jueves, 23 de agosto de 2018

Cosas de injusticia.



Dicen que la justicia es ciega, lo cierto es que en México pasa de la esquizofrenia a la bipolaridad dejando en claro que si existe algo que merece desecharse y reformar desde la ley es la justicia.

Armando Enríquez Vázquez

Leo el extenso texto al que es difícil catalogar con el que Jorge Volpi ganó este año el premio de Novela Alfaguara, Una novela criminal, y como muchas otras veces lo único que me queda claro es que si existe un país donde la justicia se viste del color que el poder le pide es el nuestro.
El libro que trata a manera de reportaje, de crónica, jamás como novela y mucho menos como pretenden ciertos críticos tiene el estilo de Truman Capote en A sangre fría, el famoso caso de la supuesta banda de secuestradores llamada Zodiaco en la que supuestamente participaba la ciudadana francesa Florence Cassez.  
Una novela criminal, es un escalofriante recuento de cómo lo menos importante para la justicia y esto es tanto para los encargados de ejecutarla, como para aquellos que la ejercen son la justicia y los derechos de los individuos. En un extraordinario y exhaustivo trabajo periodístico, que no literario, Volpi nos cuenta la historia de Florence Cassez, la francesa acusada de secuestro junto con su pareja sentimental un mexicano llamado Israel Vallarta, y de como la justicia torció las cosas para que un presidente que con el tiempo se muestra más enano para los mexicanos y para México cada día, se encaprichó, por instrucciones de su jefe de la Policía Genaro García Luna en mantener en la cárcel a una persona, incluso afectando las relaciones internacionales de México con Francia.
Sí Cassez es inocente o no a estas alturas es imposible decirlo y aunque Volpi parece creer que es inocente, no creo que nadie pueda saberlo con certeza a excepción de García Luna y los otros actores de la primera puesta en escena de la captura de los acusados.
Lo que queda claro es que la justicia no es la misma en México para una francesa que para un mexicano acusados del mismo crimen. Mientras Cassez vive en una cierta normalidad, libre en Francia, Vallarta sigue preso esperando que alguien mire su caso con la misma bondad malinchista con el que la Suprema Corte de Justicia vio el de su supuesta cómplice.
Hace algunos años, en 2008, el documental Presunto culpable, ya nos había demostrado que los torcidos caminos de la justicia en México pasan por el ego de jueces y magistrados que incluso demandaron a los productores del documental al sentirse exhibidos en su arrogancia, prepotencia, falta de autocrítica, pero sobre todo en su incapacidad por aplicar la justicia de manera transparente y correcta.
La biografía novelada de Fernando Gutiérrez Barrios, Un hombre de confianza, escrita por Fabrizio Mejía Madrid, otra imperdible del género “La justicia es un caso de bipolaridad en México”, es pan con lo mismo. Los tres trabajos son impecables y devastadores de un sistema de justicia que nada tiene de justo, de imparcial y mucho menos de transparente. Existen muchas otras obras periodísticas o de ficción basadas en hechos reales que tienen como tema la injusta forma de impartir justicia en México.
Existe una gran cantidad de mexicanos que atacan todos los trabajos que hablan de la realidad del país, que pretenden tapar el sol con un dedo prefiriendo las estupideces como La casa de las flores o preferenciando la vulgaridad verbal de series como Club de Cuervos a la vulgar brutalidad e ingobernabilidad en la que vivimos. Pero por más que nos deleite la comedia, la realidad está ahí para recordarnos todos los días que la injusticia y la impunidad son lo que impera en el país.
Esta semana los ejemplos están ahí. La presa política o mejor dicho la presa por el enojo y capricho de Enrique Peña Nieto, Elba Esther Gordillo fue liberada como si nada hubiera sucedido en seis años para ella, para su familia o para la sociedad mexicana. El hecho de que existan aun sospechas de como esta mujer logró una fortuna que es obscena para los mexicanos, una afrenta para el gremio de los maestros y una petulancia entre políticos al parecer escapa de los tribunales de este país. El posible cambio de cargos de Javier Duarte para que de esta manera enfrente a la justicia desde la libertad, ponga en la calle a este torpe corrupto, todo ello sin el menor cuestionamiento de la sociedad y mucho menos de los medios y los arrogantes columnistas que se autonombran pomposamente la comentocracia como si realmente fueran influyentes en algo. El que un hombre robe unos panecillos produjo el linchamiento por los medios y la sociedad civil a través de las redes sociales, pone el mundo al revés en materia de prioridades. No disculpo a este hombre, ni pretendo banalizar el crimen cometió. Pero acaso ¿No deberíamos estar más indignados porque un hombre que autorizó la venta de agua como tratamiento para niños enfermos de cáncer para ganar millones de pesos, salga impune cuando habría que tratarlo como un genocida?
México es un país donde la justicia es bipolar y mientras muchos mexicanos pasan años tras las rejas sin un proceso rápido y eficiente, el estado dirigido por hombres tan corruptos como Enrique Peña Nieto o Felipe Calderón decidieron cada uno en su momento ejercer todo el poder de la diplomacia mexicana para liberar uno a Humberto Moreira en España, el otro para mantener en la cárcel a Cassez y arruinar la relación de México con Francia.
Pero ninguno de los dos se preocupó por hacer que el poder judicial en México fuera mejor, más eficiente, expedito, transparente y justo. Por eso se siguen escribiendo libros al respecto que ganan o no premios internacionales y que dejan al descubierto la dislalia existente entre el discurso oficial y la oratoria real en los tribunales. Hasta podríamos en una nostalgia enferma decir: ¡Ah que buenos tiempos los de Fernando Gutiérrez Barrios!
Me preocupa el silencio o las declaraciones capoteando el temporal del Presidente Electo al respecto, porque parecería que en ese sentido seremos testigos de nuevos casos de impunidad, de opacidad y de cinismo. 

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