jueves, 2 de enero de 2020

Mexiconario una forma de leer como hablamos.




En un libro muy atractivo y divertido Algarabía hace un magro intento por capturar la forma en que hablamos en las diferentes entidades federativas de nuestro país.

Armando Enríquez Vázquez.

Para aquellos que hemos vivido en diferentes ciudades de nuestro país, una de las cosas que siempre llaman nuestra atención y a las que nos es obligación adaptarnos y entender son los localismos y modismos que nuestro idioma toma en cada las diferentes regiones del País.
La editorial Algarabía acaba de publicar un libro al que pretenciosamente llama El Mexiconario, y dijo de manera pretenciosa porque en las 200 páginas que lo forman, no se puede acometer desmenuzar la riqueza y diversidad que los mexicanos hemos hecho con el idioma que Cortés y los que le siguieron impusieron en las arbitrarias fronteras de la Nueva España y más tarde se ha visto enriquecido y modernizado por los aportes de las lenguas originarias y la influencia de los imperios a nuestro alrededor, así como la constante migración de latinoamericanos desde hace más de 40 años procedentes de diferentes naciones del continente.
Algarabía se ha caracterizado a lo largo de su existencia por editar una revista y una serie de libros muy interesantes y con énfasis, sobre todo los libros, en el español que hablamos. Ellos son los autores de libros muy mexicanos de hablar como El Chingonario donde se dedicaron a desmenuzar todos los usos que le damos a la palabra Chingar, como verbo y sustantivo.
El Mexiconario es apenas una limitada lista de palabras que se utilizan en los 32 estados y la capital del país sin que por eso se convierta en un diccionario, es además una infografía actualizada, para los que desconocemos la división política de cada uno de los estados, del número de municipios y alcaldías por entidad, el número de habitantes y el porcentaje que representan en el total de población nacional.
A los hechos, o mejor dicho a la lectura me remito, como mencione antes, los que hemos sido afortunados para vivir en diferentes regiones y ciudades del país por lapsos largos descubrimos que la selección de la editora del libro María del Pilar Montes de Oca Sicilia, quien fue destituida apenas en noviembre de 2019 por su estúpida actitud, imbécil comentario y muestra de intolerancia, en relación al caso de la matanza de la familia LeBaron, a pesar de mostrar muchos regionalismos, esta muy lejos de ser una recopilación interesante y representativa de la forma de hablar de ese mosaico que somos los mexicanos y nuestras diversas formas de hablar.
Además, la mujer olvidó que hoy gracias a los fenómenos de migración interna consecuencia de la violencia y el narcotráfico muchos de estos modismos del idioma nos son conocidos a muchos más mexicanos de lo que sucedía hace treinta o veinticinco años y por lo tanto muchas de las palabras que forman parte de la lista que armó son ya del dominio común entre los mexicanos.



La falla está en la pretensión de llamar Mexiconario a un libro que no respeta la estructura de un diccionario y se limita a darnos la palabra o el término con un ejemplo de su uso sin entrar, muchas veces, en el detalle de si se trata de un sustantivo, adjetivo o un verbo, lo que es peor no nos dice nada acerca del origen del vocablo en cuestión. Los anglicismos como birria, sinónimo de cerveza, y la diferencia con la birria como guiso de Jalisco no se encuentra en la obra. Omite la voz guayabo con la que los habitantes de Cuernavaca se identifican a sí mismos, pero en el capítulo dedicado a Veracruz incluye Jarocho como gentilicio de los habitantes del Puerto de Veracruz. De manera por más arbitraria atribuye a los morelenses, sin que nos diga cómo o por qué la frase Chupar faros o el hablar de la ropa con el sinónimo Garras, en ambos casos más que de regionalismos, porque conocidas en el centro del país y de la capital desde hace más de 60 años, estamos hablando arcaísmos. Tampoco en el libro se nos habla del chilango Bolillo, el jalisciense Birote y el veracruzano Pan de Agua sus coincidencias y diferencias.
Uno de los mayores yerros se da en vocablos que son muy comunes en ciertas ciudades que la editora del libro desconoce al ser ajena a la cotidianidad de los lugares. En Chihuahua hasta la fecha se utiliza la palabra winie como sustantivo que se utilizar para designa una salchicha, morro/a no aparece, como tampoco troca o parquear, no aparece tampoco el modismo trae tiempo como coloquialismo de ¿Qué hora es?
Una de las cosas que recuerdo del tiempo que viví en Xalapa, Veracruz, era el uso común sin importar el estrato social de la palabra ves como sinónimo de ve imperativo del verbo ir. Siempre que pregunté porque era correcto decir: ¡Ves por las cocas! Invariablemente la respuesta era la misma es que ve es de ver. La riqueza, las variantes y distorsiones que existen de nuestro idioma al interior del país apenas están bocetadas en este libro que puede resultar interesante para un crío o un neófito del mexicano.
En este mismo sentido lingüístico alguien debería estar rescatando y reimprimiendo la obra del gran Arrigo Coen Anitúa quien publicó 3 libros muy interesantes acerca de como hablamos el español en México y el origen de vocablos popular.

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