lunes, 1 de agosto de 2011

Trabajar a fuerzas.

La mayoría de los seres humanos dependemos de un trabajo para sobrevivir, a pesar de los avances tecnológicos y sociales de los que presumimos, muchas veces el lugar de trabajo se vuelve una moderna plantación de algodón.


Armando Enríquez Vázquez


El otro día llamó mi atención una carta de renuncia del empleado de un supermercado en Toronto, Canadá, dada a conocer a través de Internet. Este hombre, de quién se mantiene el anonimato, tras cuatro años de trabajar para la empresa, se cansó de las políticas de la misma y el trato a los empleados, así que un viernes, hace quince días, por la tarde envió su renuncia vía correo electrónico a todos los empleados de la compañía, sin importar la jerarquía. Alguno de ellos subió la renuncia a Internet e inmediatamente ésta llamó la atención de los medios de comunicación y de la sociedad canadiense. La carta ha indignado a muchos y muchos otros se han solidarizado con ella, sobre todo empleados y ex empleados de la cadena de tiendas. La carta ha generado más de un millón de visitas en el sitio Gawker.com
¿Qué tiene de especial una carta de renuncia?, nos podemos preguntar. Muchas veces el renunciante tendrá ciertas palabras de agradecimiento y en otras todo lo contrario, mostrará sus frustraciones. En este caso es una larga perorata sobre la hipocresía de la empresa, sus políticas de reciclaje de comida, el maltrato a sus empleados y la falta de incremento en los salarios de los mismos. También, es una constante queja acerca de sus compañeros trabajadores y sobretodo es la lista de frustraciones de éste hombre, qué al parecer siente que la empresa para la que trabajó le falló. No le cumplió lo prometido al contratarlo y ante todo al parecer no le permitió desarrollarse profesionalmente.
La verdad es que todo esto son sólo suposiciones, a lo mejor tras un problema personal este hombre sintió que el mundo se le desplomaba y perdió el control de todo, culpando en su desesperación a la empresa. A lo mejor todo era cierto y la empresa es una farsa, una cara bonita para los clientes y un infierno para los trabajadores. En una sociedad cada día más aséptica, como lo es la canadiense y que a veces como la nuestra trata de imitar el puritanismo de las ideas de los Estados Unidos, sin importar el color de las mismas ideologías; tan intransigente el gobierno del DF, como el Tea Party. En ese mundo norteamericano que sólo ve en blanco o negro y se escandaliza de las papayas mexicanas, pero no de la construcción de oleoductos en Alaska, lo más sencillo es ver a alguien que voltea y bajo su propia perspectiva ataca a la compañía donde trabajó de manera viral, como un justiciero o un malagradecido; un acto no sólo de escándalo, sino de venganza y hasta para algunos ingenuos de denuncia social. Canadienses, norteamericanos y mexicanos presumen a las empresas donde las oficinas se convierten, en espacios lúdicos. Esas pocas, donde los empleados lejos de quedar atrapados en un cubículo semejante a una caballeriza, que proponen espacios abiertos de trabajo, amplias áreas comunes para discutir y resolver los problemas, en las cuales la verticalidad de las jerarquías es hasta cierto punto nula y la productividad del empleado parece incrementarse ante la sola idea de la “libertad en el trabajo”. Pero el estilo Google no se puede implementar en la línea de producción de una fábrica de refrigeradores o en una planta de energía eléctrica.
En el párrafo final de carta de éste anónimo empleado se lee: “Como ya lo he dicho anteriormente a lo largo de esta carta, trabajan en un supermercado. Relájense. Whole Foods (que es el nombre de la tienda) siempre intentará hacerles creer que les está haciendo un gran favor al contratarlos, cuando en realidad es un acuerdo mutuo. Que no los hagan sentir culpables, ni menos. Sí llegan a enfermar avisen que van a faltar o así como de cualquier otro imprevisto que se les presente, existen leyes para evitar que abusen de ustedes. Y si piensan que las cosas son como son y no tienen remedio, entonces ustedes son el mayor componente del problema…Disfruten de la vida, que es muy corta”.
Más allá de los lugares comunes y de la inusitada curiosidad de los internautas para una carta de renuncia, el final de la carta puede hacernos reflexionar sobre la situación laboral mundial, donde la oferta de trabajo parece ser cada día menor y los desempleados a nivel mundial crecen. Por un lado tenemos una fuerza laboral que pareciera conformista y agradecida por tener trabajo, cualquiera que este sea para llevar su sustento a casa y por otro a una población carente de trabajo, obligada por lo mismo a dedicarse al crimen o a prostituirse, y en el peor de los casos a dejarse morir en la indigencia o el abandono. Hoy podríamos decir que a nivel mundial mucha gente mataría por tener un trabajo.
Otro papel importante lo juegan las autoridades que en diversas formas de corrupción desde sobornos hasta flexibilización de las leyes han permitido a lo largo y ancho del mundo el menosprecio de la persona en aras de la productividad.
En los últimos años han existido campañas a nivel mundial contra ciertos productos, en especial aquellos que se fabrican en algunos países de Asia por utilizar una fuerza laboral infantil, que sufre los mismos horrores que sufrían los niños en la Inglaterra del siglo XIX. Pero eso no ha sido suficiente, ni será efectivo pues muchos de estos niños representan el sustento de sus muy pobres hogares. La paradoja de siempre; lo que para las sociedades occidentales es una infamia, para otros es una bendición. Pero aún esto es una falacia porque lo que no toleran las sociedades del primer mundo y sus sindicatos es el desplazamiento de la fuerza laboral.
Lo cual nos lleva a otro componente de la ecuación; el cinismo y prepotencia no sólo de los empresarios si no de sus más serviles empleados y subalternos. Directores ejecutivos y jefes de área, cual decimonónicos capataces de fábrica atemorizando y amenazando a los empleados. Lo mismo de siempre; entre más poder pretenda detentar un pequeño hombre más déspota y patán será con sus colaboradores.
Trabajar entonces se vuelve en el sentido marxista la explotación del hombre por el hombre. Sólo entonces se entiende la empatía de es más de un millón de visitantes con el que firma la renuncia.
Muchas constituciones occidentales hablan del derecho al trabajo. Todos, en teoría, tenemos el derecho a desarrollarnos y crecer profesionalmente en un ambiente laboral sano, sin el acoso y amenazas de dictadores frustrados y sus mezquinos intereses. Tenemos derecho a leyes laborales justas y sistema de seguridad social y laboral.
Pero para la gran mayoría de los seres humanos la realidad es otra y lo anterior es sólo una más de tantas utopías.


Publicado en Blureport.com .mx el 1 de Agosto 2011

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