jueves, 9 de agosto de 2012

Electroshocks y pastillas para sobrevivir


La memoria de cada uno de nosotros está llena de cosas buenas y cosas malas, ¿Es posible seleccionar lo que queremos recordar? ¿Dejar fuera de nuestra vida aquello que nos hace sentir mal o tristes? Al parecer aquí vienen los nuevos electroshocks.

Armando Enríquez Vázquez

Hace poco vi la temporada cinco de Mad Men, en uno de los capítulos uno de los personajes se interna en una institución psiquiátrica para, de manera voluntaria, recibir un tratamiento de electro shocks que borre de su memoria su pasado reciente. Para olvidar aquello que la hace cuestionar su realidad y sus relaciones.
La memoria humana es de una fragilidad pavorosa. Todo lo que somos está ahí archivado, guardado en nuestro cerebro, lo bueno y lo malo, el éxtasis y el trauma y sin embargo alteraciones físicas como golpes o químicas pueden hacer que todo cambie. ¿Cuántas veces hemos visto películas, leído libros, donde el argumento central se basa en esa realidad que percibimos a través de la frágil certeza que nos da el cerebro humano y su manipulación? Sabemos que nuestra forma de ver el mundo y percibirlo puede ser alterada por sustancias naturales o inducidas en nuestro sistema. Aldous Huxley, el autor del Un mundo feliz,  con tal de no enfrentar a la muerte prefiero ser drogado con mezcalina, el agente activo del peyote, y abrir por última vez sus puertas de la percepción, en su lecho de muerte.
Acabó de encontrarme con un artículo, publicado por la revista Wired del mes de Febrero de este año, que habla de las investigaciones que se hacen hoy en día en el campo de la memoria y de cómo se está atacando el problema de las experiencias traumáticas de los seres humanos. Al parecer nuestros recuerdos se reconstruyen cada vez que los evocamos. Una proteína es la encargada de hacerlo y de acuerdo a nuestro estado de ánimo y nuestra realidad del momento nuestros recuerdos se vuelven selectivos, recordamos cosas muy específicas acerca de los momentos que seleccionamos recordar, sabores, caras sensaciones, mientras que otros del mismo momento se nos olvidan y quedan para siempre borrados de nuestro cerebro. Aprovechando esta particularidad de nuestra memoria un neurocientífico de nombre Karim Nader se dio a la tarea de inhibir la acción de la proteína encargada de la reconstrucción de los recuerdos en el momento de la evocación, logrando bloquear a la proteína consiguió que ratas de laboratorio olvidaran un sonido agudo que las prevenía de una descarga eléctrica y ante el cual con anterioridad las ratas se paralizaban de terror esperando la descarga eléctrica. Esto sucedió a finales de la década de los noventa del siglo pasado.
Los esfuerzos actuales están centrados en encontrar las sustancias más efectivas para lograr borrar memorias traumatizantes que le impiden a un ser humano el funcionar de manera “normal” dentro de nuestra sociedad y poco a poco, conforme la neurociencia consigue entender este mecanismo de formación y restablecimiento de la memoria se acercan más a lograrlo. Para algunos de los científicos involucrados en este tipo de investigaciones, es ahora claro que la terapia, la psicología y la psiquiatría han sido inútiles. En tanto se pueda atacar el problema en su origen los resultados serán permanentes y se habrá logrado borrar de la mente de los seres humanos esas experiencias que los incapacitan. En teoría los hombres y mujeres enfrentan la posibilidad de ser felices. Estas nuevas drogas atacan un recuerdo en especifico, en teoría, el resto del cerebro y de los recuerdos permanecen ahí intactos.
Pero entonces surge una pregunta: ¿Cuánto tiempo falta antes de que del mostrador de una farmacia podamos conseguir esa pastilla que nos haga olvidar un amor o un fracaso profesional? ¿Cuánto para que un tirano nos administre la pastilla que nos haga olvidar nuestra posición política, nuestra ideología? O peor ¿Cuánto para tratar de hacer olvidar a los seres humanos la solidaridad y amor fraternal o filial que es el cemento de nuestras sociedades? ¿Cuánto para un verdadero lavado de cerebro, que deje al órgano en blanco y listo para ser de nuevo atiborrado de recuerdos y sensaciones?
Son nuestros fracasos, nuestros desamores, los rechazos parte de lo que nos impulsa a intentar de nuevo las cosas, son el cimiento de nuestros éxitos y alegrías. Es nuestra obstinación la que termina por romper paradigmas, por eso creo que a pesar de lograr borrar nuestras penas, y tal vez por eso mismo, volveremos a ser el único animal que se tropiece con la misma piedra dos veces.

Publicado por blureport.com.mx el 8 de Agosto de 2012
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