martes, 31 de julio de 2012

"El torero con Bigotes". Ponciano Diaz

 
Ponciano Díaz, torero, promotor y empresario taurino, se crió entre toros, vivió lidiándolos y fue el primer torero mexicano en tomar la alternativa en España.
Armando Enríquez Vázquez
Ser leyenda. Figura singular en el toreo y con una estampa nada usual entre los diestros. Un torero con bigote. Los ha habido melenudos y de grandes patillas, pero pocos, muy pocos con bigote.
Tras tres siglos de corridas de toros en México, no había en nuestro país un torero que se pudiera llamar así, pues ninguno había tomado la alternativa en Madrid, dos diestros nacionales ya se habían presentado en España; Ramón de Rosas Hernández a finales del siglo XVIII y en 1869 Jesús Villegas “El Catrín”, pero ninguno de los dos había tomado la alternativa. Eso cambió la tarde del 17 de octubre de 1889 en la Plaza de Madrid, su padrino el legendario Salvador Sánchez “Frascuelo” y como testigo Rafael Guerra “Guerrita”. El toro se llamaba “Lumbrero”  de la ganadería del Duque de Veragua y era según crónicas de la época un burel cárdeno oscuro y bien “armao”.
El diestro mexicano de acuerdo a los especialistas de la época lo hizo mal, no era el estilo lo que impresionaba a los aficionados, al momento de matar que dio un bajonazo, pero lo que llamaba la atención de la afición española era el estilo de toreo mexicano tan diferente del peninsular. Al parecer Ponciano no se quedaba quieto a diferencia de los cánones de la tauromaquia ibérica. Tampoco sabía mandar con la muleta, que parecía estorbarle al llevar a cabo las suertes. Pero existía una de las suertes del torero nacional que llamó fuertemente la atención del público español; el banderilleo a caballo.
En la ese viaje a España y Portugal, Ponciano Díaz toreó en ocho ocasiones.
Ponciano Díaz tenía la fiesta y la pasión por los toros en la sangre. Nació el 19 de noviembre de 1859 en la Hacienda de Atenco, la primera hacienda taurina fundada en México, pocos años después de la conquista. Su padre, Guadalupe Díaz, era el caporal de la hacienda. Rodeado desde su más tierna infancia por reses bravas, Ponciano siempre quiso ser torero, a los diecisiete años se podía decir que era novillero y de ahí se unió a la cuadrilla de los hermanos Hernández de los que se separó en un viaje a Puebla donde conoció al ídolo de la afición Bernardo Gaviño. Sus ganas por convertirse en un torero de fama lo llevaron a servir en la cuadrilla del afamado matador español, de quien aprendió y en 1879 formó su propia cuadrilla debutando como matador de toros el 13 de abril de ese mismo año. Ponciano se convirtió rápidamente en un ídolo de la afición mexicana, pero Ponciano quería ser más que eso. Participó en las primeras corridas de toros llevadas a cabo en Estados Unidos. En Nueva Orleans en 1885. Aunque en dichas corridas no se mataba al toro.
Ponciano hizo presentaciones por el interior del país; Chihuahua, Durango, Puebla, Zacatecas. Ahí en Zacatecas en 1894, se dice que en una corrida impresionó de tal manera a la más bella de las zacatecanas, una rica heredera de nombre Rosario Llamas, que esta se desprendió de un anillo de brillantes y un medallón con su foto regalándoselos al torero por su faena. Los tíos de la muchacha, que era huérfana, al ver la reacción de la joven se apresuraron a sacarla de la plaza y llevarla a su casa. Nunca más volvieron a verse. La historia dice que esta joven nunca se casó y quedó prendada de la figura del matador.
La valentía de Ponciano era inaudita y se dice que implementó la suerte de matar de rodillas, eso sí, sin importar donde cayera la estocada o si tenía que matar de arteros “mete y saca”. Pero la afición lo adoraba. Ponciano no sólo toreaba con los diestros españoles de buena gana, sino hizo gran amistad con ellos y grandes rivalidades. Promovió a jóvenes valores nacionales y en 1888 con sus propios recursos, y en sociedad con el gobernador de la Ciudad de México y un empresario construyó e inauguró la plaza de toros de Bucareli.
Al siguiente año, es el año de su alternativa en España y a su regreso, recibió en La Habana la noticia de que estaban prohibidas las corridas en la Ciudad de México, por lo que decide permanecer y actuar en Cuba durante un año, a su regreso toreo en Veracruz y fue cornado de gravedad en Coatepec. Ya sin la popularidad y mermado en sus facultades regresó a su plaza en 1894. Y en 1895 realizó su presentación final en la Ciudad de México, en este festejo otorgó la alternativa a Diego Rodríguez “Silverio Chico”. Al morir su madre en 1898 y viéndose abandonado por la afición que en el pasado le aclamaba se dedicó a beber. Ponciano murió en la más absoluta soledad de cirrosis hepática el 15 de abril de 1899. Tenía 40 años.
Cuenta una historia que en su cuerpo sin vida se encontró aquel medallón con la fotografía que Rosario Llamas le regalara cinco años atrás.

Publicado en thepoint.com.mx 31 de Agosto de 2012
Imagen. contoromex.com

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