que las empresas encargadas de elaborar las medicinas la conciben. El Doctor Thomas A. Steitz, denunció a finales de agosto a las grandes empresas farmacéuticas de no invertir en la investigación de antibióticos más efectivos para la cura de enfermedades, y centrar su negocio en medicamentos para las enfermedades crónicas logrando de esta manera, alargar la vida y las ganancias de las empresas.


Armando Enríquez Vázquez


"Muchas de las grandes farmacéuticas han cerrado sus investigaciones sobre antibióticos porque estos curan a la gente”. Declaró el investigador de Yale. Además el premio Nobel declaró que es más rentable desarrollar medicinas para controlar enfermedades como la artritis o la diabetes, que tratar de curar la tuberculosis en África.

Steitz, junto con Ada Yonath y Venkatraman Ramakrishnan fueron reconocidos en 2009 por el comité del Premio Nóbel por sus estudios de las bacterias y sus mutaciones contra los antibióticos. Los estudios de Steitz acerca de los ribosomas son de suma importancia para entender y poder crear los mecanismos necesarios para evitar dichas mutaciones y controlar a las bacterias en nuestro cuerpo. Sin embargo sus investigaciones y la producción de los medicamentos necesarios para atacar, en su caso la tuberculosis en África, se han visto detenidas por el poco interés de parte de las empresas farmacéuticas en invertir para el desarrollo del medicamento.

Esto no es nuevo, desde hace ya algunos años se ha criticado la decisión de las grandes empresas dedicadas a las medicinas por desarrollar soluciones que alarguen el bienestar de los pacientes sin realmente curarlos. Y aunque esto parece una teoría de conspiración, lo cierto es que la existencia de enfermedades incurables representa mucho dinero para la industria farmacéutica. Las principales ventas de las farmacéuticas provienen de anti sicóticos, medicinas para controlar las grasas en el cuerpo, paliativos para el cáncer, es decir, medicinas que se recetan por largos periodos a los pacientes. Actualmente el medicamento más vendido se llama Lipitor, cuya función es controlar la grasa y se utiliza para combatir el colesterol.

A partir de 2006 el crecimiento en las ganancias de la industria farmacéutica se ha mantenido estable, no como otras industrias donde el crecimiento ha sido marginal o nulo. Los principales mercados son Estados Unidos, quien por si sólo acapara el 50% de las ventas de medicamentos, seguido por Japón. Los mercados emergentes como China, Rusia, Corea del Sur y México han crecido en más de un 80%.

Thomas Steitz habló, también, de la necesidad de invertir en la investigación para acabar con las enfermedades provocadas por dichos organismos, sin embargo, añadió esta es una investigación cara y ninguna de las grandes farmacéuticas está dispuesta a invertir en medicinas que no representan ganancias y que se venderían a bajos precios en los países más necesitados de ellas. Alertó a los gobiernos acerca de ese pensamiento generalizado a la hora de recortar presupuestos, recortar siempre en las cosas que parecen menos necesarias. A pesar de parecerlo, añadió el científico, la investigación, es de suma importancia para el mejor desarrollo de los países y el bienestar de sus habitantes. El premio Nóbel es también uno de los fundadores de la farmacéutica Rib-X, dedicada a desarrollar nuevos antibióticos a partir del estudio de los ribosomas, pero es a la hora de entrar en la producción de los nuevos medicamentos, dónde la empresa ha encontrado poca respuesta de inversión. La razón es el margen tan pequeño de utilidades que dichos medicamentos representan a diferencia de aquellos dirigidos a las enfermedades crónicas.

De hecho una de las prioridades de la Unión Europea ha sido aumentar su presupuesto para la investigación. Pero esto no asegura de ninguna manera que estas investigaciones se lleven a cabo en el campo de la medicina y menos en el desarrollo de medicamentos eficientes capaces de curar, en lugar de mantener.

Las proyecciones en las ventas de medicamentos para los próximos años no auguran ningún desarrollo espectacular en antibióticos o antivirales, y a excepción del HIV, donde se rumora, entre la comunidad científica la existencia del medicamento capaz de curar la enfermedad de manera absoluta, los cañones de las grandes empresas apuntan al desarrollo de mejores drogas para combatir enfermedades crónicas, alargando así la vida de los pacientes volviéndolos dependientes de las mismas.

Hace muchos años escuché a un alto directivo de Coca Cola decir: “Nuestra meta es que de cada grifo de agua, en cada casa, salga Coca Cola”. Para las grandes farmacéuticas parecería que el lema seria servir un plato de carnitas con el Lipitor como aliño y mantener así a sus consumidores contentos.


Publicado en blureport 12 de Septiembre 2011

lunes, 5 de septiembre de 2011

11 de Septiembre 2001: El Silencio.



El peor atentado contra los Estados Unidos en su propio suelo. El silencio se apoderó de la nación más grande, más “democrática” del mundo. Y el mundo cambio para siempre.



Armando Enríquez Vázquez


Hace diez años una mañana como cualquiera otra, todo cambio.

La mañana del martes 11 de septiembre de 2011, como todas las mañanas de ese mes, me levanté, me bañé, puse a hacer café y tal vez bebí jugo de naranja. Prendí la televisión, sintonicé CNN, que de todos los canales de noticias, me parecía, en ese entonces el menos tendencioso, para escuchar ese ombliguismo informativo con el cual los medios norteamericanos hacen pensar a los ciudadanos de aquel país que todo el mundo piensa solamente en ellos. Comencé a planchar mi camisa, cuando una noticia llamó mi atención. Al parecer, de acuerdo al conductor del noticiero, una pequeña aeronave se había estrellado en una de las torres gemelas del World Trade Center. Tras unos minutos de continuar con las noticias habituales, decidieron ir en vivo a la escena del hasta ese momento “accidente”. La televisión mostraba humo saliendo de una de las torres. “Extraño accidente”. Pensé. Entonces, al fondo, en uno de los extremos de la pantalla algo cruzó. Por un momento creí que se trataba de un helicóptero de alguna televisora. “En México, no permitirían volar a un helicóptero tan bajo y tan cerca de una zona de un accidente así”. Dos segundos después me quedó claro que no se trataba de un helicóptero, y mucho menos de un accidente, cuando el segundo avión se impacto en la torre sur del World Trade Center. Por unos minutos permanecí frente al televisor. Silencio de los conductores. La imagen: sólo miles de hojas de papel que caían del edificio impactado, como confeti. Una macabra escena emulando un desfile por las calles de Manhattan, marcando el verdadero fin del siglo XX y el inicio de la nueva centuria. Un siglo, donde el enemigo no es ruso, alemán oriental, ni siquiera cubano. Un siglo, donde la preocupación no está en el armamento nuclear del otro. El enemigo a partir de aquella mañana es moreno, tiene una religión diferente, un dios diferente y puede hacerse estallar en cualquier parte.

En la compañía post-productora donde acudía semanalmente, la gente estaba hipnotizada viendo las imágenes de las torres gemelas consumirse tras el atentado, se hablaba de otro avión que se había estrellado contra el edificio del Pentágono y uno más en Pennsylvania, a manera de cintillo, bajo la imagen de los rascacielos quemándose, daban el número de aviones que quedaban surcando el espacio aéreo de los Estados Unidos. Era una cuenta regresiva. Cerca de mediodía se anunció, qué, por fin, en ese momento ninguna aeronave cruzaba ya sobre el territorio norteamericano. Un silencio, me rodeo. Un silencio que no era físico, que no era cuantificable. Un silencio real. Era un silencio virtual que llenaba el cielo y el alma de los norteamericanos. Salí de la oficina y levanté la mirada al despejado cielo de Wisconsin, libre de aviones. Esa mañana en Milwaukee, me quedaba claro que Estados Unidos, quedaba muy lejos del Midwest, pero que también en pleno inicio del siglo XXI, cuando el amanecer de Internet reducía las distancias globales, todavía existían poderes capaces de aislar al país más poderoso del mundo del resto del planeta.

Para la noche se hablaba ya del enemigo; un hombre llamado Osama Bin Laden y su grupo terrorista; Al-Qaeda. Árabe, musulmán, radical y millonario Bin Laden pasó en unas horas a ser el enemigo número uno del mundo. El más peligroso. Su persecución y ejecución tomaron casi diez años, desde aquel 11 de septiembre. Pero su nombre y el de Al –Qaeda, habrían de cambiar la faz del mundo occidental.

A partir de aquel momento el terrorismo cambió objetivos, de los militares a los civiles, de los carros bomba a los mártires musulmanes cargados con explosivos que se hacen detonar en cualquier espacio público. De las calles de Beirut y Tel Aviv, al centro de Manhattan y el metro de Madrid.

Algún pensador francés del siglo pasado; Gide, Sartre, Malraux, no recuerdo cual, predijo que la próxima guerra mundial sería religiosa. Resultó cierto. Hasta antes de esa mañana los árabes eran, para occidente un grupo de pueblos con excéntricos millonarios y una extraña religión que los obligaba a peregrinar una vez en su vida a los lugares sagrados. Tenían un pasado glorioso. Habían invadido lo que hoy es España en el siglo VIII. En sus momentos de esplendor habían sido grandes matemáticos, inventores del algebra, y astrónomos, habían sido los guardianes de los restos de la sabiduría griega perdida en Alejandría. Pero en el siglo XX, los árabes eran sólo pueblos curiosos. Los árabes, eran esos bárbaros que habitaban en la frontera de la civilización, fáciles de identificar con las caravanas de beduinos en el desierto. Orando a un despiadado dios. Intentando acabar con los israelís y con gobiernos dictatoriales.

Musulmanes tomaron la embajada americana en Irán 1980 con rehenes, acción que terminó en la catástrofe de los helicópteros, que costó la presidencia a Jimmy Carter. Los musulmanes se identificaban con la diabólica imagen del Ayatollah Jomeini y el despiadado dictador de Libia Muamar Khaddaffi. Estados Unidos se sabía el principal enemigo y objetivo de algunos de sus más radicales líderes, como Yasser Arafat, por la ayuda incondicional al gobierno de Israel. Pero hasta el 11 de septiembre nadie creía que pudieran atacar a los Estados Unidos en su propia tierra. Los esporádicos atentados contra las representaciones militares y diplomáticas de los Estados Unidos en Medio Oriente y África; dirigidos contra la distante Washington. Los barbaros lanzaban sus flechas de madera contra los escudo de metal del poderoso. El creciente odio de los musulmanes contra los Estados Unidos, el gobierno Talibán, la Intifada, fueron el preámbulo al 11 de Septiembre y todas las consecuencias que vinieron después y con las cuales vivimos hasta hoy. Incluyendo la crisis económica de Estados Unidos.

En los meses posteriores todo mundo se preguntaba ¿Cómo? ¿Por qué? Los republicanos trataron de culpar a los demócratas por el recorte en el espionaje en Medio Oriente por parte del presidente Clinton. Los demócratas creían que la burocratización del FBI y la CIA parte de las políticas de los Bush era la razón del no haber descubierto el complot. La seguridad sobre nuestra frontera resulto un esfuerzo nulo, los terroristas entraron por la frontera norte.

La creación del Departamento de Seguridad Interna y su elevación a casi una nueva súper secretaría, encargado de dictar las reglas y procedimientos de vigilancia de fronteras y actividades dentro de los Estados Unidos, fue la mayor de las consecuencias. Las revisiones y seguridad en los aeropuertos del mundo se volvió más estricta desde entonces, la apariciones de los policías encubiertos en los vuelos de aeronaves norteamericanas, para proteger la integridad de la tripulación, pasajeros y de los Estados Unidos. Nunca más un Lockerbie, nunca más un 11 de septiembre.

El presidente George Bush, encontró su pretexto para iniciar una guerra santa. Una cruzada por “restablecer la paz y la democracia en el mundo”, que está muy lejos de terminar, eliminados los gobiernos Talibán y de Saddam Hussein, se suponía que la paz había de volver al mundo. Nada más falso. Hoy los Talibanes controlan más de la mitad de Afganistán y en Irak, nunca durante el régimen de Hussein se vieron tantos atentados como hoy. Pakistán es campo de guerra y los atentados en contra de la población civil se han vuelto el pan diario. La guerra llegó a territorio occidental y mientras se han logrado desmantelar operaciones de Al-Qaeda en Alemania y Estados Unidos, han ocurrido atentados en otras partes como en España.

En 2011, vivimos en un mundo más pequeño, más paranoico, “Quien no está conmigo, está contra mí”, parece el lema ya no sólo del gobierno de Washington, si no de todo occidente y el nacimiento de nuevos estados musulmanes radicales y poderosos como el caso de Irán y al parecer de Egipto, sólo agudizarán el conflicto. Hoy más que nunca, el enemigo está en cualquier parte. Puede tener cualquier aspecto. Los últimos complots descubiertos en Estados Unidos y Europa han sido planeados por células de Al-Qaeda que incluyen ciudadanos nacidos en esos países, de religión musulmana.

Lo más significativo es que diferentes grupos; tanto separatistas, como criminales han copiado las acciones contra la población civil. Está claro el antecedente de Colombia donde los grupos de narcotraficantes atentaron contra centros comerciales en la década de los noventa. Tras el 11 de septiembre este tipo de actos se ha multiplicado, ya sea en el metro de Rusia, hoteles en Indonesia, o casinos en México.

Esa es la guerra en la que estamos inmersos. En la que muchas veces sólo el tono de piel, o la forma en que nos vemos, es suficiente para ponernos ante los ojos de los otros en uno u otro bando.

La guerra de la que involuntariamente formamos parte.


A mi padre en su cumpleaños.


Publicado en blureport.com.mx 5 de Septiembre 2011