miércoles, 1 de marzo de 2017

Ocurrencias que insultan.




Hay muchos que se llaman publicistas o creativos que poco tienen de ellos y trabajan con ocurrencias que insultan al receptor del mensaje.

Armando Enríquez Vázquez

El ser ocurrente no significa ser creativo, el ser ocurrente no significa ser efectivo y el ser ocurrente mucho menos significa ser publicista. Alguna vez un directivo de promoción de un canal de televisión me hizo ver la diferencia entre las frases apretar una tecla y oprimir un botón. Todo es cuestión de educación, de buenos modales, pero sobretodo de dar un mensaje claro y que no se preste a ningún tipo de interpretación errónea por parte de aquél al que va dirigido el mensaje.
Esto viene a colación por algunos mensajes publicitarios y de propaganda política que actualmente están siendo difundidos y que parecen todo menos publicidad.
Primer caso. Me encuentro dos carteles a lo largo de una misma barda de la ciudad, los dos son de productos de una misma empresa responsable de producir botanas. Los dos carteles son antagónicos. El primero muestra una mano rebanando una papa en rodajas que mientras vuelan hacía una bolsa se van transformando de la papa cruda a la papa frita. El ambiente de fondo en segundo plano y fuera de foco es casero y acogedor; una cocina en tonos cálidos. El texto sencillo pero contundente: Disfrutamos hacerlas. Disfrutarás compartirlas. Resultado quiero comprar esas papas.
El otro muestra una envoltura del producto que es verde contra un plano y estridente fondo amarillo. En el cartel se han resaltado en un relieve la frase que identifica al producto: Me gusta tu hermana. y por debajo de la frase en un amarillo que no contrasta en nada con el resto del fondo si no es por un poco de marco en la tipografía alcanzamos a leer Intensidad real. Resultado quiero partirle la cara a quien habla así de mi familia.
Si no fuera por el logo de la marca que se nota en ambos carteles, difícilmente podríamos creer que se trata de una misma empresa. Mientras por un lado vemos un esfuerzo publicitario en la redacción, en la creación, producción y ejecución del mensaje, en el otro apenas si se nota la torpe ocurrencia sinsentido y tal vez al vapor de alguien que ni siquiera tiene el menor conocimiento sobre teoría del color.
Es importante notar que no existe una gran diferencia en el público objetivo al que van dirigidos este tipo de botanas por más que alguien quiera convencerme de lo contrario y aunque así fuera nadie tampoco puede negar que mientras en el primer ejemplo hablamos de publicidad, en el segundo hablamos de algo totalmente diferente.
La publicidad, que en otro tiempo pretendía instruir al consumidor acerca del producto que debía adquirir, atribuyéndole razones científicas y de peso que muchas veces eran avaladas por voces en teoría expertas y que poco a poco fue moviéndose hacía emociones, sensaciones y satisfactores hedonistas, no puede caer tan bajo de llegar al grado cero de la escritura y la inteligencia.
Y no solamente porque la frase Me gusta tu hermana, pueda o no parecer vulgar, eso queda a la libre interpretación de cada uno y a la moral que tenga, sino porque no hay nada, absolutamente nada que relacione al producto con la frase. 
Es un insulto a la inteligencia del consumidor que en el peor de los casos mirará al cartel, sin realmente verlo.



Segundo caso. En un sentido todavía peor, las ocurrencias se pueden convertir en un insulto directo a todo aquel al que va dirigido el mensaje como sucede con el más reciente mensaje de propaganda política del partido político Morena, en el que su presidente nacional al referirse a la corrupción que existe en el país y a las transas electorales decide hablar de que se postulan a vacas y cerdos y estos resultan electos. Lo triste es cuando el mismo político anuncia que habrá una rebelión pacífica en la granja.
La frase convierte a todos los electores del país en viles animales a la vista del político y del partido al que dirige. El insulto, el menosprecio está ahí, porque por más que muchos se quieran sentir gallos o alazanes, a lo mejor lo que quiere decir el mensaje es que todos los jamelgos y borregos están dispuestos a seguirlo. Es grave que una supuesta democracia se convierta en una vanal ocurrencia orwelliana en el mejor de los casos, o en una despectiva mirada de alguien que cree tener la razón y la verdad absolutas. No se puede minimizar la voluntad ciudadana a un simple asunto de animales. No se puede hablar de un ciudadano de manera despectiva y pretenderse ocurrente o simpático, mucho menos cuando de un político se trata.
La publicidad es cosa seria, creativa y para muchos una forma de vida de la que se enorgullecen, no debemos permitir que se denigre esa identidad por simples ocurrencias de alguien que se levantó muy “creativo” y plasmó sin analizar las consecuencias de su ocurrencia en una pieza a la que pretende llamar publicidad.

publicado en roastbrief.com el 21 de noviembre de 2016 

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