martes, 26 de julio de 2016

A los desposeídos…



El perdón de Peña Nieto es igual de demagógico que el de López Portillo hace cuarenta años, con la única diferencia que a este régimen priísta le faltan todavía dos años para seguir decayendo en su popularidad.

Armando Enríquez Vázquez

 Durante su último informe presidencial José López Portillo, uno de los presidentes más intrascendentes en materia política en nuestro país y uno de los más voraces y corruptos que hemos tenido pidió disculpas a los desposeídos por haberles fallado y tras el acto de contrición, dejó la presidencia, se dispuso a vivir en el palacio de la corrupción llamada por el pueblo La colina del Perro,  por las falsa promesa de López Portillo de defender al peso, nuestra moneda nacional, frente a los embates de una devaluación disfrazada, como sucede hoy en día.
Al pedir Enrique Peña Nieto perdón a los mexicanos por ser un corrupto, hemos llegado, sin duda, a un nuevo capítulo en el cinismo de este gobierno y no sólo por el asunto del arrepentimiento, sino porque el Presidente no tuvo empacho en hablar de la libertad de prensa que existe en México y que permitió el que se descubrieran los actos de corrupción de su familia y por extensión de él. Pero no se le ve arrepentido en lo absoluto de la forma en que han atentado él personalmente y sus funcionarios en contra de Carmen Aristeguí y Pedro Ferriz de Con, entre otros comunicadores por atreverse en medios, que resultaron serviles al poder, a criticarlo y oponerse a las ideas del mexiquense. ¿En su perdón, va implícita le reinstauración de comunicadores y periodistas en sus espacios? Por supuesto que no, en el México libre de Enrique Peña Nieto la libertad como desde hace muchos años para los gobernantes priístas es sólo una palabra vacía que rellena párrafos en sus discursos que nadie escucha y mucho menos importan.
La corrupción no es sólo un factor económico, aunque sin duda es el más importante, va de la mano con el caso omiso que autoridades y funcionarios, empezando por el contrito presidente, ha hecho de sus correligionarios corruptos, de la poca acción o nula acción real que el gobierno federal ha ejercido contra los gobiernos estatales corruptos de todos los colores politicos, desde la omisión en la investigación del exgobernador panista de Sonora, como las acciones criminales en Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua.
Pero sobre todo en esa corrupción de favores y puestos como los que Enrique Peña Nieto ha tenido con Televisa, OHL y otros grupos empresariales y criminales. Peña Nieto quiere desde el extremo opuesto a López Portillo, desde la solemne figura acartonada que lo enseñaron a representar sus diseñadores de imagen y maquillista, convencer a los mexicanos de su arrepentimiento y sin embargo, suena tres veces más falso que López Portillo y sus lágrimas de cocodrilo.
Porque la corrupción queda manifiesta en el nombramiento de un títere como Virgilio Andrade como secretario de la función pública y al mismo tiempo la orden desde Los Pinos para que renuncie a tiempo de que el presidente pida perdón a los mexicanos por sus actos de corrupción.
El senador Barbosa que desde luego se ve que es otro de los perredistas que sin empacho entregan la izquierda mexicana al poder del PRI, a pesar de lo que nos quieran hacer creer tanto el partido como los medios el PRD es hoy peor que el PPS en su momento y se vende al mejor postor, ya sea en PRI o el PAN, le hizo caravana al presidente, demostrando su ignorancia del pasado reciente del país y del perdón que frente al poder legislativo, invitados y la cadenas nacionales de radiodifusión pidió López Portillo en los años setenta, siendo López Portillo mucho mejor histrión que Peña Nieto, lloró frente a las cámaras de televisión.
El cinismo del Presidente y de sus legisladores, no hay que olvidar que fue el PRI encabezando por Emilio Gamboa y César Camacho el que se opuso desde desde el poder legislativo, a que los políticos transparentaran sus fortunas, pero eso sí tendieron la trampa de querer, a través de las leyes, obligar, en un principio, a todos los proveedores del gobierno a serlo y tuvieron que recular de su actitud inequitativa y dictatorial cuando cayeron en la estupidez que estaban enunciando.
El perdón de Peña Nieto es igual de demagógico que el de López Portillo hace cuarenta años, con la única diferencia que a este régimen priísta le faltan todavía dos años para seguir decayendo en su popularidad, pues nadie en el equipo de asesores del presidente es capaz de hacer que las palabras del presidente sean congruentes con sus acciones. Los medios serviles olvidan que en tiempos del panismo muchas veces fueron críticos de los presidentes y en especial de Fox y aplauden a Peña Nieto su retahíla de perogrulladas y para muchos la foto arrogante de un presidente que ni por equivocación se ve arrepentido al pedir perdón merece la primera plana.
Sólo me queda una duda, si mal no entendí en su momento la famosa Casa Blanca fue comprada en una transacción legal por la primera dama y no por el presidente. Entonces ¿Por qué y de qué tiene que pedir perdón Enrique Peña Nieto?

publicado en blureport.com.mx el 20 de julio de 2016

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