Perdida como la
historia de la Alejandría que habitó, se encuentra la historia de esta mujer a
la que se considera la primera alquimista moderna.
Armando Enríquez
Vázquez.
Alejandría era la capital del
conocimiento durante los primeros siglos después de Cristo, en el afamado
puerto trabajaban filósofos, historiadores y científicos. Entre todos estos
hombres y mujeres dedicados al conocimiento, destaca la historia de María la
Hebrea considerada la primera alquimista occidental y madre de la química
actual.
Poco o mejor dicho nada se sabe a
ciencia cierta acerca de María la judía, María la hebrea quien también escribió
bajo el nombre de Miriam la profetisa, hermana de Moisés, lo que provocó la confusión
de más de un teólogo despistado que quiso ver en la alquimista a un personaje
bíblico. Es Zósimo Panópolis, el autor que hace más referencia a esta mujer de
ciencia, junto con algunos fragmentos de sus textos que le sobreviven. Pero tan
elusiva es su figura en la historia que sólo se puede suponer que María la
Hebrea vivió en Alejandría entre los siglos I y III de nuestra era.
La alquimia nace como un conjunto
de estudios y experimentos que de manera desordenada tienen como objetivo desde
la elaboración de cosméticos, el estudio de las aleaciones hasta sueños
quiméricos cómo la transmutación de cualquier metal en oro o el descubrimiento
de la Piedra Filosofal, en este
sentido María la Hebrea es más conocida como una mujer de ciencia práctica que
como una mujer dedicada a la búsqueda de materiales y sustancias.
María se dedicó al diseño y
construcción de mejores aparatos para llevar a cabo su trabajo, y son
precisamente algunos de esos diseños los que han llegado hasta nuestra época y
por los cuales conocemos la afición de la mujer a estudiar los vapores de
ciertas sustancias y metales como el azufre y el mercurio. Estos aparatos
fueron utilizados de manera frecuente por la alquimia occidental siglos
después.
El primero que podemos mencionar
es conocido como Tribikos y era una especie de alambique para destilar líquidos
y que consistía de una olla de barro y tres espitas de cobre por donde salían
los destilados.
Después se encuentra el
Kerotakis, que se trataba de un aparato de reflujo por medio del cual María
podía ablandar los metales e impregnarlos de color. El Kerotakis, fue sin duda
la mayor aportación de la científica a la alquimia y más tarde a la química, en
1879 el Kerotakis fue modificado por el alemán Franz von Soxhlet para crear un
extractor que lleva su nombre. El diseño del Kerotakis de María la Hebrea,
estaba basado en una paleta del mismo nombre que utilizaban los artistas de la
época para mantener calientes las ceras y pigmentos con los que trabajaban.
María creía que los procesos que se llevaban a cabo al interior de la tierra y
daban como resultado el oro.
María por lo que se deduce de sus
escritos y las inferencias de otros sobre su trabajo creía que los elementos
estaban vivos y que la alquimia muchas veces se basaba en las cualidades masculinas
o femeninas de los elementos, viéndolos como procesos sexuales. En los
fragmentos herméticos que la sobreviven, se ha encontrado la siguiente cita: Unid lo masculino con lo femenino y
encontrareis aquello que buscais.
Otra de las grandes contribuciones
a la ciencia que han sido atribuidas a María la Hebrea es el proceso conocido
como Baño María o Balnum mariae que
consiste en poner un recipiente dentro de otro que contenga un elemento que
permita mantener una temperatura constante, ya sea agua, arena u otro que
permita que el elemento puesto en el segundo recipiente mantenga la temperatura
deseada.
Este método es habitual también
en la cocina contemporánea para derretir chocolate o mantequilla por ejemplo.
María la Hebrea es considerada
como la primera mujer alquimista y la primera científica práctica, aunque a
falta de datos biográficos específicos, hay quienes no dudan en ver bajo el
nombre a un grupo anónimo de personas.
publicado en mamaejecutiva.net el 22 de junio de 2015
imagen. wikipedia.org