sábado, 17 de febrero de 2018

Rumbo al fin de la democracia.



La democracia es la forma de gobierno que menos se ha ejercido a lo largo de la historia humanidad.

Armando Enríquez Vázquez

“La democracia esta sobrevaluada” asevera en alguno de los capítulos de House of Cards Frank Underwood el cínico y ambicioso político, que protagoniza la serie.
Lo cierto es que el sistema que tanto valoramos y que tanto decimos respetar, el sistema que fue el paradigma del siglo XX, parece haberse agotado a nivel mundial. Lo peor es el promotor de la más descarada avaricia de los seres que detentan el poder que en teoría les ha conferido el pueblo.
La democracia es la forma de gobierno que menos se ha ejercido a lo largo de la historia humanidad y así como la democracia griega era imperfecta y de acuerdo con Platón se trataba de uno más de los sistemas corrupto de gobierno, la mayoría de las democracias actuales que se suponen incluyentes e igualitarios son una verdadera porquería.
Las democracias modernas se autodefinen por la existencia del voto ciudadano y se basan en un sistema de poderes y/o órganos de gobierno independientes como se supone existen en México: Ejecutivo, Judicial y Legislativo. Otras democracias tienen un parlamento muy fuerte; es ahí de donde surge el ejecutivo como cabeza que representa a la mayoría de los ciudadanos quienes votaron a las fuerzas políticas y también están las más primitivas como la estadounidense que depende de un complejo y tramposo sistema que anula el voto ciudadano y se lo da a una elite.
Lo peor que le puede suceder a una democracia es que uno de los poderes anule o someta a otro o a todos los demás poderes. Entonces se convierte en una dictadura. Algo que sucedió durante setenta años y sucede en el México de Peña Nieto y del que ya sabemos cuál es el resultado; la corrupción y encubrimiento de las canalladas de políticos que son parte de la camarilla del presidente en turno. Peña Nieto, como cualquier tirano, se ha empeñado en negar dar cabeza a la Procuraduría General de la República, ni nombrar titulares que se responsabilicen de las instituciones que creó demagógicamente él mismo contra la opacidad y la corrupción. Amenazando y obligando a renunciar a un fiscal electoral que investigaba el dinero corrupto que ayudó en la campaña del actual presidente y atacando a gobiernos libres y soberanos como el de Chihuahua, por tratar de hacer justicia a las atrocidades que los gobernadores de Peña Nieto y la cúpula del PRI Nacional realizaron en contra de los mexicanos y en especial de los chihuahuenses.
Algo similar comienza a suceder en la que, con arrogancia, se ha autonombrado la Democracia ejemplar del mundo, cuando el presidente Donald Trump decide atacar al más puro estilo del dictador Nicolás Maduro, al sistema de justicia de aquel país o mofarse de los legisladores.
Los intentos de Donald Trump por someter no sólo a los órganos encargados de imponer la ley como el FBI, sino su interferencia directa con el Fiscal de Estados Unidos, demuestran el poco espíritu democrático del presidente de Estados Unidos. No recuerdo haber escuchado en el vocabulario del racista y autoritario presidente norteamericano la palabra democracia.
México, como Estados Unidos, España y muchos otros países del mundo está muy lejos de ser una democracia, como se nos hizo aprender la definición, y está mas cerca de una sociedad feudal donde la clase gobernante unida y dividida en diferentes partidos y personalidades pretenden dominar y minar el patrimonio de los mexicanos, ciudadanos (burgueses) o población rural (campesinos).
Sí la democracia está en crisis es gracias a sus propias características y a la ignorancia de los ciudadanos. El surgimiento de poderes fácticos que no dependen del voto de nadie y se perpetúan dictando desde sus intereses la agenda nacional, viendo pasar y manipulando a presidentes y autoridades electas es una de las claras muestras del fracaso de la democracia moderna. Por ejemplo, sindicatos, medios de comunicación y empresarios, eso sin contar al crimen organizado que se infiltra en todos los anteriores.
Si bien, al menos en teoría, los sindicatos existen para salvaguardar los derechos de los trabajadores de un gremio, la verdad es que son estos sindicatos, en México y en Estados Unidos, por poner un par de ejemplos, los que doblegan las ideologías de candidatos y gobernantes cuando se intercambian votos por posiciones de poder, tal y como lo han hecho priístas y panistas para alcanzar el gobierno.
Sin duda el descaro de Peña Nieto en su alianza con Carlos Romero Deschamps de PEMEX y de Felipe Calderón con Elba Esther Gordillo son los ejemplos recientes más claros, pero no los únicos, y la alianza de López Obrador con los familiares de la líder de los maestros nos demuestra lo poco importante que es el ciudadano para los políticos actuales.
La democracia como la entendemos en el siglo XXI es incluyente y tolerante, algo que es falso en México, en España, en Estados Unidos, donde las voces opuestas al gobierno son descalificadas, censuradas o en peor de los casos anuladas por medio del asesinato. Si estoy en el gobierno puedo sin ningún problema enarbolar la bandera racista, desde Trump contra negros y latinoamericanos hasta el pobre personaje que es Enrique Ochoa Reza al hablar con desdén de los “prietos” que conforman a Morena. Los ganadores se sienten con el derecho de menospreciar y burlarse de los que han quedado en segundo o tercero lugar.
Gane quien gane las elecciones en nuestro país, sin importar como se desmorona la democracia a nivel mundial, los mexicanos debemos replantearnos nuestro sistema de gobierno, como debe evolucionar y porque durante los próximos seis años seremos gobernados, como lo hemos sido este sexenio por alguien que no va a ganar las elecciones con una mayoría del voto, porque difícilmente el que gane en México en el 2018 lo hará con más del 37% de los votos y eso aquí y en China, solo demuestra que la oposición es mayor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario