jueves, 10 de mayo de 2012

Eterno sueño de ser presidente.



Nada más atractivo que el poder, nada más seductor que el poder, nada para vernos más ridículos que la obsesión por el poder.

Armando Enríquez Vázquez
 
En la historia, pero hablemos en concreto de la de nuestro país, nada puede asemejarse más al canto de las sirenas que el poder. Y muchas veces al tenerlo la obsesión por mantenerlo es tan grande que ha provocado un sinfín de guerras intestinas, entre hermanos. En nombre de la ambición del poder se han enarbolado lemas y causas que para todos suenan justas aunque al final resulten sólo eso; lemas, que se olvidan, se archivan se traspapelan.  En esta enferma ambición se han enterrado los sueños de la nación, la pierna de Santana y el brazo de Obregón.
Pero más extraño es el caso de aquellos que obsesionados por el poder, jamás lo consiguen, ni por las buenas, ni por las malas y su insistencia los retrata como patéticos, excéntricos en el mejor de los casos, hombrecillos que deambulan por nuestra historia.
Así es la historia de un Zacatecano que soñó toda su vida con ser presidente de México. Su nombre Nicolás Zúñiga y Miranda que nació en 1865, vino a la Ciudad de México donde estudió la carrera de Leyes, aunque demostró también gran interés por la geología y en especial por los sismos. Incluso llegó a anunciar en 1887 haber inventado una máquina para predecir los terremotos.  Ese mismo año predijo un temblor de tierra, que resultó cierto, tras lo cual se apresuró a declarar que el 10 de Agosto de ese mismo año un temblor muy fuerte acabaría con la capital del país y provocaría la erupción del Popocatépetl y del Cerro del Peñón, a pesar de que la Ciudad cuenta con algunos volcanes, el Xitle por ejemplo, el Cerro del Peñón es eso, un cerro. Por lo que Zúñiga ya iba con puntos menos.
Sin embargo en lo que eran cerros o volcanes, los habitantes de la Ciudad, organizaron peregrinaciones a la Basílica, y los que pudieron salieron de la ciudad la víspera de aquel 10 de Agosto. Como suele suceder en este tipo de casos el 10 de Agosto de 1887, no pasó absolutamente nada y Nicolás Zúñiga y Miranda fue objeto de las burlas de los mismos ciudadanos que el día anterior lo miraban con recelo y respeto.  A partir de ese momento Zúñiga se dedicó a ejercer su profesión, no sin dar dos muy fallidos escarceos con el periodismo y publicar dos periódicos que tan sólo tuvieron un número publicado cada uno. Además se vio involucrado en manifestaciones antirreeleccionistas en contra de Porfirio Díaz y pot lo mismo fue encarcelado. Tal vez, de este incidente  le surgió la idea de postularse como candidato de oposición en las elecciones de 1892, al final del proceso Zúñiga se proclamó vencedor y acusó al gobierno de Díaz de fraude y al dictador lo llamó usurpador. Por supuesto que Zúñiga terminó en la cárcel de nuevo condenado a confinamiento solitario por 25 días.
Cuatro años después en 1896, y cuatro después en 1900, en 1904 y en 1910 Zúñiga volvió a postularse y en cada una de las elecciones se declaró ganador de las mismas, “apoyado y elegido por el pueblo”. A Díaz, Zúñiga le causaba gracia, al mismo tiempo al presentarse en cada contienda electoral validaba la supuesta democracia existente en el país. Sin embargo la participación de Nicolás Zúñiga en la vida de México y en especial de la Capital del país iba más allá de los procesos electorales, Zúñiga se mando a hacer una banda presidencial , se presentaba como presidente legitimo de la nación y muchos con ganas de reírse poco o mucho a sus costillas lo invitaban a diferentes convites como Presidente de la República. Siempre vestido impecable de frac, sombrero de copa, guantes monóculo y pipa. Disfruto de la gloria del loco del pueblo. En 1911, tras el inicio de la Revolución, Zúñiga envió una carta a Porfirio Díaz, en la que proponía servir de intermediario entre el gobierno, ¿pues no que usurpador y gobierno falso?, y los revolucionarios. No se sabe si Díaz le contestó algo a Zúñiga porque unos días después zarpó en el Ipiranga rumbo al exilio.
Zúñiga, volvió a las andadas en 1917, en 1920 y en 1924 contra de Carranza, Obregón y Calles, quién al parecer fue el único que se molestó con el candidato independiente y lo mando amenazar de muerte, el sonorense no tenía ningún sentido del humor y mucho menos de la democracia como se vería con el correr de los años.
Zúñiga murió en la pobreza total y mendingando por las calles de la ciudad en 1925. Por haber sido un personaje tan singular en el México de finales del siglo XIX y principios del XX, Diego Rivera lo inmortalizó en el mural “Sueño de un domingo en La Alameda”.
Ha habido otros que se han llamado presidentes legítimos; Vasconcelos, Andreu Almazán, Clouthier, López Obrador, pero de ellos hablaremos en otra ocasión.
Para Rosalba por la sonrisa.

Publicado en blureport.com.mx 10 de Mayo de 2010
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario