El tiempo transcurre, no así los misterios que s ocultan en el pantano polaco. La serie de Netflix nos recuerda que muchas veces todo se mueve para que siga igual.
Armando Enríquez Vázquez
El año pasado
Netflix estrenó lo que parecía una miniserie polaca llamada El Pantano.
La historia centrada en una investigación periodística del asesinato de un
funcionario escolar y una prostituta en la Polonia comunista llena de represión
y censura. Esta investigación deja entrever la corrupción y lugares oscuros de
la pequeña ciudad polaca de Gronty, así como los recuerdos del viejo periodista
Witold Wanycz (Andrzej Seweryn), sobre su juventud y su relación con una joven
alemana que tras la II Guerra Mundial regresó a Alemania para convertirse en
una afamada artista gráfica. El sueño de Witold es viajar a Alemania y
rencontrarse con esta mujer. En el otro extremo se encuentra el periodista
novato Piotr Zarzycki (Dawid Odrodnik), hijo de un alto funcionario del partido
comunista polaco que recién casado con Teresa (Zofia Wichlacz) que esta
embarazada y al parecer mientras él huye de la sombra de su padre para forjar
su carrera, ella también esta buscando nuevos horizontes que la liberen de la
reputación que le dejó una relación lésbica. El bosque aledaño a la ciudad
oculta el secreto de una matanza nazi, pero algo más también que no se esclarece
bien en esa primera entrega pero que impactó directamente en la relación entre
Witold y la adolescente alemana.
Al final de la
primera entrega los cabos que quedan cabos sueltos no parecen demasiado fuertes
para pedir una segunda temporada, las tramas principales se resuelven de forma
lógica y convincente, por eso al ver anunciada una segunda temporada ubicada 13
años después me llamó la atención.
Esta segunda
temporada es sorprendentemente coherente con la primera, la evolución de los
personajes, la situación de Polonia ha cambiado es 1997, el comunismo ha
desaparecido pero el peso de un sistema corrupto aún se cierne sobre Gronty,
esta vez la tragedia que provoca todo es una gran inundación que devasta Gronty
y desentierra cientos de cuerpos del cementerio clandestino en el bosque
cercano al pueblo.
Piotr regresa al
pueblo para dirigir el diario local en el que se inició trece años antes, con
él llegan Teresa y la hija de ambos, la adolescente Wanda (Wanda Marzec) y se
instalan en un nuevo desarrollo residencial que no sufre daño alguno por estas
inundaciones a pesar de encontrarse en una zona muy vulnerable de los
suburbios del pueblo, pues de manera providencial, al parecer, un dique se ve
rebasado por el agua y la corriente toma otro rumbo que incluye las calles de
Gronty.
La aparición del cadáver de un adolescente entre los
escombros del paso del torrente cercano al dique desata una investigación
policial que ninguno de los policías locales quiere llevar a cabo y/o que
progrese y la única empecinada en hacerlo es la sargento de policía Anna Jass
(Magdalena Rozczka) quien está en Gronty en un programa de intercambio con la
policía de Cracovia, en un principio parece que a manera de castigo, pero la
policía deja ver hacia el final de la temporada que sus órdenes son otras. Como
en muchas de las series policiacas, Jass tiene un trauma por una investigación
mal resuelta que la atormenta y la obliga a tratar de resolver este caso. Tal
vez, el motivo de su traslado a Gronty desde la ciudad de Cracovia sea también
el hecho de ser lesbiana, en un país que comenzaba a levantar su puritanismo
comunista y católico.
También está el
secuestro y desaparición del hijo de un poderoso empresario de la ciudad que
lleva meses sin ser investigado, algo que es una prioridad para el diario que
dirige Piotr, pues el empresario es el principal anunciante.
Mientras Witold se ha recluido como un ermitaño en su
departamento, únicamente visitado por los fantasmas de su adolescencia y por
Nadia la prostituta a la que ayudó a huir de Gronty en la primera temporada y
que ahora es la dueña del salón de belleza del pueblo.
Piotr visita a Witold y le pide escribir un texto para el
periódico sobre la verdad que oculta el bosque de Gronty, algo que al principio
el viejo periodista se niega a hacer y lo mismo sucede cuando le pide lo mismo al
viejo disidente político Kazimierz Drewicz (Michal Kaleta) quien, reintegrado a
la vida pública y al diario, ahora se encarga de escribir los horóscopos y
trata mantenerse apartado de todo. Al final ambos escribirán sus textos.
La investigación que Jass se empeña en continuar demuestra
que el dique fue dinamitado para evitar que el conjunto residencial se
inundara. También esta el viejo fiscal de la región y el fantasma de la amante
de Piotr en la relación con Teresa que descubre un nuevo amor. Piotr continúa
siendo un peón, sin que él lo reconozca. Mientras que la investigación de Piotr
sobre el secuestro del hijo del empresario lo llevan a lugares más cercanos de
lo que el mismo espera.
Todo se ha movido y cambiado para seguir igual, poder
político que es remplazado en parte por poder económico. La censura convertida
en autocensura e intereses comerciales en un supuesto diario independiente. Y
todos los personajes están relacionados en una serie de giros de tuercas y
guiños que crean una telaraña de finos hilos y vasos comunicantes.
Al final todo habrá de solucionarse, los horrores del
momento y del pasado llenan la historia y una última vuelta de tuerca precede
al fade out final. Cómo en la temporada anterior todo parece resuelto,
existen muchos cabos sueltos que parecen insignificantes, aún quedan preguntas
sin contestar, empezando por ¿qué sucedería si Witold viaja a Alemania y
encuentra a la artista alemana que fue el amor de su adolescencia y cuyo
recuerdo junto con un acto de cobardía que el periodista cometió y nos es
revelado en esta segunda entrega lo han marcado en su vida?
Supervivencia y traiciones, supervivencia y nuevas
oportunidades parecen una constante que rodea a los diferentes personajes de la
serie.
Igual de breve que la primera entrega, sólo 5 episodios,
esta nueva temporada de El Pantano es muy sólida, con personajes que no
han cambiado en lo fundamental, pero a los que los años han matizado. Escrita
de manera brillante y con actuaciones que destacan por no ser estridentes, ni
llamativas, El pantano engancha desde los primeros minutos de la segunda
entrega. La fotografía es sobria y gris como lo fueron los años de la dictadura
comunista y los medrosos y temerosos años que siguieron a su caída solo sirve
para reforzar el escenario planteado por el guión.
Aunque al parecer Netflix no ha dicho nada acerca de una
tercera temporada, hay quienes asumen que la habrá. En lo personal creo que esa
historia central entre Witold y la artista alemana es la gran pieza faltante. No
es imprescindible porque todos sabemos lo que los años y la distancia
representan, pero en tiempos en que todos quieren que se les explique todo,
nadie mejor para no dejarlo a la interpretación que los productores y
escritores. El Pantano es una buena serie para ver.
Publicado originalmente en roastbrief.com.mx en agosto de 2021
imagen Netflix