viernes, 25 de enero de 2019

¡Buenos días México!



En la era de la 4T el estilo personal de gobernar intenta hacernos ver a un presidente coloquial, cercano a la gente, abierto a los medios, pero también nos muestra de lleno la figura del hombre que nos gobierna.

Armando Enríquez Vázquez

Todas las mañanas a la siete de la mañana Andrés Manuel López Obrador sale con un abrigo muy fifí a informar a la nación lo que el considera necesario dar a conocer, en esta parte no es diferente a ninguno de sus antecesores. El Estado Mexicano desde que yo recuerdo se basa en un gobernante lleno de reflectores cuando este decide presumir y hablar de sus grandes obras, así se trate de dar a conocer que destaparon una coladera para que no se inunde la calle y lo llaman: “Rectificación del curso de la corriente para el beneficio de la población y su mejor tránsito por las vías secundarias” o algo igual de zonzo y rimbombante, este es un país de eufemismo donde hace décadas aprendimos que encharcamiento, por ejemplo significa inundación y después nos preguntamos porque nos subtitulan en España. En ese sentido López Obrador únicamente perpetua la tradición de los gobernantes de cacarear huevos, sin que realmente gobiernen. A eso ya estamos acostumbrados también.
Pero en teoría, tras el auto cebollazo, el presidente al diariamente permitir una tanda de preguntas y respuestas habla con la prensa de muchas de las inquietudes de los periodistas, de la sociedad por extensión y en cierta forma de las preocupaciones que marcan la agenda de los dueños de los medios. Lo que no sucede. Quienes hemos seguido casi a diario las conferencias del presidente sabemos y reconocemos ya esa habilidad que tiene para acomodar el balón a modo y la gran mayoría de las veces a fuerza termina en monólogo basado en la sordera selectiva del presidente. López Obrador tiene una serie de muletillas recurrentes; la corrupción que ya se acabó, el pueblo mexicano que es bueno y es sabio, sus antecesores y las prácticas mafiosas que estos ejercían desde el poder. Todas estas frases construidas en dieciocho años de campaña, no abandonan al hombre que ya es presidente de México, con ellas evade contestar de manera directa y certera preguntas que no sé si le son incómodas o no conoce bien la respuesta.
El problema es que el presidente todas las mañanas se siente entre rockstar y maestro de ceremonias al mismo tiempo; por un lado dando la palabra a funcionarios que presentan el tema que el presidente quiere dar a conocer y que no se pueden salir del guión escrito y a los periodistas que lo interrogan al más puro estilo del gobierno americano, aunque una de las novedades que implementó el viernes 11 de enero, en plena crisis del abasto de la gasolina, fue a la mejor manera prianista del estilo de gobernar sembrar a un periodista afín a él para que le preguntara a modo y aprovechó para darle un espaldarazo a la apagada carrera de Ricardo Rocha que fue en parte vetado por el PRI y el PAN por apoyar desde siempre al tabasqueño como sucedió con otros, pero es claro que Rocha no es Aristegui a quien desde hace décadas se le reconoce como crítica y de oposición.
De esta forma el presidente contesta lo que quiere y como quiere en lugar de las preguntas de periodistas y de paso en el más puro estilo de Donald Trump aprovecha para atacar y menospreciar a sus adversarios, a quienes piensan diferente a él y a la oposición. Claro siempre termina este tipo de ataques con la frase condescendiente de quien sabe que tiene el poder, haciendo énfasis en que él respeta la opinión de todos y su derecho a discernir. Lo que claramente es una mentira, pues cinco segundos después con su dedo flamígero acusa a los conservadores, a los fifís, a los emisarios del pasado.  
Otra cosa de llamar la atención del discurso diario del presidente es el abuso de palabras como “creo” o “supongo” estos dos verbos, sus sinónimos y equivalentes no están permitidos en el discurso de un presidente que debe dar seguridad a los gobernados de que tiene la situación ubicada, controlada o que tiene el conocimiento suficiente que le permitirá tomar las decisiones correctas, esa forma de expresarse por más sincera que sea sólo brinda incertidumbre en los ciudadanos. 
Después de dieciocho años de campaña en los que siempre que quiso llamar la atención López Obrador optó por decir que tenía datos e información sobre sus adversarios políticos y que nunca pudo enseñar, pero que le sirvió para sembrar la semilla de la duda y el rumor entre sus seguidores, hoy como presidente no puede, como lo ha hecho ya, recurrir a esa forma de actuar. Es cierto que hay información que como jefe del Estado él tiene y no puede hacer pública, lo que no puede hacer es decir: “Tengo datos que pronto les daré a conocer” para que el tema se olvide en la noche de los tiempos.  Como tampoco puede prometer hacer llegar información a los periodistas, lo que nunca sucede y peor no puede dar información para que después sea desmentido por sus propios secretarios como sucedió en el caso de los depósitos de combustibles en el NAIM que el presidente anunció en una de sus mañaneras y que después desmintió el Secretario de Comunicaciones y Transportes Javier Jiménez Espriú.
Tal vez no sea culpa de López Obrador, si no de los serviles y mediocres asesores de los que se ha rodeado el presidente, incapaces de contradecir a un hombre que no acepta críticas, ni comentarios. Sin embargo, lo que en principio quiere ser una estrategia de comunicación y de imagen del presidente de los mexicanos, resulta el petardo que dinamita esa misma estrategia en la muchos de los casos, porque alguien no esta prestando atención a los temas que todas las mañanas pretende tocar el presidente y no le prepara la información correspondiente. Por tratar de parecer conocedor y dueño de la situación, él mismo se muestra ignorante de los temas más importantes y reales de la agenda nacional.
En su protagonismo característico el presidente ha obligado a sus funcionarios a quedarse callados, ha desaparecer de los medios; sólo él puede hablar, informar y gobernar el país. La misma Jefa de Gobierno de la Ciudad de México Claudia Scheinbaum al ser cuestionada sobre el problema de la gasolina respondió al periodista, molesta; “No soy la vocera de cuando se resuelve un tipo de problema como este el vocero es el presidente de la República…” para la fiel aliada de López Obrador es claro que la única voz que cuenta es la del tabasqueño aunque eso cambie su estatus de presidente por el de un simple vocero.
La crisis en la comunicación del Estado en general ha quedado al descubierto en la semana del inicio de la crisis del desabasto de gasolina; en la parte más esencial porque ni el presidente ni los secretarios correspondientes y mucho menos el director general de PEMEX, parecen ser capaces de diferenciar entre dos puntos cruciales del discurso oficial: La crisis del desabasto por un lado y la lucha contra el huachicoleo por el otro. La primera afecta de manera directa a la población y a la distribución de bienes de consumo en el país y el segundo es un acto similar al que en su momento asumió Felipe Calderón de luchar contra grupos criminales que atentan contra la integridad del país. Acción que debemos apoyar y congratularnos que el presidente haya tomado la decisión de hacerlo, porque así conviene a México y no porque le “hayan colmado el plato.” Como él mismo dijo porque entonces algo “ésta podrido en Dinamarca” y nos muestra que se gobierna desde la pataleta y no desde la razón y los intereses del país.
Para el presidente todo se limita a errores o corrupciones del pasado que han cambiado porque desde el primero de diciembre de 2018 la corrupción desapareció y porque desde la ingenuidad o la claramente desde la artera demagogia de quien ocupa Palacio Nacional: el pueblo bueno y sabio, con su pésima educación formal y la idiosincrasia inculcada por más de ochenta años de gobiernos iguales a los de López Obrador que ignoraron su responsabilidad como gobierno de enseñar al pueblo a pescar en lugar de darles un pescado, será el que ayude al presidente a combatir al crimen organizado. Algo que claramente ha quedado demostrado en los actos de esta semana cuando hemos visto a ese pueblo defender a huachicoleros y ser parte del problema.
Por otro lado, cuando el presidente habla de sabotaje y este acto contra el cual no ha hecho nada, a pesar de que se ha repetido innumerables veces durante los días de combate al huachicol, El presidente que tanto habla de los bienes de la nación que fueron saqueados está permitiendo exactamente eso, pues no actúa de manera directa contra estos terroristas que amenazan a México. Es más fácil criticar la posición de ciudadanos y medios que no comulgan con él que meter a la cárcel a quien en verdad atenta contra México.
¡Buenos días México, que todas las mañanas despiertas con la ingenua esperanza de buenas nuevas que nos ofrezca nuestro presidente!

publicado el 18 de enero de 2019 en blureport.com.mx

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