martes, 20 de marzo de 2018

Alice Ball vs la lepra.



En Hawái a principios del siglo XX esta joven química desarrolló un tratamiento contra la lepra que se adjudicó otro con el pasar de los años.
Armando Enríquez Vázquez

Tal vez porque era mujer, quizás porque era negra, o porque sus estudios se desarrollaron en el lejano estado de Hawái, o simplemente porque no vivió lo suficiente para desarrollar al máximo su descubrimiento y defenderlo del viento del olvido, que cuando sopla mata. Lo cierto es que tanto el tratamiento que descubrió contra la lepra, como la misma figura de Alice Ball permanecieron en la oscuridad por muchas décadas.
Alice Ball nació en la ciudad de Seattle el 24 de julio de 1892. Su abuelo fue uno de los pioneros del daguerrotipo en Estados Unidos y su padre un fotógrafo y periodista de la ciudad. En 1902, para hacer frente a la deteriorada salud del abuelo, la familia decidió mudarse a Hawái, en busca de un clima más benigno. Los Ball sólo permanecieron en las islas del Pacífico dos años, el abuelo murió en 1904. Hay quienes especulan que, siendo parte de una familia de fotógrafos, su madre incluida, Ball se sintió atraída desde niña por los químicos usados en su casa y las reacciones que estos provocaban para revelar los trabajos familiares. Lo que a mí me parece un poco exagerado pues su campo de estudio estaba más relacionado con la farmacéutica que con la química pura.
De vuelta en Seattle Alice demostró ser una extraordinaria estudiante y se graduó como química farmacéutica y como farmacéutica en la Universidad de Washington. También fue coautora con uno de sus maestros de un artículo publicado en el Journal of the American Chemical Society. Curiosamente una vez graduada Alice decidió volver a Hawái para estudiar su maestría en lo que es hoy la Universidad de Hawái en Manoa. En 1915, Alice se convirtió así en la primera mujer en obtener el grado de maestra en la universidad, así como la primera negra en hacerlo y dar clase en la institución.
La tesis de maestría de Ball tenía que ver con una planta originaria de Polinesia cuyo nombre científico es Piper methysticum y sus principios activos. Pariente de la pimienta la planta era utilizada como relajante muscular, para aliviar algunos dolores y como sedante.
Al mismo tiempo que impartía catedra en la Universidad, Alice Ball fue contratada por un médico llamado Harry T. Tollman del Hospital de Kalihi y que en ese momento trabaja para curar a pacientes de Lepra o Enfermedad de Hansen. El tratamiento que se aplicaba en el leprosario cercano a Honolulu consistía en la aplicación directa del aceite que se obtenía de un árbol local llamado Chaulmoogra por los hawaianos y cuyo nombre científico es Hydnocarpus wightianus. El aceite también podía ser bebido por el paciente, pero su sabor amargo producía nauseas como uno de los principales efectos colaterales. Gracias a sus investigaciones, Alice Ball desarrolló un remedio inyectable con los agentes activos principales del aceite solubles en agua.
El logro de Alice Ball pronto fue conocido como el tratamiento Ball en contra de la lepra. En octubre de 1916 Alice Ball viajó a Seattle, aparentemente realizó el viaje enferma tras haber inhalado de manera accidental cloro en el laboratorio, esa es la principal hipótesis, llegó a la ciudad que la vio nacer para completar el periplo de su vida y morir en diciembre de ese año. Alice Ball tenía 24 años y un futuro brillante que se truncó.
Como siempre y a manera de triste e injusto epílogo hubo alguien que se aprovechó de las investigaciones de Alice Ball y las convirtió en suyas, en este caso se trata del doctor Arthur L. Dean, quien se apropio de las investigaciones y resultados de la joven, siguió trabajando en ellas y publicó los resultados con su nombre, omitiendo, como suele suceder el nombre de la joven química negra.
Así el polvo sepultó la historia y la figura de Alice Ball hasta que, en 1977, Kathryn Takara y Stanley Ali, cada uno de manera independiente, investigando la historia de los negros en Hawái descubrieron la existencia de la joven química y la importancia de su trabajo. A partir de entonces su historia ha ido cobrando relevancia y su nombre puesto en el lugar que le corresponde. En el año 2000, la Universidad de Hawái en Manoa decidió colocar una placa con el nombre de la joven científica al pie del único árbol de Chaulmoogra existente en el campus.

publicado en mamaejecutiva.net el12 de marzo de 2018
imagen: wikipedia.org 

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