viernes, 31 de enero de 2020

Llegó Darwin a las ciudades.




En un interesante libro el investigador Menno Schilthuizen, nos habla sobre las ciudades como el nuevo hábitat ecosistema y un factor evolutivo muy importante: El hombre.

Armando Enríquez Vázquez

A finales de 2016 la BBC estrenó su serie de televisión Planet Earth II, el sexto y último capítulo de la serie está dedicado a las ciudades como un nuevo ecosistema, un nuevo hábitat para especies que se desarrollan también en ecosistemas naturales. Halcones peregrinos que viven y han aprendido a cazar en Nueva York remplazando la altura de los riscos por las antenas de los rascacielos, hienas en las afueras de los pueblos egipcios y monos en las ciudades de la India.
Las ciudades son un nuevo refugio para ciertas especies. En 2018 la editorial Picador, una editorial fundada en Inglaterra en 1972 hoy parte de McMillan, publicó el libro Darwin comes to Town del biólogo evolutivo Menno Schilthuizen. Un texto que nos habla de cómo la Jungla Urbana impulsa la evolución, como dice el subtitulo en la portada del libro.
Aunque en el libro no se habla de grandes depredadores como los leopardos en los cinturones de miseria de ciertas ciudades indias, lo que hace Schilthuizen a lo largo del libro es contarnos las diferentes formas en las que los seres humanos hemos y seguimos modificando de manera inconsciente y a veces consciente los ecosistemas locales a partir de la urbanización o de la introducción de especies exóticas que modifican el paisaje local. Cómo algunas de las especies agredidas por la invasión de los seres humanos se han adaptado y evolucionado, la forma en que especies introducidas por los seres humanos en hábitats que les son desconocidos y difieren de su normalidad han creado y formado colonias y conquistado estos nuevos habitats. Pero una de las cosas que nos marca Schilthuizen en su texto, es que aquella vieja fabula del ratón del campo y el ratón de la ciudad es una realidad en muchas de las especies que se han adaptado a las ciudades y las diferencias con sus similares en su hábitat natural.  
En el texto el autor marca la importancia acerca de reflexionar sobre nuestro papel como especie en la evolución. Los Homo sapiens somos la especie más destructora del planeta, esa ha sido una de las características de nuestro éxito para conquistar toda la superficie del planeta, somos la especie que ha modificado ecosistemas y el medio ambiente a voluntad y en nuestro beneficio. Hemos alterado la conducta de las especies a nuestro alrededor y hemos seleccionado a los que para nuestro beneficio consideramos los mejores, jugando con la genética de manera empírica en un principio, y científica en los últimos siglos, manipulado directamente la evolución de las especies. Es así como nacen la agricultura y la ganadería. Somos un verdadero factor de evolución, para bien o para mal, dependiendo del cristal con que lo vemos.
Pensar que durante siglos nuestro actuar sólo ha afectado a las especies que consideramos benéficas es una falacia. Los seres humanos somos la especie más destructora sobre la faz del planeta y con nuestras acciones hemos acabado con la mayor parte de las especies con las que hemos convivido; acciones, que sólo desde hace unas décadas se consideran, nocivas para el balance de la Naturaleza, además de ser una conducta egoísta, lo que Schilthuizen nos demuestra en su libro, es que más allá del egocentrismo de los Homo sapiens existen especies de animales y plantas capaces de adaptarse a las condiciones que la comodidad y el desarrollo de los humanos les imponemos de manera irreflexiva y soberbia.
Los seres humanos no sólo hemos creado un solo hábitat; la ciudad. Dentro de la misma ciudad y las zonas metropolitanas que las rodean hemos formado islas verdes; parques, jardines, en las que ciertas características de los miembros una misma especie, ejemplo los ratones neoyorquinos de los que se habla en el libro, difieren de los ejemplares de la misma especie a unos cuantos kilómetros, cientos de metros, a cuadras de distancia existentes entre ellos.
Hemos modificado el paisaje que nos rodea en los últimos cien años de manera más dramática y veloz que nunca antes, los motores de combustión interna, la luz eléctrica, han provocado cambios que afectan a los animales, el calor de la ciudad resulta atractivo para muchas especies, las luces de edificios y espectaculares han alterado la conducta de otras, el vidrio en las fachadas de los altos edificios son una trampa para las aves.
Plantas y animales llevados a zonas en las que no existen sus depredadores naturales florecen para convertirse en plagas que acaban con fauna y flora nativa. Las fábricas de la revolución industrial afectaron en la genética de las polillas inglesas, con el tiempo las políticas de aire limpio volvieron a afectar de manera genética de las polillas. Los comportamientos humanos han llevado a los animales a enfrentar nuevos retos; abrir botellas de leche, alimentarse de sobras de comida rápida, reproducirse con mayor frecuencia, acercarse más de lo que hacen los miembros de su especie que habitan en zonas naturales, donde la población humana es mucho menor.
Incluso en el desfile de científicos y estudios a lo largo y ancho del mundo, que tiene el libro, por ser chilango me llamó mucho la atención la mención que el escritor holandés, hace de una científica de la UNAM, Montserrat Suárez Rodriguez, que estudió a los gorriones de la zona de las llamadas islas de la Universidad, que han integrado a la construcción de sus nidos las colillas de cigarros de los estudiantes y paseantes de esa zona de la máxima casa de estudios, por las características antibióticas que presentan para ciertos parásitos comunes a los nidos y no sólo como un material más de construcción.
El libro no habla de manera entusiasta porque al final es más lo que se ha perdido, lo que hemos destruido, pero no por eso el autor deja de maravillarse en como las especies se adaptan como las llamadas sexuales de ciertas aves son más altas en las ciudades donde tiene que competir con el ruido normal de la metrópoli que en el campo o los bosques. Darwin Comes to Town, nos obliga a ver la naturaleza de la ciudad de una manera diferente y a ser capaces de entrever el papel que con nuestro granito de arena para bien o para mal jugamos en los microecositemas en los que están ubicadas nuestras comunidades.    

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