Armando Enríquez Vázquez
Hace unas semanas, al recibir el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa habló e hizo una apología de la grandeza de la Literatura y su importancia en la vida de los seres humanos. Entonces recordé a nuestro gran Ibargüengoitia, quien alguna vez escribió que la Literatura no aporta un conocimiento práctico y ponía el ejemplo de que él jamás en la vida terminó resolviendo un problema cotidiano gracias a Fortunata y Jacinta. El valor de la Literatura está en ella misma y no es transferible. Lejos de ser un bien cuantificable es, en cambio infinitamente gratificante y reveladora.
En tiempos en que se nos quiere hacer creer que la información es poder y la única información a la que tenemos acceso está ya sesgada en lo general por los intereses particulares de cada medio. Cuando se nos quiere imponer una forma de pensar y reaccionar ante la información. Se nos quiere hacer creer que la vida solo acontece en tanto la realidad externa. Cuando los datos duros se privilegian sobre el análisis. Hoy que se nos quiere hacer creer que la realidad es la única condición a la que como seres humanos del siglo XXI debemos enfrentarnos, cuando los estados totalitarios se disfrazan de democracia y son intolerantes con sus principios mismos, se vale hacer un alto y leer una novela cuentos o poesía por el simple, llano y puro acto de leer.
Enfrentarnos a un libro de literatura es estar de acuerdo en que vamos a “perder el tiempo” en algo cuya retribución es nula o intangible, leer implica invertir “tiempo”, tan desgastado terminajo, en una actividad cuyo fin es en el mejor de los casos hedonista, palabra prohibida por el big brother tan políticamente correcto, nadie asegura que al final nos habrá satisfecho o gustado la obra y el tiempo invertido es muy lejano al de sentarse a ver una película. La lectura es un acto íntimo, personal, mi primer Frodo Baggins es muy lejano a Elijah Woods, y mi Grentel nada tiene que ver con Angelina Jolie. En realidad leer es una empresa en la que uno acuerda en complicidad con el texto, perderse en las situaciones que la obra plantea y desprenderse de uno mismo para vivir en la piel del personaje una aventura completamente ajena a la realidad del lector. Leer es perder nuestra individualidad, volvernos otros, transgredir las cuatro paredes que nos rodean. Leer es un placer incomparable. Para nuestra desdicha en nuestro país se nos ha enseñado a despreciar la lectura, a pesar de la escuela algunos llegan a leer y a pesar de los maestros y los programas de la SEP algunos llegan incluso a disfrutar la lectura y se aficionan a ella.
La literatura es para muchos en un mundo práctico una afrenta; los resultados no son inmediatos, ni pueden traducirse en dinero o satisfactores materiales. De alguna manera, la lectura es subversiva pues invita a realizar un acto personal de manera abierta y descarada y sin disfrazar el egoísmo en altruismo social y compromiso con nuestros semejantes.
Por eso, durante la última semana del año. Cuando uno se prepara a reflexionar sobre el final de un ciclo, que por lo general se encuentra descansando o de vacaciones, en que el ajetreo diario se relaja, es buen momento para voltear los ojos hacía un libro; que no nos promete nada más que entretenernos por horas. Para retomar la lectura. Para continuar aquella historia que a lo mejor el ajetreo diario nos hizo olvidar en el fondo de un cajón. Por una semana dejemos a un lado periódicos y noticieros.
La literatura es mucho más allá que las novelas históricas tan de moda. Vayamos a una librería a perdernos entre las estanterías y hojear novelas de pura ficción, novelas policíacas, de ciencia ficción y porque no hasta novelas rosas, cautivantes aventuras eróticas o simples cuentos infantiles llenos de certezas inverosímiles. Sonora poesía.
Un libro en el buró es siempre una aventura por vivir. Es el oasis en la cotidianidad. Leer no nos hace mejores seres humanos, ni buenos, lo que sea que esto signifique, ni nos hace más sabios, solamente nos hace diferentes, nos transforma. Uno de mis autores contemporáneos favoritos, Paco Ignacio Taibo II, decía en una entrevista de televisión que una adolescente de Lindavista que lee la historia de una princesa turca medio puta del siglo XIX, cambia su realidad y ve las cosas de otra manera.
Una de las más grandes novelas del siglo pasado “Si una noche de Invierno, un viajero” de Italo Calvino inicia de una manera muy sencilla proponiendo al lector algo muy sencillo sentarse, prepararse para leer, pedir no ser molestado, “…Estas por comenzar a leer la más reciente novela de Italo Calvino, Sí una noche de Invierno un viajero.”
Lo que sucede a partir de ahí es uno de esos milagros humanos que tiene la literatura.
Creo profundamente que el libro encuentra a su lector y deseo, como decía Borges, que en estos días de sosiego encuentren lectores el suyo y muchos más a lo largo del 2011.
Publicado en blureport.com.mx el 27 de Diciembre de 2010