martes, 19 de abril de 2022

El triste clarinete de un viernes santo al anochecer.

 


Algo está podrido en nuestro país cuando un gobierno que se llama de Izquierda no ha podido en 3 años lograr avances en la justicia social.

Armando Enríquez Vázquez

Maldita Pandemia. Maldita economía que se sustenta en alfileres y discursos demagógicos de una en teoría nueva escuela de políticos que se parece tanto a la más vieja tradición política que ha sufrido nuestro país.

Es Viernes Santo de 2022, el gobierno de la Ciudad de México celebra el que vuelva a haber crucifixión en Iztapalapa, como si no hubiera la jefa de gobierno crucificado lo suficiente a los capitalinos con su falta de gobierno. Por un lado, celebra todas sus obras para la movilidad en la ciudad, pero ha mantenido una línea del metro cerrada por su capricho y a la ex directora del Sistema de Transporte Colectivo Metro, Florencia Serranía, exonerada de toda responsabilidad en la falta de mantenimiento que costó la vida a 26 personas, de acuerdo con la información oficial, en mayo de 2021. Tampoco ha informado acerca de la calidad del aire, ni existen registro de los efectos del mismo en la salud de los habitantes de la Ciudad de México, como desde hace décadas durante los sexenios priístas.

Es viernes santo, acá en el sur de la Ciudad, poco tránsito, un calor sofocante que pretende amainar el olor del asfalto mojado por unas cuantas gotas de lluvia que amenazan con traer bochorno en la noche.

Y mientras trabajo en algunos textos, se escucha en la calle la monótona repetición de notas en un clarinete. Un clarinete que deambula tristemente por las calles en un día de guardar porque aquel lo toca necesita llevar unas monedas a casa. Desde que nos confinamos hace dos años he visto desfilar debajo de la ventana a muchos músicos y otros que no tienen otro medio de ganarse la vida que golpeando con desesperación un tambor, o destrozando las notas y el silencio con una trompeta.

Ese hombre que con una gorra de beisbol que alguna vez fue roja es parte de los descastados a los que el cínico que gobierna este país y sus seguidores llaman con toda la condescendencia del mundo El Pueblo Bueno. Ese tan mentado Pueblo Bueno que, a los ojos de estos nuevos conquistadores blancos, que tristemente dicen ser parte de la misma nación y se comportan como tlatoanis despectivos. Esos que no ven que están muy lejos de querer parecerse a ese Pueblo Bueno. Demagogos que los ven con los mismos ojos que los frailes de La Colonia, como seres buenos y puros porque tienen alma, no igual a la de ellos, pero si la suficiente para separarlos de los negros, en el caso del gobierno actual de las mujeres, los fifís, los niños y de los animales.

Viernes Santo, que ninguna redención tiene que ofrecer a ese hombre que con unos zapatos desgastados y unos jeans luidos y no por moda recorre, tal vez de manera errónea una parte de la ciudad donde las casas y departamentos están vacíos porque los dueños están disfrutando de una manera pagana el viernes santo.

Asfalto húmedo, ciudad sin más ruido que el del vacío que causan los días de asueto y puentes. Calor que no cede y el clarinete. Maldita pandemia. Maldita 4T.

Imagen: Armando Enríquez Vázquez

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