viernes, 12 de agosto de 2022

Tokyo Vice, reminiscencias del pasado.

 


Una nueva historia de mafiosos japoneses, con fuerza y una narrativa poderosa.

Armando Enríquez Vázquez

Advertencia: Zona de Spoilers en los siguientes párrafos. Mejor ve primero la serie que vale mucho la pena y después vuelve, le mi reseña y pon tus comentarios.

HBO Max estrenó este año Tokyo Vice, una serie que por nombre nos recuerda la famosa Miami Vice y no es casualidad. Es una serie de mafiosos y drogas, sólida, bien escrita, y con un sabor a series y una película del pasado. Producida por Michael Mann, entre otros incluido el periodista Jake Adelstein en cuyo libro homónimo se basa la serie, con guiones supervisados por el mismo Adelstein y un pool de escritores estadounidenses y japoneses.

La primera temporada consta de 8 episodios, donde vemos el ascenso o descenso profesional de Jake Aldestein (Ansel Elgort), el primer norteamericano contratado por el principal diario japonés Yomiuri Shimbum. Adelstein es asignado a la nota roja japonesa casualmente al inicio de una guerra entre bandas de Yakuza por la capital nipona.

La visión norteamericana de las puedo todas y de justicia, clásica en el imaginario gringo, está dibujada en los dos personajes estadounidenses principales de la serie; Jake Aldenstein y Samantha (Rachel Keller) una joven con un pasado religioso que decide abandonar la misión en Japón para dedicarse a vivir su vida mundana y convertirse en una hostess japonesa que es a la vez animadora y acompañante al interior de un bar japonés.

Emprendedora, testadura, desconfiada Samantha pretende abrir su propio bar, pero surge un problema cuando su amiga, la también hostess Polina (Ella Rumpf) adicta y novia de un proxeneta japonés desaparece y Samantha hará todo lo posible por encontrarla.

Al lado de estos gringos idealizados, adalides de la democracia, la equidad y la libertad de expresión, se encuentra el hampa japonesa, los Yakuza y un policía que se niega a aceptar cualquier tipo de crímenes al interior de la sociedad japonesa. Pero sobre todo un sistema corrupto que está entrelazado con la tradición centenaria de la forma de vida del japonés.

Hiroto Katagari (Ken Watanabe) es el policía recto frente a una poderosa fuerza del crimen organizado que corrompe a la mayoría de los miembros del cuerpo policiaco y que como sabemos en muchos países esta confabulado con ministros, secretarios de estado, jueces y hombres de poder. Jin Miyamoto (Hideaki Ito) es el lado opuesto de la moneda, el policía corrupto capaz de hacer todo para proteger al grupo Yakuza dirigido por Tozawa (Ayumi Tanida) que intenta tomar el control de Tokio. Miyamoto fue comprado por el crimen que se encarga de las cuentas del hospital de su hijo menor de edad, que necesita un costoso tratamiento.

La mafia japonesa está perfectamente retratada y contrasta por la tradición y el supuesto honor con la actitud “caótica” en la vida de los norteamericanos. La llegada del grupo moderno que dirige Tozawa y busca imponer el mercado de la droga, sobre el clásico de la extorsión, que maneja el clan de Ishida (Shun Sugata) es el argumento central de esta subtrama de la serie. Lo que de alguna manera recuerda al Padrino y ese dilema que representan las ganancias de las drogas y la decadencia social a la que conlleva la adicción.

Sato (Sho Kasamatsu), un hampón al alza, encargado en un principio en recolectar las extorsiones del grupo de Ishida, su jefe inmediato es un traidor que al ser descubierto se suicida, Ishida en ese momento asciende a Sato. Sato esta enamorado de Samantha, una gaijin con la que no puede aspirar a una relación seria si quiere mantenerse dentro de la tradición Yakuza y a quien todas las noches observa en el bar y los celos surgen al llegar Aldestein al bar y comenzar a interactuar de manera muy occidental con ella.

Son las dos visiones del mundo, la trama y la causa de todo lo que sucede en la serie, y a pesar de que existe un policía honrado y una sufrida jefa de redacción de la nota roja, la contundente realidad aplaca la visión romántica de los gringos y la esperanza de cambio de los japoneses. Y tanto por el personaje de Samantha, como por la trama de norteamericanos entrometidos en el mundo del hampa japonés, es inevitable recordar la gran película de Ridley Scott de 1989 Black Rain estelarizada por Michael Douglas, Andy García, Ken Takakura y Kate Capshaw en el papel Joyce, que 33 años después da pie a Samantha, en la que dos policías norteamericanos llegan a Japón en busca de un Yakuza  

La cultura japonesa en su rigidez, machismo y misoginia está claramente representada en los periodistas, Eimi (Rinko Kikuchi), la jefa de redacción de la nota roja del diario es maltratada y despreciada por su jefe y su reportaje sobre la violencia familiar contra las mujeres, desdeñado a las páginas menos importantes del diario. Pero no es el único caso; el dueño del bar donde trabaja Samantha, la visión de los Yakuza sobre las mujeres, pero al final no esta tan alejada de la propia visión y forma de ser de los occidentales.

Mención aparte merece la secuencia inicial de los créditos de la serie, una de las mejores que he visto en los últimos años y que merece un lugar frente a otras entradas de series de este siglo como Mad Men, Game of Thrones y Banshee creada a partir de un cuerpo con tatuajes de estética japonesa y habituales entre los Yakuza.

Maniquea ideológicamente como todas las series norteamericanas Tokyo Vice sin embargo, es una serie de gran fuerza y una ficción que nos absorbe. Espero ya la segunda entrega de la serie.

imagen HBOMAX

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