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jueves, 26 de enero de 2017

La publicidad del premio Nobel.




¿Necesitamos que los premios sean reconocidos por las masas? ¿No es todo acto de artístico un acto elitista?

Armando Enríquez Vázquez
Más allá de si Bob Dylan merece o no el Premio Nobel de Literatura, lo importante es la atención que se ha generado alrededor de la Academia Sueca, de su decisión, del Premio Nobel de Literatura en sí y de la importancia o no de otorgar premios a diestra y siniestra en cualquier disciplina, bajo el pretexto de los tiempos en los que vivimos.
Desconozco qué tan bien posicionados los premios suecos se encuentren hoy en la mente de los jóvenes, porque antes de esa discusión habría que recordar el alejamiento de muchos jóvenes de los libros.
La designación del cantautor como Premio Nobel de este año, desató en redes sociales una verdadera polémica e hizo a mucha gente voltear en dirección de Estocolmo. Tampoco está claro si los académicos suecos, o quien se dedique a llevar las relaciones públicas de los Premios Nobel estaba consciente de lo que una decisión de este orden iba a tener y la polémica que desataría a su alrededor, pero existen ciertos hechos que pueden despertar suspicacias.
La Secretaria Permanente de la Academia Sueca Sara Danius declaró tras el anunció del premio que este año no les había costado ningún problema al tomar decisión, y que esperaba que nadie criticara a la Academia. Algo que obviamente no sucedió y probablemente la decisión de 2016 ha sido una de las más criticadas y polémicas. Algo que fue en ese sentido un riesgo calculado por la Academia, porque no existe mala publicidad según algunos.
Los Premios Nobel tienen un prestigio de ciento quince años, que sólo se ve cuestionado, en el caso de muchos de los galardonados con el premio de la Paz. Por ejemplo, Barack Obama a quien se le otorgó el premio en 2009 o la Unión Europea en 2012, sólo por nombrar dos de los más recientes.
Incluso cuando nos referimos a premios que representan el mayor logro en disciplinas en las que no se otorga el Nobel, lo hacemos utilizando a los premios suecos como referencia. El Premio Nobel de la Arquitectura, al referirnos al Premio Pritzker, por poner un ejemplo. Esta comparación pone en su justa dimensión la importancia y la calidad del premio, en una era en que tenemos premios en cada esquina y por cualquier tontería.
Hacer conscientes a los jóvenes de la importancia de los reconocimientos y existencia de la Fundación Nobel, ha sido una preocupación de la misma. Por eso a partir del año 1994, la noche siguiente a la premiación del Nobel de la Paz, se lleva a cabo un gran concierto con cantantes y músicos de todos los rincones del mundo. A lo largo de veintiún años han participado Alanis Morrisette, Sinéad O’Connor, Sting, Santana, Enrique Iglesias, Yo-Yo Ma, Alicia Keys, Lang Lang, Esperanza Spalding, entre muchos otros. La mayoría de ellos autores escuchados por los jóvenes. El año pasado se transmitió el concierto por Internet.
El dinero de este concierto no proviene del testamento del Alfred Nobel, quien dejó indicaciones y restricciones muy claras acerca de cómo utilizar su dinero, pero como marca El Premio Nobel está buscando reposicionarse entre la juventud a través de sus intereses más conocidos y las nuevas plataformas tecnológicas y también recurre a patrocinadores que le financian este concierto que acerca a los jóvenes a los premios.
La cuestión es sencilla: ¿Necesitamos que los premios sean reconocidos por las masas? ¿No es todo acto de artístico un acto elitista? El mismo Dylan lo fue y lo sigue siendo. ¿No es una exageración más de la edad de lo políticamente correcto lo que ha ocurrido en Suecia? ¿No estamos frente a un acto de auto promoción que pretende asegurar el futuro de los premios?
No lo sé y mucha gente contestaría con un categórico no. Pero yo soy muy desconfiado.
Los premios parecen estar sobrevalorados en una época en que los seres humanos necesitan que se valide su trabajo. Una era en la que no basta con saber que lo hace uno por convicción, por amor, por el disfrute de hacerlo, una era en la que nada es válido sin el reconocimiento de personas con las que poco o nada hay en común.  En su caso a partir de este año tal vez más jóvenes estén pendientes del anuncio del ganador del Premio Nobel de Literatura en el otoño de 2017, lo cierto es que frente al silencio que guardó Bob Dylan por haber recibido este premio, durante semanas y su desprecio a aparecer durante su entrega, parece que en el sentido pragmático el tiro le salió por la culata a la Academia.
Lo que sí creo es que a partir de hoy habrá muchos escritores que empezaran a buscar otro premio que se convierta en el más excelso reconocimiento a la labor de un escritor literario.

Una primera versión de este texto se publicó en roastbrief el 17 de octubre de 2016
imagen. nobelprize-org




viernes, 21 de octubre de 2016

¿Y la Literatura?




Los premios más allá del efímero prestigio y el dinero que representan, no tienen ningún peso sobre el valor verdadero de la obra.

Armando Enríquez Vázquez

En una era de que decir multimedia es referirse a todo y a nada, pareciera que los miembros del jurado del Premio Nobel de Literatura han perdido en el cajón de la modernidad el significado de la palabra Literatura.
No es que siempre hayan sido los más acertados, y sabemos bien que en cuestión de gustos se rompen géneros y su omisión de grandes escritores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Louis Ferdinand Celine, Italo Calvino y otros grandes escritores ha sido reivindicada por la historia y los lectores, mientras la academia premiaba a políticos como Winston Churchill y personajes menores de la literatura.
Pero nadie es perfecto y menos a los ojos del otro.
Más allá de eso, esperar cada otoño el nombramiento del ganador del Premio Nobel guardaba, para mi lector, la magia de descubrir nombres de nuevos escritores o la alegría de ver a un escritor de mi gusto recompensado, como quien ve a un querido amigo ser reconocido y así me pasó con Gunter Grass, Mario Vargas Llosa, Harold Pinter, Octavio Paz o Seamus Heany. Gracias al Nobel he conocido escritores maravillosos como Kenzaburo Oé o Wislawa Szymborska.
Sin embargo, estos dos últimos años, debo reconocer, que me he quedado con amargo regusto ante la noticia del ganador de este premio. No por demeritar la importancia de la obra de Svetlana Aleksiévich, la cual debo reconocer no conozco. Así como tampoco la de Bob Dylan, músico al que admiro desde la adolescencia y forma parte del soundtrack de mi vida, sino porque la Academia ha decidido por personas que no son literatos en el más estricto sentido de la palabra.
Sabemos que los premios más allá del efímero prestigio y el dinero que representan, no tienen ningún peso sobre el valor verdadero de la obra, que no son más que buenos pretextos para celebrar el trabajo de una creación y darse un respiro para continuar. Lo preocupante es que un organismo del prestigio de la Academia Sueca, haya decidido borrar de manera tácita la palabra Literatura de su vocabulario.
El hecho de que tanto Aleksiévich, como Dylan escriban no los convierte en autores de Literatura. Aleksievich es una aclamada periodista bielorrusa cuyo mérito en la literatura es nulo. El periodismo es un oficio moderno que tiene como fin divulgar la verdad a través de la palabra escrita, pero no eso no lo convierte de ninguna manera en Literatura. La Literatura es una de las bellas artes y como tal una forma de expresión cuyo único fin se encuentra en sí misma a diferencia del periodismo que utiliza la palabra para alcanzar su fin. La Literatura no necesita ser clara, ni concisa. No pretende en el peor de los casos alcanzar de un sólo impacto a las masas. La literatura abreva en las aguas que ella misma crea y en ella se nutre y crece. No necesita, ni busca divulgar nada, más que a sí misma.
En el caso de las letras de las canciones de Dylan, por más elementos poéticos que lleguen a contener, unicamente están completas con la música que forma parte indivisible de la creación de Dylan, una obra no se puede desmantelar para utilizar la parte que se necesita para justificar una acción como la asignación de un Premio. Dylan ha escrito dos libros, una novela en 1971, titulada Tarántula y la primera parte de su autobiografía a la que llamo Crónicas en 2004, escritor pero no merecedor por dos títulos al Nobel de Literatura.
Hay quienes piensan y más hoy en un mundo multidisciplinario que la línea entre el periodismo o la escritura de letras musicales y la literatura es muy delgada. Lo cierto es que en tiempos de lo políticamente correcto; satisfacer a las mayorías, disfrazarse de progresista, hacer voltear a las mayorías hacía a un premio que no tiene y no tendría por qué satisfacer las expectativas de las mismas, parecieran razones suficientes para que la Academia Sueca decida borrar la palabra Literatura.
 Desde mi punto vista, el Nobel ha traicionado por dos años consecutivos, aunque no por primera vez, el valor y el significado de la palabra Literatura. Ha tergiversado su significado por así convenir a sus intereses políticos o populares. Con la aprobación de algunos escritores, me pregunto ¿qué dirían si esta actitud se comienza a convertir en tendencia y los premios más importantes de Literatura comienzan a otorgarse a cantautores?
Me encantaría ver un Grammy a un escritor, bajo la misma lógica absurda de lo interdisciplinar, Un Pullitzer a un documentalista y cómo reaccionarían las comunidades de la música o periodística frente a este hecho.
Bob Dylan es un trovador y uno de los mejores en la historia contemporánea de la música son duda alguna pero no es un escritor.
Y así, la Academia Sueca despreció por segundo año consecutivo a la Literatura.

publicado en blureport.com.mx el 14 de octubre de 2016
imagen: DeathtoStock.com