jueves, 5 de abril de 2018

De Babilonia a la parte oscura de 2019.




Las dos series de televisión alemana que llamaron la atención del público en el mundo en 2017, no pueden ser más dispares y más lejana la una de la otra. Ambas valen la pena verse. 

Armando Enríquez Vázquez

La primera película de los años de la gran crisis alemana entre las dos guerras mundiales que ví, siendo un adolescente, curiosamente estaba dirigida por un sueco; Ingmar Bergman y protagonizada por un norteamericano David Carradine. El huevo de la serpiente de 1977. La me descubrió ese panorama de excesos nacidos de la desesperanza e incertidumbre, el odio que genera el miedo y la ignorancia, el nacimiento del mesianismo Nazi que tantas y tantas otras obras del cine, la televisión y la literatura alemana exploran a lo largo no sólo de esos años, si no a lo largo de la historia de la cultura de Alemania en el siglo XX y ahora del siglo XXI.
Babylon Berlin es una verdadera superproducción de la televisión alemana, en ella han participado el principal canal de televisión abierta, plataforma de Sky alemana y dos casas productoras de aquel país. Con un presupuesto de 40 millones de euros, Babylon Berlin narra la investigación del comisario Gereon Rath en el Berlín de la década de los años veinte del siglo pasado. La historia esta basada en las novelas y personajes de Volker Kutscher, un escritor alemán contemporáneo de novelas de detectives. La serie ha sido creada y dirigida por Tom Twyker un exitoso escritor, compositor, productor y director de cine alemán, en conjunto con otros dos productores y cineastas, Achim von Borries y Henk Handloegten.
Las escenas de cabaret son realmente espectaculares y sobretodo los últimos diez minutos del segundo capítulo son espectaculares, esos diez minutos entre el cabaret y la acción de los esbirros de la embajada rusa bien valen toda la serie, que a partir de ese momento desmerece en la trama no así en las actuaciones de Volker Bruch en el papel de Gereon Rath y sobretodo de Liv Lisa Fries en el papel de Charlotte Ritter, una joven que trabaja de lo que sea, que se prostituye y aspira a ser detective de policía en un mundo machista y misógino. La serie da una visión romántica de una época en las que las ideologías y el desenfreno hedonista eran los únicos maderos de una sociedad destrozada anímica y económicamente.  Una época de caos e incertidumbre que en la serie no se muestran del todo. El simple hecho de que Alemania era el camino entre Francia y Rusia en todos los sentidos a pesar de ser uno de los grandes hilos de la serie y de la trama, parecen superficiales a esa nostalgia ficticia por un Berlín que no existió.
Llena de lugares comunes y referencias a los desquiciados años veinte en Europa, las coristas, ataviadas apenas con una falda de plátanos, referencia directa al atuendo que utilizaba Josephine Baker en los cabaret parisinos. Los juegos de sombras haciendo referencia al Marlene Dietrich y El Ángel Azul, son una de las constantes del mundo del cabaret, la aparición de la mafia turca, del mundo de los chantajes y las alianzas políticas entre el mundo de la naciente Unión Soviética y los populistas nacional socialista alemanes parecen homenaje al cine de gangsters norteamericano. Las alusiones y juegos con el cine negro y el despliegue de escenas que luzcan las maquetas de las principales calles berlinesas, comprueban su condición de superproducción.
La serie tiene ese dejo de pesimista realidad que siempre existe en las obras alemanas, los diferentes conflictos personales opacan y sobrepasan a las ideologías y rompen con los planes de los ingenuos que se atreven a soñar con un futuro esperanzador. Los objetivos se logran sin triunfalismo, simplemente como esa monótona continuidad que tiene la vida, y aunque los Cliffhanger quedan para animar la curiosidad del espectador, lo cierto es que la historia es únicamente una bien contada novela de detectives y nada más.
Una característica de la producción fue que se estrenaron dos temporadas de 8 capítulos cada una, a manera de temporadas en este año y de hecho en la segunda mitad del año.  
La recepción de la historia en Alemania ha sido muy buena y se prepara ya una tercera entrega.



Por otra parte, Netflix estrenó su primera serie alemana, Dark. El nombre, como en el caso de Babylon Berlin, lo dice todo. Dark es una serie de ciencia ficción al estilo de Stranger Things, pero mucho más oscura, más pesimista, más real, más para adultos. A diferencia del pequeño pueblo de Hawkins, Indiana donde todos parecen tenderse la mano para salvar a la comunidad y el final será sino feliz del todo al menos lo más afortunado posible, donde parece que todos los involucrados trabajan por el bien común frente a la serie de eventos desafortunados provocados por una serie de experimentos del gobierno y un portal que conduce a un universo paralelo de seres malévolos. En el pueblo de Winden, en Alemania, lo único que se esconde detrás de los sucesos fuera de lo común son la solidaridad de algunos, las miserias del alma humana de otros y el egoísmo de los demás. Un agujero de gusano se abre cada 33 años con bifurcaciones al presente, el futuro y el pasado y una historia que a diferencia de Stranger Things inicia en el futuro, no en el pasado, con adolescentes de 2019 y dos que habrán de viajar a 1986, para descubrir que los unen lazos mucho más profundos que la simple amistad. Y un policía que viaja a 1953 buscando impedir un par de crímenes, pero no cómo oficial de la ley, si no como persona directamente afectada por esos asesinatos. Dark está dirigida en su totalidad por Baran Bo Odar quien junto con Jantje Friese creó la serie.
En Dark las relaciones entre todos involucrados se entrelazan con sus pasados y sus futuros, conforme avanzan los capítulos de la serie vamos descubriendo a los personajes en diferentes etapas de su vida, pero siendo básicamente los mismos que alteran sus vidas y personalidades por el cruce de otros personajes de la serie.
A diferencia de la vieja premisa del cine y la televisión norteamericana de que el viaje al pasado y al futuro puede alterar el presente, la premisa de Dark pretende ser, de acuerdo con uno de los personajes de la serie, científicamente contundente y determinista; viajar al presente o al futuro es parte de ya de una historia que se cuenta a sí misma de manera completa. Nada puede ser modificado por que la historia ya esta contada y los seres humanos vivimos de la ilusión de ser únicos y gozar del libre albedrío que nos hará darle sentido no solo al mundo, si no a nuestra propia existencia.
La serie es en muchos sentidos desoladora. Jamás promete un final feliz y si la lucha eterna entre los que creen representar al bien y los que creen representar al mal, ambos bandos dispuestos a justificar los medios para lograr el fin.
Mientras que Babylon Berlin fantasea de manera romántica con una época negra del pasado alemán, Dark es una serie compleja, profunda, poco esperanzadora y ante todo nada autocomplaciente, en el más ontológico sentido es brutal y sin duda alguna una de las más interesantes historias de ciencia ficción que se haya producido este año.
Ambas series valen la pena verse, aunque claro, yo prefiero la mirada nada complaciente que ofrece Dark.


publicado en roastbrief.com.mx el 11 de diciembre de 2017
imagenes Netflix
                Sky

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