A veces no basta con querer algo, hay que luchar contra todo y contra todos. A veces ni así las cosas se logran.
Armando Enríquez Vázquez
Cuando Samia Yusuf Omar tenía diecisiete años, su país llevaba los mismos diecisiete años, desangrándose en una devastadora guerra civil. Somalia es uno de los países más pobres del mundo. Ubicado al este del continente africano, en lo que se conoce como el cuerno de África. Territorio inglés, italiano, francés, Somalia como la conocemos surgió el primero de julio de 1960 con la unión del Protectorado de la Somalilandia Británica y la Somalia Italiana, la parte ocupada por los franceses se independizó de manera individual y formó lo que hoy conocemos como Yibuti.
Los siguientes treinta años el país paso de manos de un grupo llamado Liga de Juventud Somalí, Abdirashid Ali Shermarke era el presidente, pero este grupo fue depuesto por los militares y Shemarke asesinado en 1969, los militares impusieron como presidente a un general de nombre Mohamed Siad Barre. Desde su independencia Somalia se alió al bloque que entonces comandaba la Unión Soviética y Abdirashid Ali Shermarke aseguraba que el socialismo podía ser compatible con la fe musulmana de la nación. Al iniciar la guerra entre Etiopía y Somalia la Unión Soviética, manifestó y apoyó a Etiopía, la economía somalí comenzó su deterioro. En 1986, Barre sufrió un accidente automovilístico que lo alejó del poder por un mes y su regreso suscitó especulaciones entre la población y los dirigentes acerca de su capacidad del General para gobernar el país otros siete años, a pesar de ser el único candidato a la presidencia. Al acercarse el fin de la Guerra Fría, Somalia perdió su importancia estratégica, el régimen de Barre se vio traicionado y debilitado y estalló una guerra civil con muchas fracciones en busca del poder. Esa Guerra que llega hasta nuestros y hace de Somalia un país que sobrevive a pesar de no tener ni un gobierno que unifique al país, mucho menos políticas económicas o sociales que le den esperanza. Los señores de la guerra, la economía informal y el Islam intentan de mantener unido a este devastado país de 638,000 Kilómetros cuadrados.
Samia nació en abril de 1991. El país iniciaba su desintegración. En un país en el que ser mujer es equivalente a no ser nada. En 2011 Somalia aparecía como el quinto peor país del planeta para ser mujer. Entre el cinismo y esa verdad que tanto duele, la ministra encargada de los asuntos de la mujer, Maryan Qasim declaró: “Estoy sorprendida, creí que éramos el primer lugar.”
A los ocho años, Samia, tuvo que abandonar la escuela para mantener a sus cinco hermanos. Su padre había muerto víctima de un proyectil que cayó en el mercado en el que trabajaba. Se sabe poco de Samia sólo que su pasión era correr que entrenaba a pesar de las amenazas de los musulmanes radicales que veían con muy malos ojos, las aspiraciones de una mujer corredora. Pero Samia los ignoró mientras pudo, e incluso llego a competir en los campeonatos de atletismo del continente africano, previos a los Juegos Olímpicos de Pekín.
A pesar de los malos resultados Samia llegó a representar a su país en los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. A los diecisiete años Samia desfiló junto con la delegación de su país en una pista de tartán que a ella le parecía de oro, al compararla con la de Mogadiscio y ante la mirada de todo el mundo. Por unos días Samia dejó atrás la pobreza y el hacinamiento.
Compitió en la prueba de 200 metros y terminó en último lugar de su heat eliminatorio, más de ocho segundos después de la ganadora. A pesar de ello, logró su mejor tiempo personal y logró atraer la atención del público que aplaudió la actuación de la joven con mayor efusión que a la ganadora. Pero el interés que la gente y los medios demostraron por la atleta rápidamente se enfrió, uno, por la barrera del idioma y dos, porque la misma Samia mostró poco interés por los mismos.
Lo que si le quedó claro a la muchacha africana, fue que le gustaría regresar a unos Juegos Olímpicos y ganarse ese aplauso por llegar en el primer sitio de la competencia.
Samia regresó a Mogadiscio, con toda la intención de mejorar su actuación, pero la intolerancia musulmana había crecido. La dominación por parte de Al-Shabaab, uno de los brazos armados de Al Qaeda en África, condenaba la participación de cualquier somalí en competencias deportivas, mucho más de una mujer, incluso llegó a prohibir la transmisión de eventos deportivos como el futbol en la televisión del país. Nadie podía usar ropa deportiva. Samia ocultaba el ser una atleta y entrenaba a escondidas con el riesgo de ser juzgada y castigada, con penas que van desde los latigazos hasta la muerte, o peor a ser acusada de espía etíope. Al final Samia escondía sus ropas de entrenamiento bajo el vestido obligatorio y sus tenis los llevaba en una bolsa aparte. Samia vivía con miedo. Mogadiscio sólo cuenta con un estadio de atletismo para todos los somalíes y este fue tomado como campo de entrenamiento para las fuerzas de Al-Shabaab. A finales de 2009, un gobierno central más moderado intentaba, dar cabida a los sueños y esperanzas de todos los somalíes, cuando un suicida cargado con explosivos acabó con la vida de muchos jóvenes estudiantes, deportistas y con la del ministro del deporte de Somalia. Samia y su familia abandonaron Mogadiscio y se internaron en el norte del país huyendo de la guerra. Llegando a vivir en un campo de refugiados. En 2010, Samia participó en el campeonato africano de atletismo, de nuevo más llegó en último lugar en su categoría pero una vez más superó su marca personal. A finales de ese año, Samia tomó la decisión de huir a Etiopía para continuar su entrenamiento. Al llegar a Addis – Abeba, la joven buscó un entrenador y en abril de 2011 logró conseguir una entrevista con Eshetu Tura, un atleta etíope ganador de una medalla olímpica de bronce en la carrera de tres mil metros, durante los juegos olímpicos de 1980. El hombre accedió a entrevistarse con Samia pero reconoció que jamás había oído hablar de ella.
Los pocos periodistas que se mantuvieron en contacto con Samia, sobre todo una periodista de nombre Teresa Krug, que desarrollo lo más parecido a una amistad con la joven somalí al tratar de escribir un libro sobre Samia, sabían que estaba entrenando en Etiopía, sin embargo, un nuevo obstáculo surgió cuando el gobierno etíope negó los papeles de residencia a Samia, sin ellos la joven no podía entrenar. Entonces se vio obligada a buscar nuevos horizontes. A pesar de las advertencias de Krug, Samia decidió buscar entrenar en Europa, para ser más específico en Italia y así alcanzar el sueño de competir en los Juegos Olímpicos de Londres de este año. Para ello debía emprender un viaje muy peligroso a través de Sudán y Libia. Se sabe que llegó a Libia, que estuvo presa, que fue víctima de secuestradores y que su salud no era la mejor. Su plan era llegar de ilegal a Italia cruzando el Mediterráneo como lo hacen miles de africanos en busca de un mejor futuro.
Todo contacto con Samia se perdió y durante la inauguración de la justa en Londres, Samia no acompañó a su delegación. Apenas el pasado 19 de agosto el periódico italiano Corriere della Sera, citando al campeón del mundo en los 1500 metros en 1987, el somalí Abdi Bile, anunció la muerte de Samia en abril de este año. De acuerdo a Abdi Bile, Samia murió cuando la lancha que la llevaba a ella y otros migrantes a Italia sufrió un accidente. Samia murió ahogada a los veinte años de edad. Una hermana de Samia que vive en Finlandia confirmó la muerte de la atleta y narró como la lancha en la que viajaba se quedó sin gasolina y a la deriva cerca de aguas italianas, al intentar el rescate fue cuando vino el accidente y siete de los tripulantes de la lancha murieron ahogados. Algunos de los sobrevivientes fueron quienes contaron a la hermana de Samia el fatal desenlace que sufrió la joven corredora. El Presidente del Comité Olímpico de Somalia, Duran Farah, declaró: “En nuestro país, hoy, no hay esperanza para los jóvenes: No hay educación. No hay futuro. No hay nada por lo que mirar hacia delante.”
Farah, fue abanderado de Somalia en Pekín y compañero de Samia, en una entrevista con el diario el País, recordó aquel día en Pekín y a Samia: “Aquel día, Samia disfrutó, era la primera vez que dejaba Somalia y se encontraba en un sitio tan grande como aquel estadio tan bonito. Estaba muy emocionada. Pensó que aquel era el principio de muchas cosas buenas que le pasarían a ella… Samia era muy buena y joven. Una chica con talento que quería competir y representar a Somalia y que, desafortunadamente, se fue del país”.
Publicado en the pinkpoint.com.mx el 29 de Agosto de 2012
Foto: Estrelladigital.es