miércoles, 27 de noviembre de 2013

La reforma de telecomunicaciones y Nación TV




Dicen que no hay mal que dure cien años pero al parecer sí tres generaciones. De la reforma en telecomunicaciones muchas palabras y pocos hechos.

Armando Enríquez Vázquez

Desde marzo pasado cuando se anunció la reforma en materia de telecomunicaciones, la presteza con la que esta debía suceder se ha visto opacada por las nuevas reformas energética y hacendaria para beneplácito de Televisa y TV Azteca, a pesar de haberse instalado y nombrado a los funcionarios del nuevo IFETEL y de la Comisión Federal de Competencia Económica, no se menciona la convocatoria para la subasta de las dos nuevas cadenas de televisión y sólo se hace énfasis en la parte de las telefónicas que es donde los intereses de Televisa y TV Azteca tienen más que ganar. Incluso el duopolio ha manifestado su inconformidad ante las reformas de constitucionales del Must Carry, creyendo como siempre que están por encima de las leyes. Claro ambas empresas cuentan con senadores y diputados que cobran en cada una de las empresas y otros a los que no es difícil maicear. Perdón hacer entrar en razón tras el cabildeo, dispuestos a defender los intereses de ambas empresas antes que los de la nación o de los de los ciudadanos.
Durante la semana de la Radio y la Televisión que anualmente organiza la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión, poco se dijo de la reforma y su puesta en marcha.
Curiosamente durante esa misma Semana de la Radio y Televisión, llegó mis manos el libro Nación TV, del escritor Fabrizio Mejía Madrid y publicado este año por Grijalbo, en el breve libro que se anuncia como la novela de Televisa. La portada muestra una foto de algún acto político del PRI en el siglo pasado y en primer plano aparece Emilio Azcárraga Milmo. Detrás de él una enorme manta que dice: Somos el partido.
En el libro el personaje central es Emilio Azcárraga Milmo, a quien conocemos como El Tigre, pero al que de acuerdo con Mejía Madrid su padre, el fundador de Televicentro y de la XEW, Emilio Azcárraga Vidaurreta llamaba Prinicipe Idiota, su relación con el poder y su desprecio por los mexicanos que consumen su producción televisiva. Las corruptelas de algunos personajes que deambulan y lo hicieron por los pasillos y foros del imperio de las comunicaciones del siglo pasado y los intentos desde la oficina del personaje con el mechón de pelo blanco, por controlar hasta la educación en el país. Las anécdotas no son las graciosas y emblemáticas que nos cuentan quienes alguna vez trabajaron en dicha empresa, si no son las oscuras y negras historias de aquellos que creyéndose intocables, promovieron el consumo de drogas y la pederastia hacía el interior del mundo de la televisión. Una empresa que controló la información y lo que quería el gobierno que viéramos y supiéramos de nuestro país. El libro modesto, menos de 200 páginas, olvida que no sólo se ocultaron las masacres del 2 octubre de 1968 y del 10 de Junio de 1971, si no toda la guerra sucia de los años setenta en nuestros país, entre otras miles de cosas. Una relación de la censura fácil de ampliar hasta nuestros días cuando los noticieros de todas las televisoras bailan al son que les toca el gobierno en busca de prebendas y exenciones de impuestos.

Historias que son del dominio común y otras más oscuras que nos hablan de cómo ha pasado la propiedad de Televisa de una generación a otra. Pero deja otras historias de lado, como la de la relación de Emilio Azcárraga Vidaurreta y la XEW con la propaganda Nazi en nuestro país.
La historia del Cachorro de la Revolución, Miguel Alemán Valdés, curiosamente secretario de gobernación y amante de la espía Nazi Hilda Kruger, que cuando llegó a la presidencia de la República y convirtió a nuestro país en su botín personal y de sus amigos, cedió la televisión de nuestro país a Romulo O’Farrill Jr., Emilio Azcárraga Vidaurreta y Guillermo González Camarena, quienes más tarde bajo las ordenes de Luis Echeverría, obedecerían servilmente al presidente asesino y formarían el monopolio de la televisión a favor de Emilio Azcárraga Milmo, creando Televisa.
En un marco que no busca entretener a la población si no embrutecer con contenidos sosos y viles. La involución de Televisa es vista por Mejía Madrid como uno de los grandes males de nuestro país y la verdad es que lo es, pero sin duda que en los últimos veinte años ese mal se ha multiplicado no sólo con la creación de TV Azteca, sino de otros pequeños canales de televisión abierta incapaces de proponer y si de ser tan o más serviles que Televisa.
La falta de respeto por el publico de parte de la televisora y sus filiales no es cosa del pasado, se puede ver en el sencillo hecho del poco cuidado que ponen en las series de televisión que venden, no importa que un capitulo tenga las cortinillas con el que el programa salió al aire o si faltan pequeñas partes por descuido, aunque sea en los créditos. Cosa que no pasa en las series de Azteca o del canal 11.
Es claro lo nefasto que ha sido Televisa y lo peligroso que pueden llegar a ser sus émulos, por eso creo que a pesar de cierto maniqueísmo del libro vale la pena leerlo y recordar que está en nuestras manos acabar con esos poderes ocultos de los medios con una muy sencilla acción. No prender el televisor. Al final de cuenta todo lo que vale la pena ver en televisión lo tenemos en Internet y mejores noticieros siempre se encontraran en el radio. Por lo menos en lo que la reforma en materia de telecomunicaciones sucede y tenemos nuevos jugadores en nuestros televisores esperando que puedan ser contrapeso de casi setenta años de arbitrariedades con el público nacional.

publicado en blureport.com.mx el 25 de noviembre de 2013
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