viernes, 22 de julio de 2016

Black Lives Matter y todas las demás también.



Los grupos minoritarios utilizan los mismos argumentos de odio con los sus principales detractores los atacan.

Armando Enríquez Vázquez 

Lo más terrible surgido de los movimientos humanistas y antirracistas es curiosamente el racismo y la intolerancia; la promoción de la radicalización del conflicto.
Hace un par de años surgió en Estados Unidos un movimiento llamado Black Lives Matter como respuesta a la brutalidad y racismo manifiesto de algunos cuerpos policiacos blancos en diferentes ciudades de Estados Unidos, en uno de sus más recientes despliegue de fuerza, Black Lives Matter irrumpió en la marcha del Orgullo Gay en Toronto, Canadá dejando clara, no solo su presencia ya internacional, sino que, para ellos, por encima de la diversidad sexual se encuentra la vida de la gente de color.
Acabamos de presenciar un crimen de odio en contra de la raza blanca cuando, un hombre negro ex miembro del ejército norteamericano decidió salir a matar policías blancos en la ciudad de Dallas como respuesta a ese racismo que cuerpos policiacos de diferentes ciudades de Estados Unidos los llevo a cometer una par de inexplicables asesinato en contra de dos jóvenes negros sin mayor explicación, ni ninguna lógica, únicamente porque ellos son los representantes de la ley y pueden hacerlo de manera impune. Una policía que parece ser parte de la Nación Aria, que apoya a Donald Trump y qué también en más de una ocasión ha asesinado a mexicanos y latinoamericanos por el simple hecho de serlo, de la misma manera este ex soldado negro no sólo mató blancos, si no que mató a un descendiente de mexicanos entre los policías.
Nos debe quedar claro que, a pesar de las palabras de Obama, en Estados Unidos el racismo y un estado policiaco irracional y asesino subyacen en esa calma y mosaico racial y religioso con el que pretenden ser el ejemplo de convivencia democrática que no son. Para que Trump tenga el éxito que tiene es necesario una base de descontento que se explica en todos los sectores raciales de la población de Estados Unidos. Trump es, en cierta manera, la respuesta de lo más extremista de la población conocida como WASP (White Anglo Saxon and Protestant) a un presidente racista como lo ha sido Obama. Por más que Michelle Obama se agarre de la mano de George W. Bush en una ceremonia por los policías caídos en Dallas.
En general los crímenes de odio, sólo demuestran esa odiosa segmentación que desde lo políticamente correcto hemos, desde hace algunas décadas, aprendido hacer de los seres humanos. Los negros, homosexuales, mujeres y hombres, católicos, judíos o musulmanes todos somos parte de un absurdo segmento, social, racial, sexual, religioso. Sí realmente fuéramos lo civilizados y evolucionados que presumimos ser, tendríamos que estar muy claros que antes que nada somos seres humanos, nada nos identifica mejor como grupo que ser Homo sapiens. Todas las demás diferencias y características las hemos inventado a lo largo de cien mil años de existencia.
Black Lives Matter, como los hacen los grupos Neo Nazis y los grupos fundamentalistas de cualquier creencia, olvida que lo importante es que cualquier vida humana importa, no sólo la de los negros. Lo que hacen organizaciones como Black Live Matters es promover desde el otro extremo de la balanza el racismo. Se comportan de la misma manera que la nación aria, promoviendo el odio a todos aquellos que no sean negros. De la misma manera que desde las organizaciones LGBT, se promueve, en muchas ocasiones, el odio y el desprecio a los heterosexuales y se menosprecia con adjetivos llenos de odio nuestro orgullo de serlo, que es igual de válido que el de ellos.
Los grupos minoritarios utilizan los mismos argumentos de odio con los sus principales detractores los atacan; los LGBT utilizan los argumentos con los que la extrema derecha los desprecia por su preferencia sexual para atacar a los heterosexuales, Los grupos extremistas de feministas atacan a los hombres con un hembrismo digno de cualquier machismo a ultranza, contra el que las mujeres y muchos hombres han luchado en los dos últimos siglos.
Lo que vemos en Estados Unidos, Europa y en ciertos grupos en nuestro país es un retroceso en la lucha por la igualdad de los derechos humanos. Lo opuesto a la democracia nacida de la Revolución Francesa que promulgó entre sus principios la igualdad. La igualdad se ha convertido en algo que se aplica en el discurso y la practica a voluntad. Las sociedades modernas y políticamente correctas piensan que la democracia es algo cercano a sistemas autocráticos o tiranías donde hay personas que son más iguales que otras. Únicamente son iguales aquellos que piensan de la misma manera que yo. Todo lo demás recae en la tolerancia que es tan sólo una forma de decir no te acepto, pero te tolero.
Hablar de tolerancia es una forma elegante de aceptar la discriminación. Tolerar no es aceptar, pero tampoco reconoce el derecho humano y democrático a discernir. Tolerar es una actitud pasiva que promueve la mediocridad. Tolerar elimina el dialogo o la discusión y crea un mediocre silencio donde todo está permitido. Tolerar funciona porque así lo dictan las leyes, la moda o las convenciones sociales. Lo peor, es que muchos de estos grupos minoritarios son en muchas ocasiones más intolerantes que la mayoría a la que tanto critican. Son los primeros en tratar al otro, de esa manera que ellos no quieren ser tratados.
Aceptar o rechazar es mucho más democrático que tolerar. En una sociedad democrática todos tienen cabida, pero no por ello tienen que pensar igual, sencillamente por eso existen elecciones. Las democracias funcionan, en teoría, por mandato de la mayoría. La demagogia actual pretende hacernos creer que son las minorías las que tienen la última palabra y en el sentido más siniestro del termino políticamente correcto subyace la prohibición a discrepar con estas minorías, de hacerlo los llamados grupos liberales que son igual de intransigentes que los conservadores apuntaran sobre el perpetrador su dedo flamígero y su juicio moral en contra de él. Lo que es cierto es que no podemos pretender que las minorías tengan la voz de la sociedad por el simple hecho de ser minoría. Esa es una manera muy clara de definir a una dictadura o a una tiranía.
A lo largo de las últimas décadas desde que estos temas son parte de una agenda que se pretende humanitaria, más de un gran escritor, pensador o artista ha puesto sobre la mesa de análisis que sucede en el otro extremo de la situación. Mujeres que acosan sexualmente a sus subalternos o aprovechando su condición de genero se dedican a acusar y denigrar a los hombres únicamente por su condición de género. Negros y latinos que discriminan y humillan a blancos por el sólo hecho de un color de piel distinta. Facciones y grupos de preferencias sexuales diversas que impiden a los heterosexuales formar parte de equipos de trabajo por no ser LGBT. Por absurdo que esto parezca, también es una realidad y sobretodo es una forma de discriminación.
La hipocresía de los católicos que hablan mal de los musulmanes sin recordar los crímenes de odio cometidos por la iglesia católica empezando por la Santa Inquisición que era lo mismo que es hoy el Estado Islámico, o de los israelitas que se han encargado de hablar de los atroces crímenes de la II Guerra Mundial en contra de la comunidad judía y que aplican métodos de genocidio muy similares con la población palestina.
Cuando desde la silla presidencial se promueve el racismo, como lo hace Barack Obama al vender armas a los grupos criminales en México o se es el primer deportador de migrantes en la historia de una nación de migrantes es imposible hablar de una sociedad igualitaria cuando su presidente se ha con como tampoco se puede hablar de democracia e igualdad. 
El respeto y la vida de los demás importa, pero no la de un grupo u otro sino la de todos porque todos somos ante todo seres humanos. 

publicado en blureport.com.mx el 15 de julio de 2016

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