Cuando los políticos
anteponen su agenda personal y partidaria a los intereses de sus votantes, la
culpa no es de ellos si no de nosotros.
Armando Enríquez Vázquez
Hace unas semanas un
lector tuiteó a raíz de uno de mis
textos aparecidos en este espacio, que lo único que hago es denostar de
manera sistemática a los diferentes actores de la clase política. Esto la
verdad es que me ha tenido pensando acerca del tema, no me ha quitado el sueño
desde luego, hay siempre razones más importantes para hacerlo que mi forma de
ver a los políticos, la cual curiosamente es la de la mayoría de los mexicanos.
Lo que si me puede preocupar es, el que a veces, estos textos se parezcan más a
los viejos guiones de Doña Furibunda y menos a una visión de la triste y
contundente realidad de México.
Llegué a la conclusión de que es cierto. He vilipendiado a
políticos y a los poderes de la Nación, sobre todo al legislativo que solito se
denigra, cuando pretende con sus comerciales propagandísticos de ambas cámaras
en los medios, alabarse con boca propia lo cual todos sabemos resulta en
vituperio. Y debo disculparme con los lectores por estos enfáticos ataques
contra los políticos, pues en realidad ellos sólo hacen lo que es naturaleza;
lo que les dicta su ambición, su codicia y su falta de vocación de servicio. Lo
que les impone su lambisconería. Lo que les ordena su partido y los poderosos
dentro de cada uno de las tres principales fuerzas políticas de la Nación. Pero
indudablemente, no tienen la culpa. Así es la política de nuestro país, con dedos
flamígeros que persiguen curas pederastas mientras que los políticos que
cometen los mismos actos viles se libran de la justicia. Asesinatos que se
resuelven de la nada y culpables que son inocentes de toda culpa. Un país de
legisladores ignorantes de lo que están votando y otros muy bien informados que
tratan de sacar provecho personal de los votos que ejercen desde sus curules o
escaños.
Siempre me quedará grabada esa frase de López Portillo de
que a un presidente de México se le olvida hasta como se abren las puertas. Siempre
rodeados de lisonjas y adulaciones que provienen de su círculo cercano que no
se atreven a contradecir al presidente.
Con dueños de medios que con tal de ganar prebendas en sus
negocios, están dispuestos a pintar un país que no existe y donde se fabrican
términos y eufemismos como el del bullying
para distraer de lo que realmente están tramando en sus siniestras ruecas los
funcionarios electos y los miembros del gabinete.
Es cierto, nacido de la rabia y de la impotencia de poder
hacer algo contundente que cambie a mi país, me dedico a agredir a los políticos
que no le pagan a los que trabajan en las instancias de sus gobiernos, a los
que nos dicen que el país está creciendo cuando cifras y análisis de diferentes
organismos internacionales dicen lo contrario, cuando el autoritarismo al que
se pretende llegar es tan atroz e injusto que en Michoacán los gobernadores
renuncia por twitter y agradecen al presidente y no al pueblo, o al menos al
congreso local, el haberlos designado. Cuando se antepuso al crimen organizado
sobre las autodefensas ciudadanas.
De ese malestar surge mi verborrea que agrede a los
políticos. Es cierto ellos no son culpables. Los culpables somos todos los
demás que les seguimos el juego de la supuesta democracia, que sólo es tal si
ellos así lo dicen. Es culpa de todos nosotros que ejercemos nuestro derecho al
voto, pero renunciamos a ejercer ese otro derecho que es obligarlos a cumplir
promesas de campaña, a buscar el bienestar de la nación y de sus habitantes o
en su defecto a renunciar.
Nosotros somos los culpables porque permitimos que los
miembros del Congreso de la Unión se sientan mexicanos de primera y gocen de un
fuero que ni se merecen, ni se han ganado y que siempre y a la primera de
cambios nos han demostrado que lo utilizan para esconder cualquier cosa de
marrullerías por llamarlas de una manera que no demuestre encono.
Nosotros, todos y cada uno de los cien millones de mexicanos
que no pertenecemos al gobierno, ni a la clase política somos los culpables,
porque sin importar a favor de quién hayamos sufragado en los procesos electorales.
Siempre pareceremos plañideras y nos gusta quejarnos e indignarnos, pero hasta
ahí. Sufrimos mucho y tenemos alma de mártires.
Durante la pasada campaña electoral presidencial escuché a
un gran número de mexicanos decir con esa seguridad que la democracia da a los
idiotas para hablar, no con este o aquel partido por lo menos robamos todos,
por ese hay que votar. O sea que somos ante todo un pueblo de bandoleros que
simplemente estamos pensando a ver a quien nos chingamos y no me dejaran mentir
pero la mayoría pronuncia esas palabras en tono de orgasmo cuando ya se birló a
otro ciudadano.
Soy culpable porque mi inconformidad, me lleva a actuar de
la única manera que sé. Escribiendo y compartiendo con tres o cuatro lectores
algunas ideas, que nos recuerden que la democracia, sí es cierta, emana, en
teoría de nosotros. Jamás de ellos. La democracia somos nosotros, no el estado,
no los partidos políticos y mucho menos los servidores públicos incluyendo al
presidente.
Qué deberíamos tener la obligación de poder correr a los
secretarios de estado o cualquier funcionario que nos mienta y quiera hacernos
ver el traje nuevo del emperador. Qué podemos y estamos en nuestro derecho de
cuestionar a todos los políticos hasta que las cosas nos queden claras. Que es
nuestro derecho irrevocable vivir en las mejores condiciones todos y no un
grupo de personas que ni siquiera trabaja todo el año.
Voy a intentar no volver a sonar iracundo, lo que si seguiré
haciendo es gritar que el emperador va en cueros a pesar de que sus
secretarios, senadores, diputados, gobernadores y sequitos de lectores de
noticias quieran hacernos verlo ataviado de sedas y pieles.
Aunque pensándolo bien, para la forma en la que entendemos y
ejercemos la democracia en el país, yo preferiría que esto fuera una monarquía
absoluta, así por lo menos no nos quedaría otra que dedicarnos a trabajar y
sacar el reino a flote.
publicado en blureport.com.mx el 26 de junio de 2014
imagen: mexicomaxico.org
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