lunes, 6 de enero de 2020

Mujeres de Letras en el reinado de Isabel La Católica.




La corte de la reina Isabel I de Castilla acogió e hizo prosperar a diferentes mujeres dedicadas a las letras y la enseñanza.

Armando Enríquez Vázquez

Durante el reinado de Isabel I de Castilla, tiempos en los que terminaba la Edad Media, nuevos vientos corrían por Castilla, la próxima expulsión de la península ibérica a los musulmanes y la incitación a un éxodo judío, marcaban la implantación de un catolicismo férreo, intolerante y castrante; una naciente sociedad católica dominada por la persecución religiosa y cimiente de la feroz Santa Inquisición. Curiosamente en el seno del catolicismo machista, el hecho de que el reino de Castilla fuera dirigido por una mujer ayudó a promover la carrera y las actividades de mujeres, sobre todo aquellas cercanas a la reina, que florecieron en los días que Isabel gobernó.
La más importante de estas brillantes mujeres fue Beatriz de Bobadilla que nació en Medina del Campo en 1440, el padre de Beatriz fue nombrado el encargado de la fortaleza de Arévalo donde estaban encerradas la futura Isabel de Castilla, su hermano y su madre, las niñas congeniaron desde el inicio y fructificó con los años una gran amistad, al grado que Beatriz de Bobadilla se convirtió en la consejera de la reina. Independientemente haber sido su mejor amiga, Beatriz acompañó a Isabel a lo largo de su vida en las buenas, en las malas y en las peores. Isabel le otorgó a ella y a su marido el marquesado de Moya y en momentos de incertidumbre le confió el cuidado de su hija la futura reina Juana. Hay quienes dicen que fueron los consejos de Beatriz de Bobadilla los que impulsaron a Isabel I de Castilla a tomar finalmente la decisión de apoyar la aventura de Cristóbal Colón. Esta Beatriz murió en 1511.



Otra sabia mujer que habitó la corte fue Beatriz Galindo, conocida también como La Latina, quien por órdenes de Isabel de Castilla se encargó de educar a Juana y a sus hermanas. Beatriz Galindo nació en Salamanca en el seno de una familia aristócrata venida a menos por la pobreza y caos reinante en los territorios que hoy forman España. A pesar de ello Juana fue una niña y adolescente estudiosa, interesada en el latín y los escritores clásicos a los que dominó a la edad de dieciséis años. Beatriz sabía que la única forma de asegurar un futuro de estudio y reflexión era ingresar en un convento. Sin embargo, debido a su conocimiento del latín, idioma que la joven hablaba de manera fluida y sin trabas, lo leía y lo traducía, llamó la atención de la reina que la convocó a la corte para que la enseñara a ella, su hijo Juan y a sus hijas; Juana, María, Isabel y Catalina. En esos días Beatriz Galindo se había ganado ya el sobrenombre que la distingue a lo largo de la historia: La Latina.
Con el tiempo los reyes le consiguieron a Beatriz el marido ideal, para ellos claro, un militar de nombre Francisco Ramírez, quien murió a los pocos años en las acciones militares en contra de musulmanes y judíos. Beatriz fue además consejera y amiga de la reina, como fue el caso de Beatriz de Bobadilla. Más allá de sus labores como institutriz y educadora de futuras reinas, Beatriz escribió, poco sobrevive del material escrito por la erudita mujer. Además, tal vez por su infancia de carencias, Beatriz Galindo fue una mujer que fundó diferentes instituciones para los pobres siendo la más importante el primer Hospital para pobres de Madrid, conocido como La Latina. Así como varios conventos. Tras la muerte de Isabel I, Beatriz se internó en un convento y murió dedicada a obras de filantropía en 1534.
Entre las damas que formaban parte de la corte de la reina Isabel La Católica, la más enigmática de todas es Florencia Pinar. poco por no decir nada se conoce acerca de ella. Sólo le sobreviven unos cuantos poemas que fueron seleccionados en 1511 por Herrando del Castillo en su famosa obra Cancionero General. El siguiente es uno de esos poemas este dedicado a unas perdices que fueron enviadas vivas a una señora para cocinarlas:

Destas aves su nación
es cantar con alegría,
y de vellas en prisión
siento yo grave pasión
sin sentir nadie la mía.

Ellas lloran que se vieron
sin temor de ser cativas,
y a quien eran más esquivas
esos mismos las prendieron.
Sus nombres mi vida son
que va perdiendo alegría,
y de vellas en prisión
siento yo grave pasión
sin sentir nadie la mía.



imagenes: wikipedia.org

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