miércoles, 18 de abril de 2012

Música para el hundimiento.

La noche de del 14 de abril de 1912 a 23:40 el más imponente barco que el hombre hubiera construido hasta entonces comenzó su descenso al fondo del mar, su ingreso a la historia y la mitología del siglo XX. Entre gritos y desorden se podía escuchar música.

Armando Enríquez Vázquez



Decir “Titanic” evoca muchas cosas, películas, heroísmo, actores, tragedia, la soberbia humana. Canciones cursis. Evoca leyendas datos curiosos, misterios, mal farios, hasta indignación de algunos que cuestionan porque celebramos uno de los mayores fracasos de la humanidad. Para mí la historia del Titanic, siempre me recuerda a los músicos, aquella banda que me sorprendió en las películas, empeñada en tocar a pesar de la tragedia a su alrededor. Enfrentando la muerte armados solo con violines y cellos, haciendo lo que más les gustaba en la vida. Su serenidad, la dignidad de quien ha aceptado su destino. Cómo el viejo capitán del barco, Edward Smith quién pensaba retirarse después de ese viaje en el Titanic y que sin embargo se hundió honorablemente con su barco.
El TItanic era casi del largo del Empire State Building y se decía que era una de las verdaderas obras maestras de la ingeniería marítima a tal grado que nada, “ni el mismo Dios lo podía hundir.” Bastó sólo un iceberg para acabar con la soberbia humana. Hay, por otro lado quienes dicen que su historia comenzó a escribirse mucho antes de que comenzara su construcción en los astilleros de Belfast.
En 1898, un escritor norteamericano de nombre Morgan Robertson publicó una pequeña novela de ficción llamada “Futility”, en ella se narra el hundimiento del barco de pasajeros más grande que haya construido el ser humano. Un trasatlántico inglés llamado el “Titán”, un barco “insumergible”, que en su primer viaje choca con Iceberg en el Atlántico Norte cerca de la medianoche de un día de abril, por tener un número insuficiente de botes salvavidas la mayoría de los pasajeros muere en la novela, al igual que en la vida real. Existen  otro par de relatos de un periodista inglés de nombre W. T. Stead. Uno publicado en 1886, titulado; “How the Mail Steamer went down in the Mid Atlantic, by a survivor.” Es la historia de un barco que choca con otro en el Océano Atlántico y tras la colisión muchas vidas se pierden por la falta de lanchas salvavidas  suficientes.
En 1892 Stead publicó otro relato esta vez llamado “From the Old World to the New”, en donde narraba la historia de un trasatlántico que chocaba contra iceberg en el Atlántico Norte. En 1912 Stead se embarcó para conocer al presidente norteamericano Taft y pedirle una conferencia para la Paz mundial, el 15 de abril de 1912 Stead había desaparecido en las aguas del Atlántico Norte, era uno de los pasajeros del Titanic. Stead, espiritista, siempre había predicho que iba a morir o en un lichamiento o ahogado.
En el Titanic había dos bandas, una que tocaba durante la hora del té,  conciertos después de la comida, la música de los servicios religiosos de los domingos. El director de este quinteto era un hombre llamado Wallace Hartley, el otro ensamble de música era un trío de violín, cello y piano que se encargaba de amenizar en la recepción a un lado del restaurante de primera clase A laCarte y del Café Parisien. La noche de la tragedia Wallace Hartley reunió a los otros siete músicos y tocaron hasta desaparecer en las aguas del Atlántico Norte con el crucero. Wallace Harley había ya tocado en otros trasatlánticos como el Lusitania y el Mauritania. Entre los acaudalados e ilustres pasajeros del Titanic, había un mexicano, un sonorense, diputado federal al que el destino llevó a bordo del barco. Se trata de Manuel Uruchurtu, quien se encontraba en Francia visitando a un viejo general, Ramón Corral, del régimen de Díaz, al momento de regresar a México, el yerno  del general le pidió intercambiar su boleto, Uruchurtu tenía boleto para otro barco pero ante la insistencia acepta y aborda el Titanic en Cherburgo el 10 de abril. El boleto de Uruchurtu era de primera clase por lo que la noche del 14 de abril se le asignó lugar en una de los lanchas salvavidas, ya sentado en el bote, el político, observó a una mujer de segunda clase con un bebé suplicando la suban en uno de los botes salvavidas pues su esposo e hijo la esperan en Nueva York, Uruchurtu le cede su lugar y con ese acto de caballerosidad sella su destino. Se dice que la mujer de nombre Elizabeth Rommel visitó a la esposa de Uruchurtu unos años después, en Xalapa Veracruz, para contarle, el último acto de caballerosidad de su marido. Con el tiempo se supo que Rommel no estaba casada, ni la esperaba nadie en Nueva York. Cuando Uruchurtu cedió el lugar a Rommel y su bebé, la música de la banda de Hartley se debe haber escuchado al fondo.
Mientras las ratas abandonaban el barco quedó claro que no había gatos a bordo del Titanic, lo cual entre los marinos siempre ha sido un mal augurio.
Casi dos semanas después del accidente el cuerpo de Wallace Hartley fue rescatado, aun llevaba su uniforme y el chaleco salvavidas. Sus restos llegaron a Inglaterra un mes el 12 de mayo, su ataúd fue recibido en su ciudad natal por 30,000 personas que entonaron “Nearer, my God , to thee,” Una de las melodías que Hartley había declarado en alguna ocasión, podía tocar en sus últimos momentos si el barco en el que viajaba se hundía.  Para esa fecha ya se había estrenado la primera película sobre el hundimiento del barco y tenía  entre sus protagonistas a una sobreviviente de la tragedia la actriz de cine mudo Dorothy Gibson la película se llamó; “Salvada del Titanic.”

Publicado en blureport.com.mx 18 de abril de 2012
Imagen cortesía de titanic-titanic.com

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