El reciente
libro de Gabriel Trujillo Muñoz es una revisión muy personal y muy atractiva
sobre ciertas palabras e ideas que rondan la vida del escritor.
Armando Enríquez Vázquez
Los idiomas son
entes vivos a los que cambiamos y modificamos a lo largo de nuestra vida. crecemos
con nuestras palabras y ellas como nosotros maduran y cambian de valor o
significado. Los chilangos de cierta edad recordamos que en la Ciudad de los
años setenta, ochenta y noventa, palabras como Morra, Morro o Buchona, no
formaban parte de nuestro léxico, el éxodo de los compatriotas sinaloenses,
sonorenses, chihuahuenses han enriquecido por decir lo menos el hablar diario
de los capitalinos.
Más allá de los
diccionarios académicos ya sea internacionales, nacionales, o regionales,
siempre me han llamado la atención como los cuentos, las novelas y las crónicas
prefieren hacer del idioma un juego, un recuerdo y un hogar. Ese idioma que
nosotros elegimos hablar, escribir y compartir, no ese que nos tratan de
imponer instituciones caducas y rígidas, por eso el libro de Gabriel Trujillo
Muñoz es tan entrañable. Más allá del trabajo literario que el autor resalta
como aforismas, pequeños ensayos y definiciones personales, su importancia
radica en el amor por las palabras, por ese significado personal que poco o
nada tiene que ver con su definición académica.
Nuestro idioma lo
hacemos a partir de la convivencia diaria, la barbarie, nuestra nostalgia, la
memoria y los hechos que nos rodean, para Gabriel Trujillo por ejemplo:
“Barrio. Tu
propiedad de niño, tu campo de juego de adolescente, tu nostalgia de adulto.
Donde fuiste el rey sin saberlo. Donde eras libre sin advertirlo. (pp28)
“Víctimas. Son
los restos que nadie reclama. Cuerpos olvidados en fosas comunes. Las víctimas
prueban que la historia es el cuento de los vencedores, es la mentira que cubre
sus cadáveres, sus esqueletos, su polvo. Aunque lo neguemos, con ellas está
hecha nuestra historia.” (pp190).
“¡Peligro!
¡Peligro! Levanta los brazos. Agítalos de atrás para adelante. Haz voz
de robot y grítalo para que todos lo sepan: eres una máquina con miedo, perdida
en el espacio. (pp142)
“Jericaya.
Parafraseando a Marcel Proust, cuando pruebo este dulce me remito a las
vacaciones de mi infancia. Tardes lluviosas en Guadalajara, en casa de mis
abuelos maternos. Y en la mesa de la cocina, como la víspera del placer, las
jericayas. Postre de monjas para saborearse con el café: entre risas y
cotilleos, entre truenos y relámpagos. (pp98)
Así una palabra
es como lo demuestra el autor mucho más que una descripción técnica. Es una
húmeda memoria. Un estado de ánimo. Una reflexión que en un momento y en un
lugar nos ayudan a definirnos y a retratar lo que nos rodea.
Porque el tiempo
no solo pasa en siglos, décadas o lustros, en segundos nos cambia y nos
redefine a través de nuestra nueva mirada y concepción de las palabras con las
que intentamos hacer nuestra propia definición.
Con humor también
la ambivalencia de una palabra es explorada por Gabriel:
“Fealdad. Los
edificios públicos, los monumentos cívicos, las fábricas, los casinos” (pp75)
“Mechón de
canas. ¿En qué se parecen Tongolele, Susan Sontag y Pepe le Pew?” (pp114)
“Batidillo.
Mezcolanza. Como este diccionario.” (pp29)
A la manera de
Heráclito; en el mismo vocabulario no te definirás dos veces. Eso y mucho más
es este maravilloso diccionario que sirve no sólo para hablar del escritor,
sino que nos obliga a pensar en nosotros como lectores, en nuestra intima
relación con nuestro idioma; el idioma personal con el que nos movemos en la
cotidianidad, en las palabras nuestras, más que nunca, de cada día.
Con cada entrada
el libro me invita a pensar sobre la flexibilidad ideológica e interpretativa
de las palabras, así como su temporalidad y por supuesto en el poema Las palabras
de nuestro premio Nobel de literatura:
Dales la vuelta,
cógelas del rabo
(chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a
las rejegas,
ínflalas, globos,
pínchalas,
sórbeles sangre y
tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate,
cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas
sus palabras.
Octavio Paz
Solo queda la invitación a leer este diccionario
de ideas sueltas y pensamientos mundanos y regocijarnos en nuestra capacidad de
entender lo que en el se dice a pesar de que utilice palabras que no son
propias y aun así son universales.
Trujillo Muñoz, Gabriel
Diccionario de ideas
sueltas y pensamientos mundanos.
Bonilla Artigas Editores.
Ciudad de México. 2024