miércoles, 7 de octubre de 2015

Un arbusto que arde, historia y reflexión.



¿Cuantas veces hemos visto la historia de diferentes países en cine y televisión tratando de hacer un recuento de sus muertos de sus infamias, de la desolación y zozobra que los regímenes totalitarios sembraron en las sociedades enfrentando a los hermanos, amigos, vecinos?


Armando Enríquez Vázquez

Agnieszka Holland se dio a conocer en el mundo con la película Europa, Europa en 1990. Holland es una de las cineastas polacas más importantes de la actualidad, en la mejor tradición de algunos de los grandes cineastas con los que trabajó como Krzysztof Zanussi o Andrzej Wajda. En la década de los años sesenta Holland estudió en Checoeslovaquia. La cineasta se hizo de un nombre no sólo dentro del cine internacional sino también dentro de la televisión, medio en el que inicio en 1975, pero en el ha incursionado con mayor frecuencia a partir de la dirección de varios capítulos de la serie The Wire de HBO, entre 2004 a 2008. Para la misma HBO dirigió capítulos para la serie Treme,  serie que trata del mosaico cultural y musical de Nueva Orleans, así como de las grandes injusticias y corrupciones que se dieron en aquella ciudad norteamericana después del Huracán Katrina. Holland dirigió también algunos capítulos de la versión norteamericana de The Killing y de la tercera temporada de House of Cards
En 2013, Holland emprendió el proyecto más importante que haya realizado HBO Europa, la miniserie en tres partes Horicí Ker, (El arbusto en llamas). Una seria histórica situada en Praga al final de la década de los años 60. Tras la primavera de Praga en 1968 y la invasión de la entonces Checoslovaquia y represión por parte de las tropas soviéticas a finales de ese mismo año, la historia inicia el 16 de enero de 1969 cuando el joven estudiante de tan sólo veinte años, Jan Palach se prendió fuego como manera de protestar en contra de la ocupación soviética de su país.
El arbusto en llamas cuenta la historia de la abogada Dagmar Buroseva, encargada de llevar a un alto miembro del partido comunista checoslovaco, colaboracionista con la KGB, a juicio por difamar y falsear las acciones de Palach, La justicia inexistente en Checoslovaquia y el control del Estado llevan a Buroseva a ver afectado no sólo su trabajo, sino todo su núcleo familiar. Pero es ante todo la historia que no debemos de cansarnos de escuchar de aquellas sociedades llamadas comunistas que en aras de lo que sus líderes llamaban el bienestar común vivían bajo un terror del estado similar al que se vive en una dictadura militar de derecha. Una sociedad víctima de un Big Brother que incluía a sus propios vecinos y familiares. Una sociedad bajo vigilancia las veinticuatro horas y la desconfianza que esto genera.
La serie es impactante, la historia desoladora, las actuaciones soberbias. Nada de los gritos y susurros de las series americanas a las que estamos acostumbrados, la serie en su género es más cercana, sin serlo, a la pieza. Pero invita a la reflexión, al final cuando uno de los personajes, cabeza de la policía secreta checoslovaca le dice a otro:
 - El hombre es un animal, se preocupa únicamente por sí mismo y sus pequeños. Al final hace lo que se pide que haga.
Queda claro que el aparato para coaccionar a la población sin ser sútil, jamás fue escandaloso, ni tan violento en la superficie como sucede en muchos países todavía. Shakespeare, el hombre es el lobo del hombre. Veinte años después de la inmolación Jan Palach, en 1989, los checoeslovacos salieron a las calles una vez más a manifestar su inconformidad con el sistema que la Unión Soviética les impuso. Buroseva fue nombrada ministra de justicia cuando el régimen comunista de Checoeslovaquia finalmente se derrumbó a finales de ese 1989. La serie está dedicada a Palach y otros checoeslovacos que sacrificaron su vida por la idea de libertad.
La opresión y sumisión de un gobierno que no tenía en cuenta al ciudadano, están plasmadas de manera sobria y por lo mismo aterradora en la miniserie dirigida por Agniezska Holland, exorcizando los demonios de su juventud cuando estudió en Praga y dejando que un país entero no olvide las condiciones de opresión extrema en que se vivía detrás del muro de Berlín.
Lo que me lleva a una reflexión, ¿Cuantas veces hemos visto la historia de diferentes países en cine y televisión tratando de hacer un recuento de sus muertos de sus infamias, de la desolación y zozobra que los regímenes totalitarios sembraron en las sociedades enfrentando a los hermanos, amigos, vecinos? Recuerdo una excelente miniserie chilena sobre las ejecuciones masivas al inicio de la dictadura de Pinochet, titulada Ecos del Desierto y producida en 2013 por Chilevisión.
En la televisión mexicana no existen ejemplos que hablen sobre la historia reciente de nuestro país, de los momentos críticos como los años de nuestra propia guerra sucia, los años de la guerrilla urbana de los años setenta, o de la guerrilla en las sierras de Morelos, Guerrero o Chiapas en esos años. Nuestra historia contada por nuestros medios es esa historia oficial donde los buenos son muy buenos y los malos, villanos de cualquier telenovela de Televisa que a lo largo de los años ha producido Los Caudillos, El Carruaje, Senda de gloria, El vuelo del águila, entre otras.
Nadie ha hablado aún del terror que se vivió en México cuando los genocidas sin juzgar Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría soltaron a los cuerpos de seguridad pública en contra de los ciudadanos. Lo más aproximado es la serie de ficción de TV Azteca Drenaje Profundo donde se utiliza la situación de 1968 para crear una historia donde la experimentación de fármacos con los jóvenes detenidos da paso a la historia de la serie.

Mientras en el cine mexicano se han hecho notables películas acerca de los sucesos que han marcado el poder del estado o de ciertos sectores; como Rojo Amanecer o Canoa, nuestra televisión dirigida por soldados del sistema ha sido lo suficientemente cobarde para intentar minimizar nuestra historia.

publicado en roastbrief.com.mx el 13 de julio de 2015
imagen hbo-europe.com

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