El discurso oficial del bienestar de la nación en un sexenio de corrupción, impunidad y de una justicia sesgada comienza a desmoronarse ante la realidad.
Armando Enríquez Vázquez
De acuerdo con las cuentas alegres y los datos vacuos que
tanto presume Enrique Peña Nieto, la situación del país es perfecta, esa visión
del fatuo político y su círculo de asesores es totalmente diferente para el
resto de la ciudadanía. La percepción en Palacio Nacional y la realidad que
vivimos el resto de los mexicanos y miden diferentes organismos nacionales e
internacionales no son la misma, ni siquiera son parecidas.
El sexenio con mayor número de empleos, con reformas
estructurales, con crecimiento, con inversión en salud y educación como lo
presume el gobierno federal en cada uno de sus promocionales, tiene una
realidad que nos regresa a ese traje invisible que a lo largo de seis años ha
vestido Peña Nieto y al andar desnudo sonriendo estultamente, pidiendo aplausos
como comediante barato de Televisa, la realidad lo rebasa, todos los días y
cada vez que abre la boca.
Una reforma energética que lejos, muy lejos de lograr
combustibles y energía más baratos ha demostrado ser un negocio del gobierno
que va desde la venta de los paquetes de explotación, distribución y
comercialización de los bienes de la nación. La alianza descarada entre el PRI
y el sindicato de PEMEX que convirtió por seis años más a Carlos Romero
Deschamps en un corrupto intocable. Y el incremento en los precios de
gasolinas, gas butano y gas natural que han hecho que este sexenio sea también
el de mayor inflación en los últimos 18 años y la reforma no haya beneficiado a
la ciudadanía.
Una reforma educativa que la propaganda ha inflado, cuando
la realidad de los resultados de las pruebas internacionales y en las
estadísticas de la OCDE muestran lo ineficientes que son y el rezago de los
estudiantes mexicanos. En cuanto a la educación superior del país la política y
los recortes presupuestales impactan de manera directa en el nulo crecimiento
en la base de admisión de alumnos en las universidades públicas que por otro
lado engrosan una nómina sindical ineficiente y corrupta como sucede en la UNAM
y el IPN, por poner el ejemplo de las dos principales instituciones educativas
del país y que mejor ni hablar de las universidades estatales cuya situación es
totalmente desastrosa. La reforma educativa es burocrática y administrativa
básicamente y nada tiene que decir o aportar a la deficiente educación que
sufren los niños en México tanto en escuelas públicas como privadas. Una
reforma que no encara los problemas esenciales de la educación en los tiempos
de Internet.
Una reforma en telecomunicaciones que al igual que la
energética parece más un negocio que una política de estado y también fallida
porque se debió hacer 12 años atrás, cuando la propuso Fox y el PRI la
boicoteo.
En la calle, en las carreteras y ciudades del país el
crecimiento de la inseguridad y la guerra sucia que continua de manera
silenciosa y complice la política de Felipe Calderón ha alcanzado el mayor
número de mexicanos muertos en la historia moderna del país. Un país donde ni
siquiera el Estado Mayor Presidencial se compromete a brindar seguridad al presidente
en uno de los estados de la federación, es un país que ha perdido el rumbo, un
país sin liderazgo.
Mientras se propone resolver esa incapacidad del gobierno
con el uso irracional de la fuerza del estado, un estado en el que el
presidente alaba el papel de ejército y marina en la lucha contra el crimen
organizado, y que al mismo tiempo carece de un sistema judicial, por los mismos
intereses del presidente, un sistema que a lo largo de los últimos seis años ha
puesto de vuelta en la calle a grandes capos del narcotráfico y a pequeños
narcomenudistas sin que a la cabeza del ejecutivo esto parezca preocuparle. El
círculo vicioso que esto implica nuevos esfuerzos por parte de las fuerzas
armadas que se desgastan física e institucionalmente, pero sobre todo frente a
los ciudadanos que comienzan a descalificar su actuar y su efectividad.
En el sexenio de Peña Nieto el valor adquisitivo de los
sueldos se ha desplomado como desde tiempos de los últimos presidentes de
origen priísta, de Echeverría a Salinas y el inicio de Zedillo, no se veía. El
peso se ha devaluado y la pobreza extrema ha crecido a pesar de la gran
cantidad de empleos creados, de lo contrario no quiero imaginar.
Un gobierno que ha abusado del ejercito y la marina, también
ha sido incapaz de acabar con los feminicidios, la trata de persona y la
desaparición de menores. ¿Entonces de que habla Peña Nieto cuando habla de
seguridad? ¿A que se refiere cuando pretende presumir estabilidad?
Estamos muy lejos de estar bien, los problemas nacionales
son en realidad consecuencia de malos gobiernos incapaces de ser gobierno. Las
listas de organismos internacionales muestran a México en los primeros lugares
de corrupción, impunidad, asesinatos de periodistas, uno de los países más
violentos del mundo, incluidos aquellos que se encuentran en guerra y entre los
últimos en materia de educación y bienestar.
El país esta muy bien y sólo se necesita de algunos pequeños
ajustes, de reformas estructurales o del amor incondicional de un líder, de acuerdo
con los políticos de Izquierda derecho y las dos combinadas. La vista gorda,
minimizar los problemas, deslinde de responsabilidades y el mesiánico perdón
incondicional tapizan el camino infernal que todos los mexicanos debemos
soportar. Ese mismo que adoquinan día con día políticos en funciones y
aspirantes a la presidencia, con el arrogante desprecio que tienen todos hacía
la ciudadanía o en su defecto el paternalismo trasnochado de otros.