lunes, 31 de octubre de 2016

¿Cuál democracia?



Poner en duda los resultados de una elección aun antes de que esta se lleve a cabo, significa que en la mente del personaje no cabe ni siquiera el beneficio de la duda para el sistema.

Armando Enriquez Vázquez


En el último de los debates presidenciales entre los candidatos demócrata y republicano a la presidencia de Estados Unidos, una cosa que quedó clara es que está en juicio no es la elección si no el mismo sistema que durante más de doscientos años los norteamericanos nos han querido vender como perfecto. Estados Unidos que se cree el pilar de la democracia, es sólo el último ejemplo, si no es que el primero de lo obsoleto que la democracia como la definimos y creemos conocer resulta ya obsoleta.
El silencio de Donald Trump a la pregunta de sí está dispuesto a aceptar los resultados de las elecciones y su posterior declaración de que los reconocerá en caso de ser él, el ganador, son una pequeña muestra de esa crisis severa que abarca a los partidos políticos y a la democracia. Los partidos políticos, en este caso el partido republicano, parecen haber dejado de ser instituciones que agrupen a personas con una cierta ideología y hoy han decidido promover candidatos que de una manera u otra son independientes a los estatutos de los mismos, independientes al grupo y profundamente ególatras, individuos que son por su beligerancia y falso encono un imán para los sectores más vulnerables de la sociedad.
Existe, en ciertos sectores de la clase política mundial, un enorme desprecio por la democracia y su sentido, mientras que por parte de la sociedad civil existe también un hartazgo por esta falsa utopía con la que pretendemos convencernos de que vivimos en el mejor de los mundos posibles.
Políticos populistas y con alma de dictadores no están dispuestos a aceptar la derrota en las urnas, lo que en otras épocas hubiera resultado inaceptable para aquellos que al entrar en un proceso electoral aceptan de manera tácita e inobjetable las reglas implícitas en el sistema democrático y el valor voto ciudadano, que para ellos no vale si no es un voto a su favor.
Bien sabido es que, entre las democracias del mundo, una de las más falaces es la de Estados Unidos que no se basa en el voto directo de los ciudadanos. El sistema norteamericano de gobierno lejos de una democracia directa o de una democracia parlamentaria, es una extraña mezcla de artimañas que utiliza colegios electorales a lo largo de los diferentes estados que anulan la votación individual y la convierten en un número de votos a favor del partido que ganó en cada una de las entidades. Pero hoy parece que es el partido republicano el principal interesado en desvirtuar el sistema político de su país al apoyar con su silencio a Donald Trump.
Poner en duda los resultados de una elección aun antes de que esta se lleve a cabo, significa que en la mente del personaje no cabe ni siquiera el beneficio de la duda para el sistema y modelo del cual forman parte y ellos mismos han aceptado para competir en un sistema democrático. Significa claramente que desconoce la definición más simple de la palabra democracia y su excesiva creencia en las teorías de conspiración.
Trump, con su silencio y su respuesta idiota, se convierte en un vil émulo de Andrés Manuel López Obrador o de Nicolás Maduro y demuestra esa intransigencia voluble que caracteriza a aquellos que sólo aceptan que las cosas están bien cuando les favorecen. Pero son los partidos políticos que postulan a estos mesías del autoritarismo, los principales detractores de la democracia al respaldar a tan peligrosos candidatos que al llegar poder rodeados de serviles y avariciosos, estos dictadores disfrazados de políticos acaban con los países como ha sucedido en Venezuela.
País en el que, como ha quedado claro al mundo entero, todas las acciones encaminadas a demostrar el rechazo de Nicolás Maduro y la imposición de un estado no democrático, es tratado casi como crimen en contra del mismo.
La alcaldesa de Madrid, Carmen Carmenta en una entrevista, para el diario español El País, afirmó que la democracia representativa se está acabando, porque los partidos políticos ya no están funcionando, han olvidado su razón de ser y su compromiso con los votantes. La madrileña cree que el gobierno debe retomar su idea verdadera de gestión y trabajar a partir de constantes consultas ciudadanas.
Recordemos como López Obrador negó, descalificó y se burló de los habitantes de la Ciudad de México cuando decenas de miles atiborraron Paseo de la Reforma hasta el Zócalo pidiendo una seguridad que el entonces Jefe de Gobierno de la Capital fue incapaz de proporcionar y mucho más importante incapaz de reconocer.
La democracia es insuficiente cuando desde aquellos que votan y la ejercen no acuden a las urnas, cuando los políticos mismos construyen teorías de conspiración y cuando como en los casos de Trump y López Obrador no existen propuestas para el bienestar, sino solo un martirio digno del mejor melodrama de Ismael Rodríguez.

Publicado en blureport.com.mx el 21 de octubre de 2016
imagen: DeathtoStock.com 

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