viernes, 10 de noviembre de 2017

México es grande y es un gran mercado.



Todos los potenciales de México los anula la corrupción, la impunidad y la complacencia de los mexicanos con el gobierno corrupto.

Armando Enríquez Vázquez

Ser el país con más hispanohablantes del mundo. El país número 14 en cuanto a su extensión territorial. Somos la quinceava economía del planeta. Eso nos pone en la marquesina para la inversión y el crecimiento, eso sin contar nuestra envidiable cercanía con Estados Unidos. ¿Entonces por qué estamos tan mal?
La primera porque somos el país más corrupto de Latinoamérica, la segunda porque somos el país más corrupto de Latinoamérica y la tercera porque somos el país más corrupto de Latinoamérica.
La corrupción es la madre de la opacidad, de los asesinatos de periodistas, de los secuestros y de la inseguridad, de los feminicidios tan comunes en el país y de la trata de personas que va desde la prostitución hasta los esclavos que existen en diferentes zonas del país.
Con más de dos veces la población de España, Colombia o Argentina, México lleva estancado en su economía desde hace más de 48 años cuando el bandido de Luis Echeverría devaluó la moneda tras un sexenio de derroche y robos que puso ejemplo y norma a los que siguieron incluyendo los gobiernos panistas de Vicente Fox, quien aún nos debe la explicación de las fortunas de los hijos de su esposa y Felipe Calderón, pero la cúspide de esa corrupción, de la opacidad, del poder ejercido desde la violencia ya sea la censura, el amedrentar o el asesinato, la colusión con el crimen organizado se ha dado en el presente sexenio. Cuando el llamado Nuevo PRI se ha encargado de burlarse de los mexicanos, ha despreciado a México y lo ha convertido en su negocio. Un partido y un presidente que obviamente no cree en las leyes, ni en las instituciones que su mismo partido fundó y estableció.
En 1988, cuando el panista Manuel Clouthuier estaba en campaña presidencial, yo vivía en Xalapa, Veracruz. Una mañana Maquío tuvo un acto en el café La Parroquia de la capital veracruzana. Atiborrado el lugar, nada comparable a las días más tardes masas que llenaron el centro de Xalapa para ver y apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas, recuerdo que con el calor primaveral Clouthier se limpiaba el sudor con un pañuelo, mientras comenzaba el acto con la frase: “A mi denme Veracruz y yo pago la deuda externa.” Algo parecido declaró el narcotraficante Rafael Caro Quintero tres años antes cuando aseguró que si lo dejaban seguir con el trasiego de droga él podía pagar la deuda externa del país. Una deuda que ya en 1985 era resultado del accionar de bandas de ladrones bien conocidas y comandadas por Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado. Entre los lugartenientes de esos pillos, también conocidos como gobernadores y secretarios de estado se encontraba Guillermo Cosío Vidaurri, quien curiosamente era tío de la entonces pareja sentimental del capo; Sara Cosío. Así son las alianzas de los priístas con el crimen organizado y para quien lo dude, hoy que Caro Quintero vuelve a ser uno de los criminales más buscados por las autoridades estadounidenses es porque misteriosa y sorpresivamente fue liberado una madrugada en el inicio del sexenio actual.
La riqueza de México y el potencial para vivir de la exportación agrícola legal o ilegal está a la vista de todos, menos de aquellos que desde Palacio Nacional siguen siendo unos agachones frente a empresas extranjeras como OHL. El mismo gobernador actual de Guerrero, Héctor Astudillo, planteó al inicio de su gobierno la necesidad de legalizar la siembra de amapola para crear un mercado de opiáceos de calidad médica. Nadie le hizo caso y guerrero eshoy uno de los peores polvorines del país. Veracruz sirvió para que Fidel Herrera, Javier Duarte y su esposa Karime, así como todos sus acólitos se hicieran con la riqueza que habían decretado y mucho más. Ni que decir de lo sucedido en Nuevo León, Sonora del PAN, Chiapas, Oaxaca, CDMX. México ha hecho multimillonarios a los políticos que lo tratan como su negocio particular y nosotros lo permitimos.
México tiene toda la grandeza que proclaman los anuncios de la secretaria de Turismo, todo ese esplendor; ciudades coloniales, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas, sin problemas podríamos tener una “industria sin chimeneas” capaz de acabar con los números rojos con los que vivimos los mexicanos. Sin embargo, la corrupción y el crimen organizado se han encargado de que el país sea cada día menos atractivo para los extranjeros. Asesinatos, secuestros, robos, violaciones son algo a lo que se enfrentan aquellos que visitan nuestro país. Las cifras reales se nos esconden, pero los encabezados y las notas en diarios nacionales, estatales y de otros países no mienten. Los mismos mexicanos evitamos viajar a ciertas zonas y regiones del país.
No porque Margarita Zavala sea ignorante y no sepa ni de qué habla, quiere decir que la economía naranja no exista; nuestros museos, cultura, gastronomía son un motor económico que puede crecer de manera importante, pero que pueden hacer los vitivinicultores cuando sus tierras están vigiladas por los criminales dispuestos a secuestrar bajo la mirada de un gobierno cómplice. Algo que sufren no sólo los agricultores, porque repercute de manera directa en el precio de los productos al consumidor, sólo hay que ver como suben el limón y el aguacate michoacano cuando los miembros de la familia deciden poner un precio a las cosechas de los productores.
En México los órganos del estado hablan y presumen de la equidad de género, cuando más de la tercera parte de las entidades del país tienen una alerta de género, empezando por la entidad que gobernó Peña Nieto, el Estado de México, el más poblado del país.
México es un paraíso y así lo dibujo el gran Abel Quezada en aquella famosa caricatura en la que para no conceder esa gran ventaja Dios le pone al mexicano al territorio y asunto resuelto.
Estamos a punto de iniciar un nuevo proceso electoral y dentro de ocho meses tendremos un nuevo presidente electo, en el mejor de los casos, en el peor; un conflicto poselectoral similar o peor al de 2006. Depende de nosotros elegir y exigir a quien resulte electo hacer de México una verdadera potencia, salir de nuestra mediocridad como nación, porque en muchos sentidos debemos estar marcando la pauta de muchas de las cosas que suceden en el mundo hispanohablante y en general también. Encarcelar o llevar a juicio a tanto político ladrón que ha hecho del país un botín y de sus electores su burla. ¿O realmente nos conformamos con ser ese personaje con el abominable sombrero de charro que Dios puso a habitar un pedazo del paraíso, en la caricatura de Quezada?

publicado en blureport.com.mx el 3 de noviembre de 2017
imagen. Abel Quezada

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