lunes, 24 de septiembre de 2018

Ana de Yraeta del lado equivocado de la Independencia.



Durante la Guerra de Independencia hace 218 años hubo mujeres que lucharon por la independencia y también quienes lucharon contra ella.

Armando Enríquez Vázquez.

La historia la escriben los ganadores, ese es un hecho. Nuestra historia oficial está llena de heroínas de todo tipo y con todo tipo de credenciales. Aquellas que su vida está muy bien documentada y sobre las que se ha escrito toneladas de papeles como Doña Josefa Ortiz de Domínguez o Leona Vicario, también está la que jugó un papel importante en el momento de la conspiración y que a pesar de estar su nombre en letras de oro en el Congreso de la Unión ha sido menospreciada por los historiadores contemporáneos; Mariana del Toro Rodríguez de Lazarín. Y hay muchas otras que a pesar de documentos locales o historias orales permanecen el olvido oficial. Y una gran mayoría de las que no se sabe nada y de las que solo se conoce una leyenda que no necesariamente es cierta.
Gracias a todo este tipo de fuentes podemos intuir que las mujeres jugaron un papel importante en el bando independentista, también hubo mujeres que participaron en la guerra desde el bando realista, de ellas poco o nada sabemos. Son parte del grupo negro de la historia oficial mexicana, siempre tan ficticia y ciega a la verdad histórica. Esta es la historia de una de ellas.
Ana de Yraeta, algunos la escriben Iraeta, nació en la Ciudad de México y se sabe que fue bautizada 28 de julio de 1768. Huérfana de madre desde los primeros de vida su educación corrió a cargo de su abuela y su padre. Por ser la menor de tres hermanas, mientras las dos mayores se casaron a temprana edad como se acostumbraba en esos días, también como era costumbre entonces Ana fue elegida para cuidar a su padre, Francisco Ignacio de Yraeta, un acaudalado comerciante de la ciudad. Cuando Francisco Ignacio murió, Ana tenía 28 años y una enorme fortuna.
Mujer piadosa y dedicada, como muchas otras, a donaciones a la Iglesia, mantuvo colegialas becadas en el Colegio de Belén de los Mercedarios que desapareció con las Leyes de Reforma. Se casó en 1798 a los 30 años con Cosme de Mier y Trespalacios, un viudo que había sido Oidor y después Regente de la audiencia mexicana. Este hombre pariente de Fray Servando Teresa de Mier fue su mecenas cuando el futuro cura independentista se doctoró.
En 1803 con motivo de la colocación de la famosa estatua ecuestre de Carlos IV, conocida por todos nosotros como El Caballito, Ana proporcionó comida para doscientos niños, los llevó de paseo junto con su esposo y les dio un regalo de dinero. Dos años después Cosme murió y Ana Yraeta quedó viuda. Encargó a Manuel Tolsá el monumento funerario de Cosme, así como un busto de bronce de su esposo.
En una de las biografías que encontré de esta dama dice que a la muerte de su marido ella asumió el liderazgo entre las damas de la capital, pero imagino que esto sólo hace referencia a un grupo de mujeres de cierto nivel socioeconómico y de cierta edad. Ana de Yraeta tenía 42 al momento de estallar la guerra de independencia y fue líder de unas dos mil mujeres a las que se conocía entre las fuerzas realistas como Las Patriotas Marianas que se dedicaron a crear estandartes con la imagen de la Virgen de los Remedios, como oposición a la Virgen de Guadalupe que adornaba el estandarte de los seguidores de Miguel Hidalgo. Ana de Yraeta junto con la Priora del Convento de San Jerónimo se encargó de promover a la Virgen de los Remedios a Capitana General de las Armas, algo que no era extraño en España y por extensión en las colonias. La tradición de otorgar a imágenes religiosas grados militares inició en 1571 Juan de Austria hijo natural de Carlos I de España tras la victoria de la famosa batalla naval de Lepanto, donde Miguel de Cervantes Saavedra perdió una mano, pidió al Papa otorgar el grado de capitana para la Virgen de Butarque de la cual era devoto.
Se sabe que en 1811 para conmemorar el año del retiro inexplicable de las tropas de Hidalgo después de la Batalla del Cerro de las Cruces, que los independentistas ganaron y estando a las puertas de la Ciudad de México decidieron retirarse, Ana de Yraeta pide a las autoridades eclesiásticas que declaren este hecho, tomado por muchos como un victoria realista, un milagro atribuible a la Virgen de los Remedios.
Tras la consumación de la Independencia y la victoria de la Virgen de Guadalupe sobre la de los Remedios, Ana de Yraeta desaparece de la historia para reaparecer en la corte del Emperador de Agustín de Iturbide. Durante esos dos años que duró el Imperio, Ana fungió como Dama Primera y Guarda Mayor de la Emperatriz Ana Huarte.
Tras la caída del Emperador, la figura de Ana Yraeta viuda de Mier, desaparece de la historia y al parecer no existe ningún registro de ella.  

publicado en mamaejecutiva.net el 17 de septiembre de 2018

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