jueves, 18 de diciembre de 2014

Ayotzinapa somos casi todos.



La falta de sensibilidad del presidente es más que obvia.

Armando Enríquez Vázquez

Al escuchar al Presidente Enrique Peña Nieto hablar de los cambios “profundos” que harán a México cambiar, noto mucha demagogia y una ingenua buena voluntad. Cambiar a México, reconquistar la confianza de la ciudadanía no puede limitarse a un cambio en la impartición de justicia o en la estructura de las policías. No se trata de beneficiar a unos creando Zonas Especiales porque a lo ancho y largo de México más del sesenta por ciento de la ciudadanía gana menos de diez mil pesos mensuales.  
No porqué su autocomplaciente gabinete le aplauda con sólo verlo caminar quiere decir que vayamos a creer que esta vez sí el proyecto de nación es para el bien de los mexicanos y no de los políticos y sus amigos empresarios.
A lo largo de las últimas semanas el Presidente ha dado en aludir al dolor del pueblo mexicano, cuando la verdad los mexicanos estamos más que dolidos. Y si no lo sabe Peña Nieto aun es porque no ha querido escuchar el clamor de cientos de miles de mexicanos que se lo gritaron a la puerta de Palacio Nacional la semana pasada. Estamos cansados, como dice uno de los hashtags más populares por más de diez días en twitter. Estamos cansados de las soluciones políticas, de los políticos, de su falta de tacto, de la impunidad, de las transas, de los poderes fácticos, de instituciones que en vez de ser independientes están al servicio del poder ejecutivo como la CNDH, el INE, el IFAI y a últimas fechas el recién creado IFT.
Una vez más quedó demostrado con el discurso del Presidente que los políticos son incapaces de llamar al pan, pan y al vino, vino.
La afrenta que agravia a los mexicanos no se resuelve con iniciativas que pueden perderse en los laberintos y calendarios burocráticos de las cámaras legislativas de nuestro país. Las acciones deben ser inmediatas y de ser tratadas con la mayor seriedad y no como punta de arranque de las campañas electorales del año entrante.
Es cierto, desde hace ya varios sexenios la seguridad es uno de los asuntos que más preocupa a los mexicanos. Pero acaso no era momento también, si de cambios se trata, de hablar de las amenazas en materia económica que parecen cernirse sobre nuestro país para el año entrante, no era importante hablar de cómo se va impulsar el empleo y el crecimiento que han estado estancados los dos últimos años.
Si bien es cierto que casi todo lo expuesto por el mandatario podría ayudar a solucionar la situación de seguridad de nuestro país, es obligación ciudadana preguntar a la autoridad ¿por qué la iniciativa habla de los gobiernos municipales, y no de todos los niveles de gobierno del país? ¿Por qué está tan seguro el Presidente de que gobiernos estatales o sectores del gobierno federal no están infiltrados? ¿Por qué nunca se habla del fuero que gozan los legisladores de nuestro país? En más de una ocasión se ha demostrado como miembros de las cámaras aprovechan el fuero para cometer delitos de toda índole.
La fiscalía anticorrupción puede ser algo que vuelva a dar confianza a los mexicanos en su gobierno, siempre y cuando las primeras empresas privadas en ser investigadas y rendir cuentas  sean Soriana, Televisa, Constructora Teya, Prodemex, Grupo Empresarial Ángeles, entre otras empresas que se han visto beneficiadas de diferentes maneras en el actual sexenio.
Las nuevas iniciativas en materia de transparencia en la licitación, que propondrá el presidente deberán dar la certeza de que México se convierta en un país en el que los ciudadanos estemos seguros que es la competencia y no los compadrazgos, las razones por las que se otorga un contrato de obra pública. Eso es lo que hará crecer a las personas y a las empresas.
No se trata nada más de quitar el salario mínimo de la referencia de multas y pago de servicios, se trata de crear las condiciones laborales y salariales que puedan resultar en el beneficio de todos los mexicanos y no sólo en esos estados del sur que por la avaricia de sus políticos han caído en la pobreza extrema y son focos de violencia que no necesariamente está relacionada con el crimen organizado. Que el salario mínimo crezca de manera que en pocos años recupere el poder adquisitivo perdido. Hoy el control severo debe estar en los precios no en los salarios.
El Presidente ha pedido a los mexicanos ser propositivos para forjar los nuevos rumbos de la nación, pero él, debe aprender a escuchar y no hablar de violencia sin antes reconocer que fuera de ese puñado de personas, infiltradas o no, anarquistas o parte de Estado, los mexicanos dentro y fuera del país queremos cambios de manera pacífica. Cambios que eviten que nuestros jóvenes salgan del país, que nuestros adultos mayores de 40 años puedan aspirar a empleos dignos y bien remunerados, que los adultos mayores tengan una asistencia social de primera y pensiones dignas que no los obliguen a mendigar en las calles.
Existen dos puntos que me parecen fuera de lugar en cuanto a dar confianza en la operación cicatrización que pretende presidencia: La creación de un número telefónico de emergencia nacional es un tanto absurda para resolver el número de desapariciones y de delitos que a diario se comenten en el territorio nacional y el número de identificación, parece más una táctica de un gobierno totalitario y represor. ¿Qué acaso no existe ya una CURP que nos identifica a todos? ¿Será que la CURP también ha sido infiltrada copiada y modificada por el crimen organizado a su voluntad?
Y existe una frase que demuestra la falta de tacto político del Presidente y de quien le escribe y supervisa sus discursos. Enrique Peña Nieto no es, ni pude proclamar ser Ayotzinapa y menos si en el principio del discurso se aceptó su responsabilidad como jefe del estado de la tragedia. No cuando ante los ojos de muchos mexicanos es también el responsable de la impunidad y la corrupción actual en nuestra nación.
La libertad y el bienestar deben estar contemplados de manera tácita en el estado de derecho, en la carta magna y en la mente de nuestros gobernantes y funcionarios. Sí algo me sorprende de los discursos y dichos de la última semana es el tono conciliador del General Salvador Cienfuegos Zepeda en su discurso del 20 de noviembre en el Campo Marte que contrasta con las palabras bélicas y en contra de la población que utiliza el Presidente Peña Nieto siempre aludiendo a la violencia antes que a la paz, lo mismo que hacen otros servidores públicos, pero sobretodo de los comentaristas y lectores de noticias de los medios que parecen tener la consigna de sembrar el miedo y la discordia entre los mexicanos.

publicado el 4 de diciembre de 2014 en blureport.com.mx

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