lunes, 24 de febrero de 2014

Perros, yoga y soledades.


Contra el mal de soledad de nuestros tiempos los remedios y pretextos más absurdos.
Armando Enríquez Vázquez.

Cuantas veces en las películas, la literatura y la vida misma no hemos visto como guionistas y creadores recurren a ese lugar común de la solterona beata, que acude a la iglesia mañana tarde y noche, no a rezar, ni siquiera a llevar una vida piadosa ayudando a la corte de indigentes y viciosos que deambulan por los atrios de las iglesias en busca de una limosna y de un autor digno de Dickens, Fernández de Lizardi o Balzac. No, estos monstruos, que ni Lovecraft hubiera descrito, encuentran su existencia regida por la crítica a sus semejantes y confunden su frustración sexual y existencial con la sabiduría.
Y sin embargo el arte que es más sabio que la naturaleza, ha permitido que esta lo imite y ha creado este tipos de seres en la vida real; Todavía en algunas iglesias vemos a estos ejemplares caricaturizados con sus negras mantillas y las canas que les llegaron desde los 20 años de purititas ganas. Son el último resabio de una era de rosarios, misales y hartas ganas de pecar hasta perder cualquier dejo de santidad.
Sin embargo la evolución de la sociedad, la muerte de Dios y las feminazis, han hecho que las nuevas solteronas no vistan de negro, ni se escondan en los susurros envidiosos, calenturientos y fantasiosos del confesionario. Todas sus fantasías sexuales han sido sobrepasadas por la promiscuidad y la revolución sexual. A pesar de ello, las nuevas solteronas siguen teniendo una serie de ritos y lugares comunes con las que no es difícil reconocerlas.
Hace un par de meses camino a la casa vi a un grupo de solteronas de treinta y tantos, esa edad en la que se preguntan por qué los patanes que tanto las excitaban terminaron casándose, con las noñas, las moscas muertas, las princesitas que entre Disney y el Marqués de Sade, bebían a sorbos sus tragos y con gran ironía sonreían ante las carcajadas insolentes de las chicas divertidas, porque bien sabían que el que la ultima risa es la ganadora y como buenos cazadores esperaron lo suficiente. De este grupo de treintañeras, sentado en la terraza de uno de esos restaurantes que se han apropiado de la mitad de las banquetas en ciertas zonas de nuestra ciudad,  Mujeres sanas, a punto de perder esa virginidad que desaparece con el soplo del viento del olvido, que termina matando. Frente a ellas copas de vino llenas por arriba de la mitad y mientras pasaba por el lugar escuché a una de ellas decir con esa desesperación que encierra la soledad.
- Todas queríamos un príncipe azul y resulta ahorra que todos son gays.
Tal vez dentro de uno o dos lustros, todas las que estaban sentadas en esa mesa estén sentadas en las bancas de una sesión de doble A.
Entre las solteronas desesperadas hay varios sintómas, hace algunos años muchas mujeres al llegar a cierta edad y enfrentar el panorama de la eterna soltería, de pronto se vestían con el piyama todo el fin de semana, con una cubeta de helado o palomitas de maíz y gatos a su alrededor. Pero como los gatos, son soberbios y tiene personalidad, optaron por dejar a esas mujeres que pretendían alimentarlos con incomibles palomitas de maíz y salir por la ventana a buscar gatas en celo. Las mujeres decidieron reemplazarlos con el único animal zalamero capaz de mover la cola ante las más denigrantes formas de trato que un animal pueda tener que va desde los sermones de sus amos, hasta las indecorosas maneras de disfrazarlos, sí, me refiero a los perros.
Muchos seres humanos en esta época, creen que los animales y en especial los perros son no sólo el mejor amigo del hombre, si no el mejor sustituto de otro ser humano; la solución ideal para su incapacidad de comunicarse con otras personas, resultan ideales para establecer cualquier tipo de relación con ellos; amistad, familiaridad, odio, rencor y sobretodo amor. El perro entonces se vuelve no solo esa media naranja perdida, sino el verdadero centro del universo de estas mujeres que lo primero que le hacen saber a una persona que acaban de conocer, es la raza, edad y cartilla de vacunación del canino, así como su más reciente achaque y si se puede introducir en la conversación el del perro también. En cuanto a los extremos nunca falta la que opta de manera más radical por el camino de la zoofilia.
Cientos de mujeres andan por las calles, parques y la vida con un perro en el extremo de la correa que llevan en la mano y nada más. En la otra mano llevan una bolsa de plástico para las heces de su perro. O sea que de cualquier manera, sea humano o mamífero, su otra mitad la atiborra con muchas mierdas que llevar a cuestas. 
La mayoría muestran caras de palo como prefiriendo dramáticamente que uno trate de adivinar el subtexto de su infelicidad. Miran al perro, como quien contempla a un madero en la mitad del océano. Creen profundamente que son alguna especie de Dr. Doolittle, capaz de entablar una comunicación directa con su can y entender sus necesidades, deseos y caprichos. El primero de los cuales por lo general si se trata de un perro macho es castrarlo.
¿Pero qué pasa con la espiritualidad? Crudas, con perro, la mañana debe ofrecerles algo por lo que levantarse. A la nada del mundo contemporáneo, la soltería responde de manera histérica con cualquiera práctica esotérica. En ciertos sectores de la sociedad chilanga es fácil ver a mujeres con tapetes de yoga al hombro, enrollados cruzando su espalda, con miradas adustas y sonrisas similares a las de una máscara de un tótem asegurando ser felices, de la misma manera que lo hacia esa tía abuela que siempre enlutada para evitar desatar el deseo, dudosamente o  ilusamente de los hombres a los ochenta años, afirmaba, rosario en mano y la estampita de San Antonio de Padua de cabeza entre los senos caídos como frutos secos por el sol, que había tenido una vida dichosa. Mujeres que creen en ángeles que las cuidan y protegen en el paraíso terrenal. Mujeres que hablan de la tercera dimensión, sin saber que el mismo hecho de existir las pone ya en una cuarta dimensión. Mujeres que meditan y cuyo mantra favorito se reduce a tener encuentros cercanos de todos tipos. Y que mientras armonizan su yo interno y hablan de desapego, se agachan para con la mano envuelta en una bolsa de plástico recoger las heces de su perro.
Las veo en los cafés de la Roma despotricando frente a su instructor de yoga, y con una taza de chai enfrente,  de las compañeritas del grupo. Lamentándose de que Lolita no pueda darse cuenta de que le falta mucho para llegar a la conciencia máxima y disfrutando de tomar clases con Graciela aunque ese viaje, la interlocutora, ya lo haya superado hace muchas vidas.
Llevan a cabo todos los ritos de la soltería católica apostólica y romana disfrazada de herejías que el Papa desaprobaría y combinándolas de tal modo que hasta el mismo Sai Baba reprobaría. Las combinaciones, como en el caso de los cocteles son todas válidas; Tarot con limpias, ángeles y tibetanismo, ascetismo hindú con Temazcal y por supuesto no faltan las invenciones que llegaron de California con el new age y los enormes malls; las runas celtas, el horóscopo maya, El Secreto y piedras mascotas, todos tan falsos como una moneda no perforada del hoy olvidado I Ching.
Hoy cuando más comunicados estamos, cuando no es difícil encontrar a los que queremos y buscar nuevas amistades. Muchos seres humanos van del I Will Survive de Gloria Gaynor al Cover de REM, pasando por la versión cumbiera de las Merenbutis.
  
Publicado en palabrasmalditas.net diciembre 2013
Imagen:jokeroo.com

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