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lunes, 13 de mayo de 2024

El pantano permanece.



Parecería que una tercera entrega de esta serie polaca es excesiva y sin embargo por muchos momentos vale la pena verla.

Armando Enríquez Vázquez

¿Hasta donde se puede estirar una historia sin que se convierta en un pastiche artificial? ¿Cuándo parar y dejar a los personajes en paz?  Cuando una serie se vuelve exitosa todo mundo en el lado de producción se emociona y se intenta mantener la historia viva a costa de cualquier incongruencia o acciones que no tienen ya lógica alguna.

El viaje final de Don Drapper, en Mad Men, para regresar al mundo impostor de la publicidad resulta un tanto cuanto lento, para llegar a la gloriosa secuencia final con sus implicaciones y referencia triunfal.  Juego de tronos, para disgusto de la gran mayoría tuvo un final contundente y lógico. No feliz, pero al estilo del autor de la historia; veraz, sin exagerar en el optimismo y dándole la vuelta a un fácil final feliz. Hijos de la Anarquía es otra serie con una gran lógica interna y un final acorde al desarrollo de la serie.

El pantano, una serie polaca cuya primera temporada fue estrenada en 2018. La acción se sitúa en un pueblo ficticio de aquella nación en los días que antecedieron al fin del comunismo; abuso de poder de los líderes políticos, policiacos y sindicales, la injusticia social del comunismo y una serie de asesinatos. La más reciente temporada fue estrenada a principio de este año por Netflix, desde el primer capítulo aparecen ya los personajes y los arcos dramáticos que unen tres temporadas que recorren más de 20 años en la historia de Polonia y los cambios sociales que esas décadas representaron con la caída y desaparición de la Europa comunista y la permanencia de la condición humano; explotación, corrupción y poder, como también de la mano de la culpabilidad autoinfligida va el eterno intento de la expiación de pecados o cuando menos de la justificación.

Esta por finalizar el siglo XX Piotr Zarzycki, aquel ambicioso periodista que protegido desde el nepotismo de los altos círculos del poder sobrevivió a la primera temporada y en la segunda regresa al pequeño diario después de 10 años, sólo para enfrentar una serie de verdades que destruyen su vida y su seguridad pero los tiempos han cambiado y ya nada lo puede salvar por lo que no hay vuelta atrás; Zarzycki queda estancado en el pueblo al finalizar la temporada. Ahora Piotr Zarzycki encerrado en casa, traumado por los sucesos de la segunda temporada, con una nueva relación sentimental y una hija adolescente que se siente rechazada desde la muerte de su madre y la huida de la amante de su madre habrá de enfrentar su mayor temor; su pasividad y entrar en acción.

A la par la historia del periodista Witold Wanycz (Andrzej Seweryn) quien hastiado de la vida y de la mediocridad del periodismo de estado en Polonia inicia esta serie en un momento cuyo único objetivo es huir de Polonia y reencontrar al amor de su juventud y de la vida en Alemania, al final de la primera temporada el viaje se aplazará en un sacrificio que podría definirse humanitario, pero que también admite que el amor real sobrepasa al platónico.

Con el pasar de las décadas, Wanycz vive de manera tranquila retirado del diario pero constantemente obligado a investigar nuevas y las mismas atrocidades. En la segunda temporada el regreso de una amiga a Polonia lo lleva a sentar cabeza sin dejar de pensar en el amor pasado que vive en Alemania y en la tercera la promesa de una carta perdida en el tiempo detona todo.

Pero el gran hilo conductor de la serie son los crímenes que se van descubriendo enterrados en los pozos de brea y lodazales del pantano cercano a la ciudad. Crímenes de odio, de guerra, genocidios o simples asesinatos. La oscuridad del pantano no solo está en los personajes de la serie, si no ese pantano que se ha vuelto fosa siniestra. El hotel central del pueblo es un personaje más de la serie de centro social donde la prostitución, las reuniones políticas y arreglos corruptos se llevan a cabo permanece casi intacto en las tres temporadas, y por intacto no me refiero a que los estragos del tiempo no hayan mellado el edificio, ni que los muebles y paredes no parezcan ya fuera de lugar conforme avanzan las temporadas, pero en el sentido clandestino y de centro de poder el Hotel se niega a morir. Es un emblema de ello a pesar de la llegada de nuevos grupos criminales con la llegada del nuevo milenio.


Y el mayor negocio criminal del mundo, el más redituable, la trata de personas está presente a lo largo de los 17 episodios de la serie y es sin duda un tema que pasa de un personaje incidental a uno de los protagonistas de la serie.

Al iniciar la tercera temporada, llamada El pantano milenio por Neflix, Wanycz recibe una llamada del eterno gerente del hotel central con la promesa de entregarle una carta que no espera y que viene del pasado. Pero cuando Wanycz llega al hotel, el gerente ha sido asesinado.

El descubrimiento de nuevos cuerpos en la ciénega, junto con la necesidad del procurador por hacer de los restos más victimas de los soldados Nazi y la II Guerra Mundial, a pesar de que los estudios forenses demuestran que los restos son de los años sesenta. Mientras su asistente, molesta por la actitud oficial, decide revelar la verdad y además es su manera de expiar culpas del pasado.

La tercera temporada ata cabos sueltos que nadie estaba consciente de su existencia, y sin embargo, no parecen haber sido incrustados a fuerza, aunque se tuvieron que crear tramas en el pasado para explicar la existencia de algunos personajes y su relevancia en la historia, como el padre de Anna Jass (Magdalena Roczczka), la detective de armas tomar que aparece a partir de la segunda temporada y es la amante de Teresa Zarzycka (Zofía Wichlacz) esposa de Piotr. La misma asistente del procurador entra sutilmente y de manera tímida como su personalidad a cumplir su papel en la historia del pueblo.

 Anna Jass regresa en la tercera entrega con la insensatez impuesta por la muerte de Teresa que la obliga a cometer acciones suicidas y la culpabilidad que siente. Convaleciente en el hospital del pueblo, su viejo compañero el policía Adam Mika (Lukasz Simlat) la involucra en la investigación que esconde trata de jóvenes rumanas. El caso se complica con la desaparición de Wanda Zarzycka, la hija de Piotr.

Si, bien El pantano no ha recibido los reflectores merecidos en este lado del mundo, la primera temporada ganó el premio nacional en Polonia a la mejor serie, es una serie que vale la pena ver. Muchos podrían argumentar ciertas deficiencias narrativas sobre todo en la segunda de temporada, pero la trama la que nos hace verla de principio a fin. La congruencia de los personajes con el paso de los años, el pequeño pueblo como personaje de la serie con su pantano, sus multifamiliares, la alberca pública del comunismo, lugar de abusos sexuales y redes trata ahora parte abandonada y otra convertida antro y burdel.

Reflejo de diferentes momentos de la historia y de la hipocresía oficial sin importar la ideología del gobierno, la serie, como la vida, abandona al ciudadano a su suerte frente a la corrupción y el crimen organizado.

imagenes netflix.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Un pantano trece años después



 El tiempo transcurre, no así los misterios que s ocultan en el pantano polaco. La serie de Netflix nos recuerda que muchas veces todo se mueve para que siga igual. 

Armando Enríquez Vázquez

El año pasado Netflix estrenó lo que parecía una miniserie polaca llamada El Pantano. La historia centrada en una investigación periodística del asesinato de un funcionario escolar y una prostituta en la Polonia comunista llena de represión y censura. Esta investigación deja entrever la corrupción y lugares oscuros de la pequeña ciudad polaca de Gronty, así como los recuerdos del viejo periodista Witold Wanycz (Andrzej Seweryn), sobre su juventud y su relación con una joven alemana que tras la II Guerra Mundial regresó a Alemania para convertirse en una afamada artista gráfica. El sueño de Witold es viajar a Alemania y rencontrarse con esta mujer. En el otro extremo se encuentra el periodista novato Piotr Zarzycki (Dawid Odrodnik), hijo de un alto funcionario del partido comunista polaco que recién casado con Teresa (Zofia Wichlacz) que esta embarazada y al parecer mientras él huye de la sombra de su padre para forjar su carrera, ella también esta buscando nuevos horizontes que la liberen de la reputación que le dejó una relación lésbica. El bosque aledaño a la ciudad oculta el secreto de una matanza nazi, pero algo más también que no se esclarece bien en esa primera entrega pero que impactó directamente en la relación entre Witold y la adolescente alemana.

Al final de la primera entrega los cabos que quedan cabos sueltos no parecen demasiado fuertes para pedir una segunda temporada, las tramas principales se resuelven de forma lógica y convincente, por eso al ver anunciada una segunda temporada ubicada 13 años después me llamó la atención.

Esta segunda temporada es sorprendentemente coherente con la primera, la evolución de los personajes, la situación de Polonia ha cambiado es 1997, el comunismo ha desaparecido pero el peso de un sistema corrupto aún se cierne sobre Gronty, esta vez la tragedia que provoca todo es una gran inundación que devasta Gronty y desentierra cientos de cuerpos del cementerio clandestino en el bosque cercano al pueblo.

Piotr regresa al pueblo para dirigir el diario local en el que se inició trece años antes, con él llegan Teresa y la hija de ambos, la adolescente Wanda (Wanda Marzec) y se instalan en un nuevo desarrollo residencial que no sufre daño alguno por estas inundaciones a pesar de encontrarse en una zona muy vulnerable de los suburbios del pueblo, pues de manera providencial, al parecer, un dique se ve rebasado por el agua y la corriente toma otro rumbo que incluye las calles de Gronty.

La aparición del cadáver de un adolescente entre los escombros del paso del torrente cercano al dique desata una investigación policial que ninguno de los policías locales quiere llevar a cabo y/o que progrese y la única empecinada en hacerlo es la sargento de policía Anna Jass (Magdalena Rozczka) quien está en Gronty en un programa de intercambio con la policía de Cracovia, en un principio parece que a manera de castigo, pero la policía deja ver hacia el final de la temporada que sus órdenes son otras. Como en muchas de las series policiacas, Jass tiene un trauma por una investigación mal resuelta que la atormenta y la obliga a tratar de resolver este caso. Tal vez, el motivo de su traslado a Gronty desde la ciudad de Cracovia sea también el hecho de ser lesbiana, en un país que comenzaba a levantar su puritanismo comunista y católico.

También está el secuestro y desaparición del hijo de un poderoso empresario de la ciudad que lleva meses sin ser investigado, algo que es una prioridad para el diario que dirige Piotr, pues el empresario es el principal anunciante.

Mientras Witold se ha recluido como un ermitaño en su departamento, únicamente visitado por los fantasmas de su adolescencia y por Nadia la prostituta a la que ayudó a huir de Gronty en la primera temporada y que ahora es la dueña del salón de belleza del pueblo.

Piotr visita a Witold y le pide escribir un texto para el periódico sobre la verdad que oculta el bosque de Gronty, algo que al principio el viejo periodista se niega a hacer y lo mismo sucede cuando le pide lo mismo al viejo disidente político Kazimierz Drewicz (Michal Kaleta) quien, reintegrado a la vida pública y al diario, ahora se encarga de escribir los horóscopos y trata mantenerse apartado de todo. Al final ambos escribirán sus textos.

La investigación que Jass se empeña en continuar demuestra que el dique fue dinamitado para evitar que el conjunto residencial se inundara. También esta el viejo fiscal de la región y el fantasma de la amante de Piotr en la relación con Teresa que descubre un nuevo amor. Piotr continúa siendo un peón, sin que él lo reconozca. Mientras que la investigación de Piotr sobre el secuestro del hijo del empresario lo llevan a lugares más cercanos de lo que el mismo espera.

Todo se ha movido y cambiado para seguir igual, poder político que es remplazado en parte por poder económico. La censura convertida en autocensura e intereses comerciales en un supuesto diario independiente. Y todos los personajes están relacionados en una serie de giros de tuercas y guiños que crean una telaraña de finos hilos y vasos comunicantes.

Al final todo habrá de solucionarse, los horrores del momento y del pasado llenan la historia y una última vuelta de tuerca precede al fade out final. Cómo en la temporada anterior todo parece resuelto, existen muchos cabos sueltos que parecen insignificantes, aún quedan preguntas sin contestar, empezando por ¿qué sucedería si Witold viaja a Alemania y encuentra a la artista alemana que fue el amor de su adolescencia y cuyo recuerdo junto con un acto de cobardía que el periodista cometió y nos es revelado en esta segunda entrega lo han marcado en su vida?

Supervivencia y traiciones, supervivencia y nuevas oportunidades parecen una constante que rodea a los diferentes personajes de la serie.

Igual de breve que la primera entrega, sólo 5 episodios, esta nueva temporada de El Pantano es muy sólida, con personajes que no han cambiado en lo fundamental, pero a los que los años han matizado. Escrita de manera brillante y con actuaciones que destacan por no ser estridentes, ni llamativas, El pantano engancha desde los primeros minutos de la segunda entrega. La fotografía es sobria y gris como lo fueron los años de la dictadura comunista y los medrosos y temerosos años que siguieron a su caída solo sirve para reforzar el escenario planteado por el guión. 

Aunque al parecer Netflix no ha dicho nada acerca de una tercera temporada, hay quienes asumen que la habrá. En lo personal creo que esa historia central entre Witold y la artista alemana es la gran pieza faltante. No es imprescindible porque todos sabemos lo que los años y la distancia representan, pero en tiempos en que todos quieren que se les explique todo, nadie mejor para no dejarlo a la interpretación que los productores y escritores. El Pantano es una buena serie para ver.


Publicado originalmente en roastbrief.com.mx en agosto de 2021

imagen Netflix

jueves, 30 de julio de 2020

El pantano recuento de muchos daños



El Pantano es mucho más que una miniserie policiaca, es una reflexión acerca del daño que hicieron los gobiernos totalitarios a los individuos en aras del bien sectario. 


Armando Enríquez Vázquez

En el último año me he encontrado en Netflix dos series polacas que hablan de una manera u otra de ese terrible pasado sufrido por los polacos tras la II Guerra Mundial cuando quedaron bajo el yugo comunista de la Unión Soviética y el estado totalitario impuesto desde Moscú en que vivieron como las demás naciones de lo que se llamó Europa del Este donde lo que menos importaba eran la libertad y la individualidad, lo que salía a flote era la corrupción y un oprobioso sistema de privilegios y autoritarismo fascista como el que se vive hoy en Cuba y Venezuela.
La primera de ellas es 1983 en la que directamente se trata el tema de la libertad y la democracia denegada a través de un sistema corrupto y oligárquico como todos los fundados con el pretexto de la salvación del pueblo.
La segunda mucho menos sutil y más llena de subtextos es El Pantano, estrenada este año. La anécdota se reduce a una mera historia policial donde una prostituta y un miembro del partido comunista polaco cabeza del deporte en un pequeño pueblo del oeste de Polonia son asesinados en un bosque cercano a la ciudad. Este sólo sirve de pretexto para contar una historia de corrupción y represión al interior de la sociedad polaca comunista. Lo peor es que no habla de la represión del estado contra los ciudadanos, que claro que existió, si no de esa autorepresión a la que se habituaron muchos dentro de este tipo de sociedades por miedo a perder las pocas libertades que les quedaban, por miedo a perder la vida y no necesariamente a morir, si no a ser marcado como opositor o renegado del sistema.
La historia protagonizada por dos periodistas uno viejo Witek, que trata de huir de Polonia para buscar al amor de su vida después de 40 años, un ambicioso joven periodista Piotr hijo de un importante miembro del politburó polaco que abandona Cracovia para crear renombre por su cuenta en un pueblo pequeño. Algo que el mismo sabe no es cierto pues el trabajo en el diario de la pequeña ciudad lo ha conseguido gracias a su padre. La esposa de este joven periodista una joven quien a pesar de estar embarazada es lesbiana o por lo menos bisexual y se ha casado para guardar las apariencias y sobre todo con el hijo de un importante político para sentirse protegida. Un sistema de prostitución controlado por el estado y noticias manipuladas; “oficiales”, que no se cuestionan porque no tiene sentido hacerlo; si así lo ha dicho el partido y no hay manera de que haya sucedido de otra manera. La importancia de la nota la marca la agenda del politburó.
Por otro lado, se encuentra el suicidio de un par de adolescentes que sin explicación alguna han decidido lanzarse al vacío desde la azotea del edificio donde vive ella. Nadie parece interesarse por este caso, los suicidios en esas sociedades no eran reconocidos, era poner en claro el fracaso del gobierno para hacer felices a sus ciudadanos. Además, la joven era hija de un preso político, un experiodista que interesado en denunciar la corrupción y que en su momento fue denunciado por Witek, con la única intención de salvarle la vida.
La chica independientemente de ser una estudiante modelo, era una apestada dentro de la escuela por el asunto de su padre. Estigmatizada y despreciada, es además atacada sexualmente por un depredador sexual cobijado por el sistema. Algo que ella aprovecha para hacerse de unos dólares para deslumbrar al joven que se ha enamorado de ella y ella de él.
El suicidio hace a Witek, tener cierta carga de conciencia que lo obliga a necesitar aclarar la trágica historia. Sin embargo, existe otro factor que lleva a Witek a tratar de averiguar la verdadera razón sobre el suicidio; el eco de su historia personal y de los horrores que sucedieron al terminar la II Guerra Mundial en el bosque aledaño a la ciudad, donde tanto la joven pareja contemporánea como él y su amada en su momento se daban cita.
Mientras Piotr encerrado en su deseo sexual reprimido decide seducir a la viuda del político asesinado, o termina siendo el cazador cazado. Piotr tomara las peores decisiones a lo largo de los cinco episodios de la miniserie, pero saldrá sin problemas de los embrollos gracias al peso de su padre, su ingenuidad e inexperiencia se verán mermadas, que no destruidas, mientras que la vida de Witek cambiará de manera radical y él, acostumbrado a no cuestionar, terminara aceptando los designios del destino de manera estoica y tal vez por primera vez haciendo uso de lo poco de su libre albedrio que le permite la sociedad totalitaria en la que vive.
El Pantano es mucho más que una miniserie policiaca, es una reflexión acerca del daño que hicieron los gobiernos totalitarios a los individuos, a sus anhelos, sus gustos y sus ambiciones en aras del bien sectario de asesinos, censores, tiranos y corruptos que gobernaron muchas de estas naciones y otras que aun gobiernan en otras latitudes en la actualidad.
Las sociedades han cambiado y cambiaron a lo largo del siglo XX, pero no por los políticos, si no por los ciudadanos que derrumbaron muros y acabaron con los tiranos burocráticos de estados basados en la prepotencia, la impunidad y la corrupción. Y ese cambio permite que hoy se reflexione y se muestre sobre estas sangrientas tiranías modernas en series como El Pantano.

publicado en roastbrief.com.mx el 28 de abril de 2020
imagen netflix.