Entre los elementos
que se proponen desde el Gobierno de la República para lograr un mejor México nunca
se ha hablado del desarrollo científico de México. Pero la ciencia es un motor
para cualquier economía.
Armando Enríquez Vázquez.
Cuando en los diferentes escenarios nacionales o
internacionales los políticos y gobernantes discuten y tratan de convencernos
acerca de ese desarrollo que en el futuro próximo hará de México uno de los países
más competitivos del mundo, parece que estamos en un comercial donde los
supuestos beneficios son inmediatos, cosa que por ejemplo se cansaron de decir
acerca de la reforma energética y los cuales de resultar verdaderos, no veremos
una baja en las tarifas de derivados del petróleo, de la gasolina o de la
energía eléctrica hasta finales del sexenio, si es que llegar a haber esta baja
de precios y esto de acuerdo a los funcionarios del propio gobierno tras la
aprobación de dicha reforma. Ya para que hablamos del empleo.
Parece que todo tiene que ser inmediato, como si el país
estuviera a punto de desaparecer, o será porque el gobernar en México es un
negocio a corto plazo.
Existen dos áreas que son de fundamental importancia para lograr autosuficiencia y
solidez económica y las cuales al menos durante las últimas cinco décadas los
gobiernos de nuestro país han olvidado, o han preferido ignorar. El campo y la
ciencia.
En l caso del campo a pesar de haber sido una de las
banderas enarboladas por la revolución, tras 104 años de la misma no ha pasado
nada.
Mientras que con lo que respecta a la ciencia, en un país
donde la educación, más allá de los votos que el gremio de maestros representa
para cualquier partido que se gane a sus líderes sindicales, no tiene ningún
interés. La palabra científico, en México, sirve para designar a un loco dentro
de la imaginería popular, que encerrado en un laboratorio ha renunciado a la
sociedad, o a un hombre de muchos estudios obligado a emigrar y trabajar en el
extranjero. En todo caso una especie de descastado.
Pero la ciencia es actualmente uno de los más importantes
motores en la economía, como la planta manufacturera, la investigación
científica es capaz de dar no solo prestigio a un país sino de transformar la
economía del mismo. Mucha de la inversión de los países más desarrollados o de
las empresas más importantes del mundo se destina a la investigación y al
desarrollo tecnológico. Los descubrimientos en materia de tecnología y ciencia
se pueden transformar en patentes que benefician a los investigadores y la
implementación de dichas patentes en una planta productiva mayor. El desarrollo
de estos avances en productos comerciales es lo que activa a la economía de un
país.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Propiedad
Intelectual (WIPO) en su informe de 2013 acerca del número de patentes que cada
país presenta y cuantas le son otorgadas, China es el principal con más de
652,000 patentes presentadas, seguida por Estados Unidos con más de 542,000
presentadas, México presentó tan sólo un poco más de 15,000. China y Estados
Unidos representan el 50% de las patentes presentadas en un año a nivel Mundial
con el 27.8% y el 23.1% respectivamente. De acuerdo con otros informes de
desarrollo tecnológico y científico México esta en lugares muy por detrás de
países como Canadá, Brasil, España, Grecia, e Irán
A lo largo de la historia han existido mexicanos que han
creado, inventado y desarrollado tecnologías, productos y procesos que son
reconocidos a nivel mundial, sin embargo nuestros jóvenes y en general todos
nosotros poco hemos oído hablar de ellos.
Entre las patentes más importantes a nivel mundial que se han concedido
a mexicanos a la largo de la historia hay que mencionar la de la televisión a
color de Guillermo González Camarena en 1940, la de la Tinta indeleble
utilizada por el IFE, ahora INE, que pertenece al IPN y que fue creada por
Filiberto Vázquez Dávila. En 1905, Ramón Benítez consiguió la patente por el
primer aparato para hacer tortillas. En 1966 el ingeniero y político mexicano
Heberto Castillo inventó y patentó la Tridilosa. Juan Celada Salmón creó el
fierro esponja en 1957 y más recientemente Joel Sosa y Sergio Galván de la UNAM
inventaron el concreto translucido, todos estos inventos y muchos otros que son
creación de mexicanos promueven el desarrollo y nuevas tecnologías que han dado
muchas veces a países que no son el nuestro ganancias millonarias. Y permanecen
desconocidos en nuestra patria. ¿Por qué nuestros científicos no pueden
desarrollar su labor en nuestro país y hacer carrera y empresa aquí? ¿Por qué
no se da importancia a una educación científica y tecnológica entre los niños
de México? La respuesta está como siempre en la falta de interés en el sistema
educativo. Mismo que hoy la OCDE y el gobierno de Peña Nieto aprueban y que
está destinado a crear mano de obra para las maquiladoras de los Estados Unidos
y otras naciones listas para invertir en trabajo mal pagado.
A pesar de que el presupuesto 2014 de la federación se
incrementó en 14% en cuanto a ciencia y tecnología aún faltan programas que
acerquen a los estudiantes a la ciencia y le quiten ese estigma con la que la
vemos,que la saquen de las paredes de los museos que son aburridos y le
demuestren a los jóvenes lo apasionante que puede llegar a ser. Tanto o más que
cualquier carrera humanista a las que somos tan dados a alabar.
Seguimos estando por detrás de muchos países que a veces no tienen los recursos materiales o
humanos con los que contamos en México nuestros desarrollos científicos y
tecnológicos, la investigación se limita a un puñado de centros de las
universidades, del gobierno federal o de empresas privadas interesadas en el
desarrollo de nuevos productos para su empresa, pero carece de incentivos por parte de las autoridades.
En lugar de gastar el
dinero de la federación en los anuncios cínicos de la cámara de diputados ese
dinero se debería utilizar para la difusión de carreras científicas y
tecnológicas que ayuden al desarrollo y el empleo en nuestro país.
publicado el 24 de febrero de 2014 en blureport.com.mx
imagen: gizmodo.com