lunes, 9 de mayo de 2011

La Muerte final de Juan Pablo Castel

“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué.”


Armando Enríquez Vázquez


Así Inicia uno de los libros más bellos y una de las historias más tortuosas que se escribieron el siglo pasado en el mundo. “El túnel”.

Publicado por primera vez en 1948 y leído por mí a finales de los años setenta, “El túnel”, es un verdadero descenso al infierno de la soledad y los celos.

Después leí “Sobre héroes y tumbas” y por finalmente como dictaba el orden cronológico “Abaddón, el exterminador”. Esos son los tres trabajos de ficción que convirtieron a Ernesto Sábato en una de las más importantes voces literarias de su país y de Hispanoamérica. Durante los siguientes treinta años espere en vano la publicación de una nueva novela de éste autor.

El pasado sábado 30 de Abril pasado falleció Ernesto Sábato. Tres novelas bastaron para hacerlo uno de los escritores argentinos más importantes del siglo pasado junto con Borges, Cortázar y Bioy Casares.Lo sobrevive el paranoico “informe sobre ciegos”, donde la bizarra cofradía de invidentes termina por poner a cualquiera en contra de los ciegos.

Cuando lo leí “ Sobre héroes y tumbas” por primera vez, imagine a los ciegos parados de manera siniestra en los andenes del metro de Buenos Aires vendiendo aquellas “ballenitas” de plástico, como quien vende peluches, llaveros o dijes en una de las esquinas de nuestra ciudad, era una imagen perturbadora, habrían de pasar algunos años antes de que una amiga argentina me explicara que “las ballenitas” era la forma coloquial en la que los porteños se referían a las pequeñas placas de plástico que se introducen en el cuello de las camisas para darles rigidez. La imagen aunque más mundana no perdió su aura siniestra. Después de la lectura nunca he vuelto a ver a los ciegos de la misma manera.

Asimismo a Sábato le debo el haber estrechado la mano delgada y huesuda de Jorge Luis Borges, y no porque físicamente conociera a ninguno de los dos, pero la descripción sencilla y vívida que Sábato hace del rápido encuentro del personaje principal de la novela con Borges en “Abaddón, el exterminador”, me hizo como a los millones que conocen el texto vivir y estrechar la mano del escritor.

Siempre he creído que el libro encuentra a su lector, que entre los libros existe esa conjura para llegar a las manos de uno en el momento preciso para modificar nuestra vida, eso nos sucede con todos los libros que leemos, para bien o para mal, en mayor o menor grado, incluso aquellos que nos son intrascendentes, pues sólo nos hacen perder el tiempo.

Nada diferente sucedió con las novelas de Sábato, llegaron cuando debían llegar a mi vida y marcaron por ellas y por el argentino ese gusto que se tiene al tener un amigo cerca.

Cuando un escritor muere la única certeza que nos queda es que nunca más leeremos nada nuevo de él y aunque esto sea una perogrullada, la verdad es que este hecho vuelve al mundo un lugar más solitario, más desierto. Ha muerto un miembro de la familia y aunque a veces ni fotos hayamos visto de él, en nuestras estanterías están los libros, son los lazos que nos unen sentimentalmente con nuestros escritores favoritos esos que podríamos llevar a una Isla desierta o tenemos cerca de la cabecera de la cama.

Los números, fríos datos de almanaque y estadística, Sábato nació en 1911 en Rojas en la provincia de Buenos Aires. Sábato fue primero físico, un científico, y al final se ocupó por los derechos humanos, su campaña por los desaparecidos de la “Guerra Sucia” en Argentina, le llevo las décadas finales de su vida, pero ante todo fue un humanista, sus ensayos que sobrepasaron en número a sus ficciones así lo demuestran. “Uno y el universo” y “La resistencia”, el primero y uno de los últimos son clara muestra del espíritu de Sábato. Y murió a dos meses de cumplir cien años.

Uno debe siempre agradecer no sólo al texto sino a aquel que lo escribió. Sirva este pequeño texto como homenaje al creador de tres novelas que son pilares, no sé si de la literatura argentina, hispanoamericana o mundial. Pero me queda claro que son fundacionales en mi historia como lector y como ser humano.

Gracias Ernesto.

Descanse en la paz merecida Juan Pablo Castel.


Publicado en blureport.com.mx 9 de Mayo de 2011

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