lunes, 10 de septiembre de 2018

La Izquierda mexicana como se parece a la derecha mundial.



La postura de López Obrador y sus correligionarios raya en acciones que lo unen más con la derecha que con la izquierda moderna y actual que él como stalinista desconoce.

Armando Enríquez Vázquez

Existen más de un detalle que nos dice que el primer gobierno llamado de Izquierda en nuestro país está muy lejos de serlo, en cambio sí esta cercano a emular a las derechas mundiales, históricas y actuales.
Una de las pifias menores que Andrés Manuel López Obrador ha cometido desde el día que fue electo por la mayoría de los mexicanos que esperan de él un cambio para ser nuestro próximo presidente fue, desde mi punto de vista, el haberse comparado con Donald Trump. Sí bien en el papel más ingenuo podríamos pensar que ambos líderes buscan lo mejor para sus gobernados y sus países por más que no simpatice con las ideas y la forma demagoga de ser de López Obrador, no lo puedo comparar con nefasto, siniestro e ignorante presidente de Estados Unidos. Ni creo que él en el fondo se imagine a sí mismo como El Trump de este lado de la frontera y sin embargo a pesar de lo que yo quiera creer puede que el próximo presidente del país vea realmente algo en el presidente norteamericano común en ambos.
El hecho de que desde su presidencia electa López Obrador pida la ayuda de la iniciativa privada para resolver problemas de inversión y de gasto del gobierno federal en diferentes terrenos, tampoco lo hace el presidente de la Izquierda que muchos de sus seguidores estaban esperando. La cercanía de Alfonso Romo y la lejanía de sus aliados históricos y simpatizantes de una izquierda estatista y stalinista como lo son Paco Ignacio Taibo II, John Ackerman o el mismo Gerardo Fernández Noroña al que se mando a la bancada del PT.
A diferencia de Lázaro Cárdenas que buscó la cercanía con el pueblo para poder dirigir mejor el país mientras se apoyaban los desarrollos agrícolas, tecnológicos y sociales, López Obrador quiere al pueblo cerca para que hagan de él a su ídolo, a su líder máximo de la misma manera que en su momento hicieron Benito Mussolini o el mismo Hitler, un fascismo demagógico disfrazado de Izquierda. Él no es un presidente al servicio de México, él es un hombre al que el pueblo bueno y sabio tiene la obligación de proteger y cuidar. No quiero decir, o no por el momento que las ideas de menosprecio por las clases medias y las clases altas que tanto le gusta manifestar al Presidente Electo nos vayan a llevar a una catástrofe social y económica, al fin de cuentas no le ha sucedido aun a Trump. Pero si debe alentarnos en cuanto a un discurso que puede causar una división mayor a la ya existente entre los mexicanos y la forma que tenemos de ver al otro connacional.
Y es en ese mismo sentido que una de las visiones que más preocupa del régimen que entrará en funciones el próximo mes de diciembre es su visión maniquea y religiosa del comportamiento de la sociedad.
La moral es algo vivo y cambiante, para una muestra un botón en la Ciudad de México y las otras grandes urbes del país convivimos aceptando la diversidad de ideas y de posiciones radicales algo que no sucede en comunidades más pequeñas y devotas del país. La moral de un habitante de la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Puebla o Querétaro no tiene nada que ver con la de los habitantes de Zitácuaro, los Altos de Jalisco o de Parral en Chihuahua.
La idea de Andrés Manuel López Obrador de crear una “Constitución Moral” para México es por mucho la idea más retrogradas de las muchas que tiene el Presidente Electo y lo acerca directamente a los dictadores y miembros de la clase más de derechas que conocemos en la historia de la humanidad.
Para elaborar esta constitución, como en muchas otras de las decisiones del López Obrador, el presidente electo ha seleccionado a personajes de la tercera edad que La gerontocracia aprobada por López Obrador para redactar y poner en marcha esta disparatada idea, fue presentada por López Obrador. ¿Por qué necesitamos los mexicanos una Constitución Moral? Y ¿desde cuándo es función de un gobierno ser vigilante de la moralidad de sus gobernados? ¿Quién nos ha demostrado a los mexicanos que esos hombres y mujeres nombrados por López Obrador para llevar a cabo tan inquisitorial labor sean los adecuados? y ¿cuál es la “curricula moral” de los “Elegidos” del Señor Presidente Electo (Así con mayúsculas todo por ser el Omnipotente posible forjador del próximo desastre en México)? pero entonces desde ese punto de vista protestante, religión que práctica el Presidente Electo, el gobierno que encabezará está muy lejos de esa izquierda a la que dice pertenecer y mucho más cercano a una derecha evangélica, cómo el mismo reconoce al compararse con Trump. Es parte de la idea de la constitución moral del Presidente Electo el favorecer un comportamiento falto de ética o de compromiso como el que demostraron los senadores de Morena al votar en dos sentidos opuestos en el caso de la licencia de Manuel Velasco en menos de cuatro horas. ¿O los políticos afines a él están exentos de cumplir La Constitución del país y la moral que pretende imponer, doblándolas a gusto y conveniencia?
No me molesta que un hombre como Gerardo Fernández Noroña viaje en primera clase, me molesta que ahora que va a ser parte del gobierno se comporte como un pequeño tirano stalinista cuestionando lo que hace una empresa como Bimbo y no lo que hace su partido el PT engañando a los mexicanos. Me molestan que se erijan en jueces “morales” a sabiendas que fueron él antes quien cuestionó la condena moral de los grupos del poder. No me molesta que exija sus derechos como legislador, me enoja que ahora pretenda mantener el fuero para actuar de manera déspota.
Me molesta que la izquierda se entienda como el empobrecimiento de espíritu y material de un pueblo, el enriquecimiento de los políticos de la misma manera que cualquier partido de derecha en el resto del mundo se ve a sí y a su forma de gobernar.


publicado en blureport.com,mx el 5 de septiembre de 2018
imagen: DeathToStock.com.mx

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