El gobierno de
Andrés Manuel López nació del ejercicio democrático del voto. Hoy desde una
visión simplista y stalinista el presidente quiere acabar con el México que
todos creamos.
Armando Enríquez Vázquez.
Quienes tienen
memoria para recordar el México de la década de los años setenta, incluso el de
los ochenta, somos conscientes que vivimos en esas décadas el resabio de la
represión y absolutismo dictatorial del PRI que tuvo su climax aquel 2 de
octubre de 1968 cuando una parte de la juventud, así como hombres y mujeres
fueron masacrados por el Presidente Díaz Ordaz y sus floreros como Luis
Echeverría que años después, quien siendo ya presidente encabezó esa Guerra
Sucia en nuestro país de la que muy pocos hablan, pero que incluyó no sólo
a los jóvenes que buscaban la libertad, si no a todos aquellos que se opusieron
al chacal burócrata que inspira a López Obrador; empresarios y líderes de
izquierda fueron encarcelados y asesinados por igual bajo las órdenes de un
ególatra que acabó con el país y con medios libres críticos y opositores como
El Excélsior.
Fue a partir de aquel nefasto 1968 y la
persecución desatada por todo el país que poco a poco millones de mexicanos
iniciaron el camino hacía el cambio democrático que tanto necesitaba México,
cada quien desde su trinchera y los hombres, mujeres, políticos de izquierda y
derecha, lideres y luchadores sociales, escritores, pero sobre todo ciudadanos
que ejercieron su derecho a votar con libertad fueron acorralando al PRI, hasta
que 32 años después de la noche Tlatelolco, por primera vez en su historia el Partido
Revolucionario Institucional, fue expulsado de la presidencia por el voto
popular.
Pasaron tres décadas
y murieron cientos de mexicanos buscando la libertad y la democracia en el
país. La campaña fraudulenta de 1988 fue también una de las más sangrientas en
la historia moderna del país, el fraude fue sustentado desde la secretaría de
Gobernacion por el entonces secretario Manuel Bartlett Díaz quien podemos
suponer también supo de muchas de las agresiones a los democratas, hay que
recordar que desde aquellos años el poblano es buscado por la justicia de
Estados Unidos por su presunta participación en el asesinato del agente de la
DEA Kiki Camarena.
Desde julio de
2018 la muy mal llamada izquierda mexicana ocupa el poder gracias a ese sistema
democrático que se construyó con la sangre de muchos hombres de la verdadera
izquierda, de la derecha, del centro, gracias a votos y vetos al gobierno
priísta que fue rebasado por las ciudadanas y ciudadanos. Gracias a instituciones
independientes y sólidas que se crearon gracias a la oposición como el INE y
los tribunales electorales federal y locales.
Pero tres años
después el gobierno encabezado por López Obrador, el presidente está empeñado
en acabar con los logros que tanto costaron a los mexicanos; buenos, malos,
pobres, ricos, de izquierda, de derecha y de centro. Intelectuales, científicos,
artistas, ingenieros, contadores, oficinistas y locatarios de mercados que en
los últimos 20 con sus matices estamos felices y conscientes de nuestra democracia.
Hoy con la
intolerancia y la falta de espíritu democrático del presidente que se muestra
cada mañana cuando se sube a su púlpito el intento por regresar al camino del
totalitarismo y la intransigencia es claro.
Y lo peor se
demuestran en los esfuerzos por amagar las voces de periodistas y someter a los
medios de comunicación como en el pasado hizo el PRI. Las nuevas leyes que
pretende pasar el gobierno tienen como objetivo controlar y manipular los
contenidos, sobre todo en materia informativo para contar sólo las historias y
Historia que el presidente y su círculo cercano quieran contar. No es que en
los tiempos recientes de los gobiernos del PAN y del PRI de Peña Nieto no hayan
existido ejemplos de censura, lo que pasa en este momento es que en la
destrucción de México, López Obrador y Morena tienen en la mente un modelo más
parecido a las dictaduras cubana, venezolana o nicaragüense. En el peor de los
casos Lòpez Obrador es un émulo de Stalin, todos estos ejemplos son de aquellos
que en nombre de una supuesta izquierda han creado gobiernos igual de
represivos e intolerantes a los que derrocaron acusándolos de dictaduras de
derecha.
Son ya diferentes
y muchos los personajes que al dar su opinión o análisis en algún medio que no
complace al presidente, por orden de Palacio Nacional han sido despedido de sus
espacios, la antigua ley del garrote y la zanahoria es totalmente vigente este
sexenio. Mientras algunos medios, sobre todo impresos son atacados a diario y
medios como Notimex han vivido bajo el autoritarismo y represión de su
directora Sanjuana Martínez, a la que la inútil y maniquea CNDH de la 4T pide
defender sin voltear a ver a los trabajadores de la institución que son las
verdaderas víctimas del poder de la señora Martínez. Francisco Aguirre en su
momento y ahora su hijo Juan Aguirre de Radio Centro han sido serviles
chayoteros del presidente y como premio se les otorgó su canal de televisión, ese
que años atrás no podían comprar de manera legal, pero ni el periodista Julio
Astillero toleró la agenda impuesta al medio por el gobierno federal.
Los pasos y los
hombres encargados de crear las puntas de lanza de la intolerancia y
radicalismo autócrata que habita en Palacio Nacional son muy fáciles de
detectar y curiosamente van desde aquellos que sin asco se han aliado y
beneficiado con diferentes sistemas políticos y partidos como Epigmenio Ibarra
que ha sido amigo florero de personas tan dispares como Carlos Salinas, Vicente
Fox y ahora Andrés Manuel López, hasta personajes que se creía que eran
críticos y demócratas como el caricaturista de La Jornada que firma como El
Fisgón. Pero los más peligrosos como implementadores de una política de
censura y control de los medios y de la ciudadanía están en los escaños y
curules del poder legislativo.
Desde el vociferante Gerardo Fernández Noroña, hasta el oscuro
y siniestro Ricardo Monreal que sueña con ser presidente omnipotente de los
mexicanos, como López Obrador y claro con más posibilidades y recursos que el ridículo
petista de barba hirsuta. El intento de atentar en contra de las diferentes
libertades de los mexicanos para volver a dominar las verdades absolutas de su
muy particular punto de vista, incluye el atentar contra el Internet, sin
siquiera poder diferenciar entre redes sociales e internet, pero es claro que
el objetivo es silenciarnos a todos a la brevedad, porque sólo así podrán
legitimar el golpe que se planea desde Palacio Nacional y con el apoyo de todos
sus funcionarios y allegados en contra de la democracia.
Lo peor es que aun así y frente a hechos que no se pueden
refutar, hay quienes todavía creen que este gobierno censor y represor es ejemplo
de una izquierda de vanguardia, cuando ni siquiera izquierda es.
Otra vez estamos en un momento de definición del país que
queremos ser. Yo al menos quiero un país incluyente y diverso en el que todas
las voces puedan ser escuchadas y todos lo medios tengan la oportunidad de
hablar de lo que quieran, a pesar de que no todos estemos de acuerdo, en el que
los políticos no sean los protagonistas y sean los que menos hablen, mejor se
dediquen a trabajar, no a dar discursos demagógicos todas las mañanas.