domingo, 7 de octubre de 2012

Lillian Hellman vs Estados Unidos


Con el fin de la II Guerra Mundial los Estados Unidos crearon la paranoica Guerra Fría y comenzaron a ver enemigos en todos los frentes incluso en su propio territorio. Una mujer se enfrentó al poderoso Senador McCarthy, al FBI y su comité de actividades antiamericanas.

Armando Enríquez Vázquez

Al finalizar la II Guerra Mundial, los Estados Unidos y La Unión Soviética dividieron a Europa y por tanto al mundo en dos; capitalismo y comunismo. Cada cual se veía a sí mismo como el final de la evolución humana y veía al otro como la antítesis del paraíso que ellos habían diseñado para que los mortales disfrutáramos. Tanto las purgas estalinistas como las listas negras de J. Edgar Hoover y el senador Joseph McCarthy tenían el mismo objetivo; acabar con los enemigos de la fe. Por un lado comunista y por el otro capitalista.
Joseph McCarthy era senador por el estado de Wisconsin y ferviente anti comunista. Como todo fanático sufría delirio de persecución. Para él todos aquellos que no estaban de acuerdo con él eran parte de la conspiración comunista para acabar con Estados Unidos, igual de desquiciado estaba el director de FBI J Edgar Hoover quien mantenía vigilado a todo aquel que él consideraba comunista y enemigo de su país. Especialmente sí se trataba de ciudadanos norteamericanos.
Las purgas de Stalin llevaron a cientos de miles a la muerte por ser enemigos del comunismo, si McCarthy y Hoover hubieran tenido el poder lo mismo hubiera ocurrido en Estados Unidos, sin embargo, se tuvieron que conformar arruinando la vida de miles de norteamericanos. Cientos fueron encarcelados y miles perdieron su trabajo por una denuncia anónima o poco fundamentada de ser comunistas.
Una de las comunidades que más resintió los ataques y efectos del comité de actividades antiamericanas fue la comunidad artística, escritores, pintores, actores, directores de teatro y de cine. Y una mujer que se enfrentó al comité fue la escritora Lillian Hellman.
Lillian Hellman nació en Nueva Orleans el 20 de junio de 1905, en el seno de una familia judía. Durante su infancia vivía seis meses en Nueva Orleans en casa de unas tías paternas y seis en Nueva York al lado de su padre. Inició su instrucción universitaria en la Universidad de Nueva York para abandonarla tras dos años de estudios. En 1925 se casó con el dramaturgo Arthur Cober, del que se divorció en 1932, aunque no vivían juntos. Hellman viajó en 1929 a Europa y en Alemania se asoció a un grupo Nazi creyendo en la parte supuestamente socialista del partido, pero pronto descubrió también la parte anti semita y regresó de inmediato a su país. En 1931 Lillian conoció al escritor Dashiell Hammett, con quien mantuvo una amistad y relación amorosa durante los siguientes 30 años, hasta la muerte de Hammett en 1961. En 1937 Hellman, como otros escritores de izquierda viajó a España, donde se unió por unas semanas a las Brigadas Internacionales, que apoyaban a los republicanos en su guerra civil contra el General Francisco Franco. Tras unas semanas de viaje y una transmisión radiofónica, bajo un Madrid que era bombardeado por los franquistas, que de acuerdo con el escritor Langston Hughes fue extraordinaria, Hellman regresó a los Estados Unidos. A partir de 1938 atendió a algunas juntas del partido comunista. Convencida de que la política no era lo suyo abandonó el partido dos años después para continuar su labor como dramaturga y guionista
Ya desde 1934 Hellman había triunfado en Broadway con la obra La Hora de los Niños, una polémica obra acerca de una estudiante que acusa a dos de sus maestras de ser lesbianas, cuando la farsa se descubre es demasiado tarde una de las maestras ha sido despedida y la otra se ha suicidado. Su trabajo como guionista de cine era reconocido también. Cuando McCarthy y el comité de actividades antiamericanas comenzaron su cacería de brujas, los dueños de Columbia Pictures ofrecieron un contrato por varios años a Hellman que incluía una clausula de lealtad que ella consideró que violaba sus derechos de libre asociación y de expresión, también debía firmar una declaración donde ella afirmaba no haber pertenecido nunca al partido comunista, así como nunca haberse asociados con personas extremistas o subversivas, lo que implicaba renunciar a Dashiell Hammett. Hellman se negó a hacerlo y perdió el trabajo. Unos meses más tarde algunos directores de cine le confesaron que era imposible contratarla porque se encontraba en la lista negra.
La famosa lista negra incluía a personas como Dashiell Hammett, Bertolt Brecht, Charlie Chaplin, Dolores del Río, J Robert Oppenheimer, físico y cabeza del famoso Proyecto Manhattan que desarrolló la bomba atómica. Arthur Miller, Lena Horne, Artie Shaw, compositor de Jazz, Edward G. Robinson entre miles de hombres y mujeres de todos los ámbitos. Una vez marcados, muchos perdieron sus empleos y tardaron años en recuperarlos. A Hammett además de la cárcel, se le prohibió cobrar las regalías de sus exitosas novelas policiacas. Durante esos años Lillian se hizo cargo del escritor. Finalmente en 1952, Hellman fue citada a comparecer ante el comité de actividades antiamericanas. Las audiencias ante dicho comité del senado eran más perecidas a una confesión donde los indiciados eran exhortados a dar más nombres de probables enemigos de los Estados Unidos.  Lillian hizo caso omiso a su abogado y decidió no resguardarse ante la quinta enmienda constitucional de los Estados Unidos que impide a cualquier ciudadano pueda auto incriminarse con su testimonio, a diferencia de muchos otros ciudadanos que aparecieron ante dicho comité.
“No es mi deseo acogerme a este privilegio.” Declaró en una carta enviada a los miembros del comité. “Estoy lista y deseo testificar ante los representantes de nuestro gobierno, acerca de mis propias opiniones y actos, sin importarme las consecuencias que ello pueda tener para mi persona… Mi abogado me ha dicho que al contestar cualquier pregunta acerca de mis acciones, habré renunciado a los derechos  con los que la quinta enmienda me protege, y puedo ser forzada legalmente a contestar cualquier pregunta acerca de otros. Esto es muy difícil de entender para el ciudadano común. Pero existe un principio que me es muy claro: No estoy dispuesta, ni ahora, ni en el futuro a crearle problemas a la gente con la que me relacioné en el pasado y que es totalmente inocente de de cualquier comentario o acción por mi parte que haya sido desleal o subversivo… lastimar a gente inocente a quien conocí hace muchos años para salvarme, para mí, es inhumano, indecente y degradante. No puedo y no ajustaré mi consciencia a la moda de este año. A pesar de que hace mucho llegué a la conclusión de que la escena política no es para mí y no me encuentro a gusto bajo ningún partido político.
Fui instruida en la mejor tradición de valores de nuestro país, y ciertos principios me fueron inculcados desde casa: Tratar de de decir la verdad, no dar falsos testimonios, no lastimar a mi prójimo, ser leal a mi país, así como muchos otros. En resumen, respeto estos principios de honor cristiano y he tratado de seguirlos de la mejor manera. Creo que ustedes también están de acuerdo con estas reglas sencillas de decencia y no esperan que viole la tradición americana de la que emergen. Por lo tanto, hablaré ante ustedes únicamente de lo que a mí se refiere.”
Su actitud dividió opiniones y aunque algunos de sus críticos reconocieron el valor y la gracia de ssu acciones el FBI incrementó la vigilancia sobre la escritora. Aunque a diferencia de muchos otros Hellman no fue apresada y salió de su país por una temporada.  En 1955 el nombre de Hellman fue borrado del las listas de máxima seguridad del FBI, pero aun así se le siguió vigilando durante los sesentas y los setenta, sospechosa por formar parte de grupos en contra de la guerra de Vietnam y a grupo de la Nueva Izquierda.
En esas décadas Hellman escribió tres libros de memorias; Una mujer inconclusa, Pentimento y Tiempo de canallas.
Una de las historias de Pentimento fue llevada al cine en 1977, con el nombre de Julia y Vanessa Redgrave ganó un Oscar por su actuación y el derecho a no ser nominada nunca más por hablar a favor del pueblo Palestino en su discurso de aceptación del premio. Durante la misma ceremonia Lillian Hellman fue la encargada de entregar el Oscar al mejor documental:
“Hubo una época en la que fui un miembro respetable de esta comunidad. Respetable no significa necesariamente que me bañara a diario cuando estaba sobria, escupía sólo de manera intencional, y pronunciaba mal algunas palabras en francés. De pronto, aún antes de que el senador McCarthy, sacara su hacha oxidada y envenenada, yo, así, como muchos otros dejamos de ser bienvenidos por los dueños de esta industria…esos mismos que enfrentaron los irracionales cargos de  McCarthy  con la fuerza y el valor de un tazón de puré de papas. No me arrepiento de nada en aquellos años. Tal vez nunca lo lamentas cuando sobrevives, pero tengo el escandaloso placer de saber que mi respetabilidad me ha sido devuelta. Entiendo perfectamente que la joven generación que me invitó esta noche a estar a aquí es más valiosa por la sola invitación que mi nombre o mi historia.”
Un último escándalo tuvo que ver con sus libros de memorias, que fueron  cuestionadas por la escritora derechista de la misma edad y sin tanto éxito curiosamente llamada Mary McCarthy. Quien acusó a Hellman de falsear todo en sus memorias.
Hellman inició una demanda por dos millones y medio de dólares  en contra de McCarthy. En 1984 Lillian Hellman murió a los 79 años sin que la demanda hubiera terminado su proceso legal.

Publkicado en thepinkpoint.com.mx el 4 de Octubre de 2012
Foto: Mimimfroufrou.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario