viernes, 11 de noviembre de 2016

CDMX La más grande.




Como en el caso de Nueva York, La Ciudad de México está incluida y representa el paso obligado en los sueños de millones de mexicanos. La promoción y publicidad de la CDMX debería entonces ser más amable e incluyente en su promoción. 

Armando Enríquez Vázquez

Escribió en uno de sus poemínimos el gran Efraín Huerta:
Fuera del metro
Todo es Cuautitlán.
Con el tiempo, los chilango hemos aprendido que nada puede ofender más a los mexicanos de las diferentes entidades federativas del país que esa arrogancia que suponen innata en nosotros los chilangos, muchas veces de manera injustificada y muchas veces ante la incapacidad de expresar de manera correcta nuestro amor y orgullo por nuestra ciudad, próxima a cumplir quinientos años de haber sido fundada y ochocientos para quienes la quieren relacionar con la urbe original que se asentaba en el lago; Tenochtitlán. En fin, que los que nacimos en la Ciudad de México tenemos muchas razones para estar orgullosos de nuestra ciudad, de su historia, de su bagaje cultural, la importancia económica de la misma, su arquitectura, de ser un mosaico de todos los mexicanos que habitan la República, entre otros.
Y por eso lo que está muy mal es la insensibilidad de los publicistas a cargo de la actual campaña de promoción de la Ciudad de México que después de una serie de frases llenas de perogrulladas culmina con: La más grande. Frase que puede ser tomada de mil maneras y la más obvia y odiosa para los demás habitantes del país, demostrando la arrogancia clásica que nos atribuyen a los chilangos.
Cuando en 1977, la agencia de publicidad Wells, Rich, Greene fue seleccionada para llevar a cabo la campaña de publicidad para levantar la, entonces, casi nula imagen de la Ciudad de Nueva York, la agencia apoyada en el talento de Milton Glaser creó una de las marcas-ciudad más exitosas y memorables, la sencilla: I Corazón NY.
Tras el ataque terrorista de 2001, Rudolf Giuliani, alcalde en ese momento de la Gran Manzana, lanzó una campaña para recuperar el turismo en Nueva York con el slogan: Todo mundo tiene un sueño neoyorquino que incluyó a grandes personajes neoyorquinos como Woody Allen, Robert De Niro, Barbara Walters, Billy Cristal entre otros.
Nueva York pese a su snobismo, a su cultura, su historia es una ciudad orgullo de una nación que no siempre se ve reflejada en la manera de ser o de pensar del resto de los norteamericanos. No sucede lo mismo con nuestra ciudad que por ser desde tiempos de la Colonia, más tarde con la Independencia y por último tras la Revolución una urbe identificada con el centralismo prepotente y tiránico de los gobernantes del país, difícilmente puede apelar al resto de los mexicanos con una arrogante frase publicitaria como La más grande. 
Los toros de Osborne de manera fortuita se convirtieron en la marca que identificamos en todo el mundo con España. La creación de las siglas CDMX como intento de crear una marca para nuestra ciudad, algo que si lo pensamos es extraño viniendo de un jefe de gobierno de izquierda, no es una mala idea, el poner esa marca de la ciudad cercana a los más importantes monumentos y espacios públicos de la capital, es una buena idea, poner la marca en los taxis, en la papelería oficial, está bien, los colores que pueden no ser los mejores, comenzamos a digerirlos los chilangos, lo que no puede ser es que la frase que publicite a la ciudad ignore esos antecedentes. La más grande, se puede interpretar como un nuevo agravio para los demás mexicanos.
Precediendo al slogan va una frase copiada posiblemente de la campaña de este año para asambleísta por parte del partido Movimiento Ciudadano, de canción de Chava Flores, de cronistas de la ciudad, de la cotidianidad, lo que no estaría mal si no fueran a estas alturas del partido lugares comunes: Las quesadillas de queso, los organilleros, los tacos al pastor, resultan lugares comunes desgastados.
En sexenios pasados, si bien no existió esta visión comercial por crear una marca para la Ciudad, la publicidad y la promoción se basaba en los valores turísticos de la ciudad, en sus atractivos culturales, en los edificios y obras como la columna de la independencia y su victoria alada que imprimen la personalidad de la Ciudad de México. Sin embargo, nunca existio, esta soberbia en el lema.
Como en el caso de Nueva York, La Ciudad de México está incluida y representa el paso obligado en los sueños de millones de mexicanos. La promoción y publicidad de la CDMX debería entonces ser más amable e incluyente en su promoción. Ser más cálida, ya que el rosa y el blanco no lo son, las palabras tendrían que serlo y reflejar a esta ciudad que también se construye de los miles connacionales que llegan de otras latitudes de la nación.
Los publicistas y los funcionarios de la Ciudad fallaron al crear una publicidad basada en ocurrencias, olvidando mostrar que la Ciudad de México es un ente vivo y vibrante.
Porque si la ciudad es una que presume la inclusión y la diversidad que pululan en sus calles, ¿Cómo es posible que la publicidad sea tan arrogante?

publicado en roastbrief.com.mx el 8 de agosto de 2016

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