La anécdota: dos mujeres dedicadas a la educación; una muerta y la otra la que la sustituye empeñada en descubrir que pasó. El resultado...
Antes de que empieces a leer más te vale saber que este
texto contiene spoilers, así que, si no te gusta que te cuenten las historias, te
invito que la veas primero, luego leas mi punto de vista y lo platicamos. Sí
los spoilers no te molestan bienvenido.
“Pueblo chico infierno grande” decían las abuelas, y así
sucede en la serie de Netflix El desorden que dejas. Una miniserie que
tiene uno de los mejores títulos del año para un producto en video, pero
resulta un tanto cuanto decepcionante y repetitiva en cuanto a la temática
española de los pueblos de provincia que ocultan una sucia realidad. La mejor
lograda de este grupo de series que hablan de la España vacía es para mi gusto El
sabor de las margaritas.
La anécdota de El desorden que dejas es la historia
de dos mujeres dedicadas a la educación; una muerta y la otra la que la
sustituye en el salón de clases de una preparatoria. Viruca (Bárbara Lennie)
parece haber perdido el centro y termina al parecer suicidándose, mientras
Raquel (Inma Cuesta) es la sustituta que llega al pueblo en compañía de su
esposo para cubrir la plaza vacante y es obligada a descubrir la verdad acerca
de la muerte de Viruca, así como la farsa que es su matrimonio, lo que la lleva
además a cuestionar su posición frente a la vida.
Así planteada la miniserie no suena mal. Para hacerla aún
más atractiva los personajes de los estudiantes que parecen haber causado el
suicidio de su profesora son en el papel interesantes porque ninguno es lo que
aparenta; Iago (Arón Piper), un joven arrogante y pendenciero que obsesionado
por Viruca logra convertirse en su amante por una noche lo que lo destruye
mentalmente. Nerea (Isabel Garrido) la alumna más inteligente del salón y quien
surte a Viruca con drogas de la farmacia familiar. Y Roi (Roque Ruiz) sensible
aficionado a la fotografía enamorado de Iago y quien siente que Viruca es la
única persona que lo entiende y es empatica con él, la única con la que no debe
aparentar. Jóvenes hedonistas, bisexuales, conocedores de la tecnología y
totalmente desorientados, incapaces de asimilar la muerte de la maestra, se
convierten en un trio retador frente autoridad de Raquel. Raquel se siente
amenazada y vulnerada por los ellos y no quiere que se note por lo que no cesa
de tomar las peores decisiones. Pero Raquel es así también en su vida personal,
escapándose siempre de las decisiones importantes.
El marido de Raquel, Germán (Tamar Novas) un hombre adicto a
la cocaína al parecer sin carácter que alguna vez soñó con ser escritor y al
momento de iniciar la historia sólo quiere volver a su pueblo para tomar las
riendas del restaurante familiar tras la muerte de su padre. También está el
esposo de Viruca, Mauro (Roberto Enríquez) quien destrozado por la muerte de su
mujer a pesar de estar separados, ha intentado en vano que las autoridades
investiguen el caso y que lo declaren un asesinato y no un suicidio. Finalmente
está el padre de Iago, Tomás (Alfonso Agra), como su hijo un personaje
desalmado, miembro del poder del poblado y amante de Viruca.
Todos los ingredientes estaban listos para crear una
verdadera miniserie de misterio, con personajes terriblemente complejos, El
desastre que dejas está basada en una novela homónima de Carlos Montero
quien también escribió los guiones de la miniserie y dirigió dos de los
episodios. Pero en lugar de crear un drama lleno de matices, la miniserie se
torna un melodrama mal dirigido en general y en el que a pesar de la
incapacidad de dar personalidad a los personajes son las actrices y actores los
que rescatan la serie. Sin importar el acartonamiento y la solemnidad imposible
en un grupo de jóvenes preparatorianos por momentos Arón Piper y Roque Ruiz
logran crear momentos que los hacen creíbles, y Piper sabe sacar lo mejor del
rango reducido de su personaje para mantener el personaje duro, cínico,
agresivo y odiado pero que se puede romper en un momento de solidaridad y
culpabilidad. Algo que no sucede con las protagonistas quienes, a pesar de
actuar de una manera convincente, no logran hacer a sus personajes creíbles.
Lo triste es que el resto de la clase son sólo maniquíes
como los que llenan los estadios deportivos y no aportan, ni siquiera
contrapuntean la acción. Lo mismo sucede con otros de los personajes que sólo
sirven para crear secuencias que le permitan a los productores cumplir con un
tiempo de duración del capítulo.
La trillada idea de intentar engañar al espectador a partir
de personajes que parecen malos, para que realmente lo sean al final no está
lograda, porque son tan malvados que nunca los vemos reír, ni ser empáticos con
nadie. Son tan lineales que difícilmente los podemos imaginar con una reacción
diferente, la presentación de Tomás y de su hijo en la serie los establece como
los antagonistas, mientras que Mauro está un poco desperdiciado en su duelo. Es
curioso que el único que se escapa del estereotipo es Acevedo (Xosé Antonio
Touriñan) el amigo de Germán que es el junior rico del pueblo y organiza orgías
en su casa y se mantiene apareciendo en pequeñas secuencias hasta hacer su
aparición final.
El desastre que dejas, es un engaña bobos; una
fachada atractiva que alberga un yermo páramo. Claro que el creador y escritor
deja un desastre que al final nos deja con el regusto amargo, de haber visto un
melodrama más.
publicado en roastbrief.com.mx en diciembre 2020
imagen Netflix