viernes, 11 de agosto de 2017

¡Todos somos barcos!





Somos una generación que ha preferido en muchos casos no arriesgar la zona de confort, por no cuestionar al poder y en su momento la represión que este ejerció contra los mexicanos.

Armando Enríquez Vázquez

Hace ya muchos años, cuando los mexicanos comenzamos a creer que el escarnio políticos se basaba en una máscara y sobrenombres, cuando las esquinas se llenaron de cientos de vendedores ambulantes y payasitos de la calle con aquellas burdas máscaras de Carlos Salinas y del Chupacabras, un fin de semana caminando por el centro de Coyoacán, me topé con de esos cómicos de banqueta en cuya rutina llevaba una de estas mascaras de chupacabras, al final del número gritaba: ¡Todos somos Marcos! y acto seguido se arrancaba la máscara para dar paso a un pasamontañas y el grito: ¡Todos somos Narcos!, una vez más se quitaba el pasamontañas para dar paso a una máscara de Carlos Salinas de Gortari y clamar: ¡Todos somos Carlos!, finalmente se arrancaba la máscara de nuevo para dejar ver su rostro y terminar con un ¡Todos somos barcos!
La audiencia no dejaba de aplaudir ante cada una de las sorpresas, como si se tratara de acto de magia, pero ante la última frase muchos dejaron el aplauso y se miraron entre ellos.
La generación a la que pertenezco aprendimos a vivir en crisis causada por los malos gobiernos del PRI, por presidentes ávidos y sedientos de poder y riquezas, a los que nunca les interesó el país, ni sus habitantes. Hombres desquiciados y asesinos como Luis Echeverría o Carlos Salinas de Gortari o simplemente desquiciados como José Lopéz Portillo y sus delirantes declaraciones, familiares y amigos. Presidentes grises como Miguel de la Madrid.
También somos una generación que ha preferido en muchos casos no arriesgar la zona de confort, por no cuestionar al poder y en su momento la represión que este ejerció contra los mexicanos, porque no se trata sólo de Tlatelolco o del Halconazo de 1971, se trata de todos los años, hasta los días actuales en que los gobiernos priístas declararon una guerra sucia en nuestro país. A diferencia de Felipe Calderón que decidió enfrentar para bien o para mal al crimen organizado, los gobiernos priístas siempre han optado por luchar, encarcelar y matar a los mexicanos y pactar con el crimen organizado, desde los tiempos en que Abelardo L. Rodriguez decidió pactar con la mafia americana y permitir el paso de drogas y casinos en la frontera de Baja California, años después cuando Miguel Alemán Velasco seducido por una espía Nazi se aliaba y vendía a México con el régimen de Hitler y puso al país en una posición muy desfavorable frente a los norteamericanos.
Se decía antes que la Revolución te había o no hecho justicia de acuerdo con la riqueza que tuvieras. Los mexicanos sin educación de calidad, en una pobreza que lacera a más del cuarenta por ciento de conciudadanos, con un salario mínimo que todos los días se deprecia y jornadas laborales cada día mayores. Con una cultura promovida desde todas las instancias de la partidocracia y el corporativismo del que no tranza no avanza, hemos decidido en muchas instancias permanecer callados, permitir que se aniquile a nuestras mujeres, que priístas sin escrúpulos se dediquen a la trata de personas y sus crímenes queden impunes como quedó demostrado en los casos de Mario Marín ex gobernador de Puebla y Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, líder en su momento del PRI de la CDMX.
Somos barcos porque hemos permitido que ex gobernadores como Javier y César Duarte, Roberto Borge, Guillermo Padrés y eso sólo por mencionar a algunos de los más recientes, se enriquezcan lucrando con los derechos de los mexicanos y su patrimonio, sin hacer nada por sus estados o por la nación, y en algunos casos como el de los Duarte, cometiendo un genocidio al dar falsas medicinas a cientos de niños. Tristemente la historia se puede remontar a otro tipo de caciques y asesinos aprobados por el PRI como Gonzalo N Santos en San Luis Potosí en las décadas posteriores a la Revolución o Rubén Figueroa en Guerrero durante los años setenta. Pero los culpables no son a estas alturas únicamente los partidos políticos. De ninguna manera. Gran parte de la culpa es nuestra que hemos decidido en la medida de que no somos afectados personalmente cerrar los ojos y la boca. Dejar pasar todos, los crímenes, arbitrariedades y suciedades que los políticos han querido cometer con nosotros y con el país.
Todos somos barcos porque permitimos que día a día que desde la oficina de la presidencia o de las oficinas de gobiernos estatales se manipule y se juegue con cosas tan delicadas e importantes como la vida de todos nosotros. Una corrupción que va desde encarcelar y crear presos políticos en los disidentes de la partidocracia, como el Doctor José Manuel Mireles o el padre Solalinde.
Todos somos barcos porque hemos decidido ignorar el derecho a la pluralidad de voces, y hemos permanecido callados cuando Enrique Peña Nieto decidió censurar ordenando y presionando a dueños de medios el cese de comunicadores, a cambio de que el gobierno mantuviera el ingreso por concepto de propaganda del estado o el retiro de las concesiones como sucedió en los casos de Carmen Aristegui en MVS y Pedro Ferriz de Con en Grupo Imagen.
Somos barcos porque aceptamos la sorna con la que el cínico y servil, a las empresas constructoras españolas, Gerardo Ruiz Esparza, Secretario de Comunicaciones y Transportes minimiza la muerte de dos mexicanos con tal de no hablar mal de la constructora que elevó los costos de la obra para dejar un mortal camino mal hecho y que tampoco acepta la responsabilidad de nombrar delegados simplemente por amiguismo.
Somos barcos y hasta trasatlánticos que dispuestos a creer que aún existen mesías políticos que habrán de salvarnos del caos político, únicamente porque lo merecemos. Y ya olvidamos la forma despectiva en que esos personajes que se creen ungidos contestan lo quieren y lo que no les conviene mejor lo hacen a un lado. Se inventan cuentos y nosotros los compramos sin darnos cuenta de que son parte de ese mismo complot, del que tanto hablan.
Somos barcos porque a diferencia de otros países más pequeños, pero con mayor dignidad, hemos elegido hacernos de la vista gorda ante un congreso inoperante, corrupto y que no trabaja, un poder judicial donde la impunidad y la colusión con los criminales es lo que impera, una democracia inexistente representada por un instituto de peleles de los partidos políticos y del gobierno federal. Porque no creemos en nuestra capacidad y nuestra voz para llevar a un presidente a la cárcel. No nos atrevemos a exigir que sirvan para lo que fueron electos.
Somos barcos porque hemos decidido dejarnos robar la democracia por un grupo de partidos, todos absolutamente todos, dispuestos a sojuzgar a los mexicanos antes que perder privilegio, canonjías y la posibilidad de cometer atropellos, crímenes y desfalco, Porque hemos permitido que crean que el país les pertenece y están exentos de juicios y señalamientos.
Todos somos barcos y baste recordar que tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata. 

publicado en blureport.com.mx el 20 de julio de 2017
 

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