viernes, 27 de abril de 2012

La Cristiada mal contada en un mal momento.


Con el estreno de la película La Cristiada, se quiere contar la historia de un México qué, como madre abnegada de melodrama de Ismael Rodríguez y Pedro Infante, pretende cobrar agravios inventados  a un sistema que hace muchos años dejó de existir. Pero además se pretende hacer campaña política.

Armando Enríquez Vázquez

¿Quiénes mejores para distorsionar la Historia y la Realidad que la Iglesia Católica y Hollywood? La historia sucede en la década de los veinte del siglo pasdo.Son los años de consolidación de la Revolución de 1910, los sonorenses gobiernan el país y ven aún a la Constitución de 1917 como la ley máxima de la nación. Esa misma Constitución que decidió renovar los ideales de Juárez y alejar a la iglesia del gobierno, por los muchos daños y males causados a los mexicanos por quellos que se autonombran “representantes de Dios.” “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Lo malo es que desde tiempos de los Borgía la Iglesia cree que el dicho se refiere a César Borgia  y por tanto a la misma Iglesia.
Lo que Juárez expropió y defendió, con el pasar de los años, por debajo del agua y con la sonrisa de su  esposa, Porfirio Díaz lo devolvió a los curas. El mismo Porfirio Díaz que había luchado en la Guerra de Reforma. Pero la revolución de 1910 volvió a cuestionar la función de la institución religiosa y decidió al plasmar las leyes máximas de la nación el carácter laico del estado y de la educación en México. La clase media mexicana siempre sintiéndose la clase alta que nunca ha sido, se convirtió la defensora del Estado Vaticano;  decidió, con ciertas presiones de indulgencias, presentar una oposición de palabra a los caudillos máximos de la Revolución. Pero una vez estalladas las confrontaciones entre clero y gobierno, la clase media y sus fanfarrones lidercillos dieron un paso atrás. No así, los campesinos y gente humilde del centro del país, que engañados por los curas que tomaban su chocolate sin ensuciarse las manos ni correr peligro alguno desde los pulpitos los exhortaban al sacrificio. La fe mueve montañas y el dinero la boca de la clase media.
La Cristiada no fue una tropelía del gobierno, ni una persecución de curas. Fue un movimiento que intento acabar con guerrillas religiosas que desde Roma intentaban derrocar al gobierno Mexicano, o por lo menos como siempre desestabilizarlo.  Carranza, Obregón y Calles cada cual a su manera enfrentaron la soberbia de los curas. Pero la guerra la peleó Calles de 1926 a 1929. Ante las presiones de la Iglesia reacia a reconocer a la Constitución y tras un atentado en contra de su propia vida en 1925, por parte de una fanática católica, Calles prohibió la libertad de culto; los pobres de Jalisco, Colima, Guanajuato, iniciaron una guerra de guerrillas arengados por los curas locales. Hasta que la Iglesia se pudo hacer de un mercenario para tratar de dirigir y organizar sus tropas; el general Enrique Gorostieta, al que apodaban “Gorra Prieta”. Lo curioso es que a la iglesia no le importó contratar a un masón y agnóstico para dirigir a sus huestes.
La Cristiada terminó en 1929, meses después del asesinato del presidente electo, Álvaro Obregón por parte de miembros de la iglesia católica. La Cristiada costó más de setenta y cinco mil vidas, en una lucha que defendía el estilo de vida de unos cuantos privilegiados. Hoy se nos quiere hacer ver como una injusticia de los gobiernos priístas. En los siguientes gobiernos los enfrentamientos continuaron y se agudizaron esta vez en el sureste del país y en la capital, con la llegada al gobierno de Tabasco de Tomás Garrido Canabal y a Veracruz de Adalberto Tejeda y Gonzalo Vázquez Vela. El gobierno federal  encabezado por el General Lázaro Cárdenas, fue siempre atacado por la iglesia católica. Durante casi más de cincuenta años la Iglesia Católica Apostólica y Romana permaneció en el sitio que le daba nuestra Constitución: Lejos, muy lejos, al menos a simple vista, de la vida política del país, a pesar de tener presidentes muy creyentes como Manuel Ávila Camacho. Hasta que como siempre un presidente encaprichado, olvidó qué el gobierno de nuestro país es constitucionalmente laico y se le ocurrió en 1979, traer al Papa a México. Ese presidente, López Portillo, que se jactó de culto y de conocer la historia de nuestro país, decidió olvidar el daño y las afrentas que los gobiernos y el pueblo de México a lo largo de su historia han sufrido por parte de El Vaticano. El PRI creó las instituciones actuales de nuestro país, el PRI fue el gran constructor de la nación y con el paso de los años el destructor de su mismo proyecto. Tanto nuestra Revolución, como nuestra Constitución estaban cimentadas en una fuerte responsabilidad social. Misma que hace cuarenta años el PRI olvidó.
¿Por qué hoy que el PAN ha demostrado su incapacidad para gobernar, permite el estreno de una película que pretende de manera maniquea contar una de las historias más infames que la propia iglesia católica ha provocado contra sus fieles?
¿Por qué hoy, justo cuando el PAN parece a punto de perder la presidencia, quiere hacer pasar a los priístas como ateos “comeniños”? Cuando todos sabemos que la mayoría de los pederastas se encuentran escondidos tras las sotanas de la iglesia católica apostólica y romana.

Publicado en blureport.com.mx el 27 de abril de 2012

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