A los mexicanos nos
encanta ser mártires, es la más socorrida de nuestras actitudes y así evitamos
ser responsables a toda costa.
Armando Enríquez Vázquez
Hace muchos años había una camiseta promocional del Partido
Mexicano de los Trabajadores que tenía un par de personajes de Rius. El que
hablaba instruía al otro: Hace un chingo
de años los mexicanos éramos bien chingones entonces llegaron un chingo de
españoles y nos chingaron… el discurso del personaje continuaba pero a
final de cuentas dos mensajes querían destacarse en la prenda de vestir.
Primero una lección sobre las diferentes acepciones y usos de la palabra
chingar y segundo que las masas siempre habían sido oprimidas en nuestro país,
al menos eso pretendía la dichosa camiseta. Había una tercera lección que
dejaba la camiseta en cuestión y que era más importante que las otras dos. Los
mexicanos somos mártires.
La gran mayoría de los mexicanos somos mestizos, esto es una
verdad tan grande como una casa. Le duela a quien le duela nadie vino a
conquistarnos. Nuestra sangre es tan española como indígena, en Cortés y La
Malinche se encuentran los padres fundadores de la nación mexicana. México se
formó durante los 300 años de la Colonia y no a partir de 1810 como pretenden
unos, o desde la noche inmemorial de los tiempos como pretendía un ex
presidente en un discurso ontológico que afirmaba: ¡México es desde siempre!
Dicen que cuando Luis Buñuel leyó el guión de Canoa expresó
su gusto por el guión y una pequeña duda: Son
cien o cien mil los muertos. De Nosotros
los pobres a el plantón en Paseo de la Reforma. De la Llorona a pérdida de
la mitad de nuestro territorio. Juárez no
debió de morir…ay de morir. A los mexicanos nos gustan sentirnos mártires,
es mucho más fácil histórica, social, familiar y económicamente que hacernos
responsables. Cuantas veces no preferimos culpar a otros, al gobierno, a la
economía y hasta Dios o el destino mismo con tal de no asumir nuestra
responsabilidad. El martirio es una excusa, una justificación y hasta una
ideología política en nuestro país. ¿Por qué habrían ser los maestros
calificados en su desempeño laboral, cuando la ignorancia de muchos de los que se encuentran al frente
de una clase no es otra cosa que un merecido logro sindical?
En México hay quienes han hecho del martirio una forma de
vida, si no basta preguntarle a los afiliados del SME, un sindicato que logra
canonjías aun cuando la empresa para la que trabajaban ya no existe, pero eso sí,
pobrecitos, como han sufrido, después de saquear a una empresa del estado y
robarse los bienes de la misma, de golpear a trabajadores que igual que ellos
pero que trabajan para la CFE.
¿No están nuestros políticos apuntando siempre su dedo
flamígero en contra de los miembros y autoridades de los partidos contrarios al
suyo o a la economía mundial, para justificar sus incapacidades y actitudes
timoratas, o las de su partido? ¿No es lo más común en cualquier grupo
irracional de protestantes el culpar al gobierno por no premiar y permitir sus
irresponsabilidades, falta de civismo y de respeto a las leyes?
No sabemos jugar y ganar en equipo porque siempre es culpa
de alguien más; en un equipo, o empresa somos y son muchos los culpables. Lo
mismo sucede con los gobiernos y las autoridades, locales, estatales y
federales. ¡Cuánta gente a la que poder culpar, para poder sentirnos los
desposeídos sociales, emocionales, laborales y en todos los campos que queramos
y podamos imaginar!
El martirio tiene un halo de redención y de injusticia, que
como un imán atrae a los mexicanos. El injusto gobierno de este país es el
responsable de que millones de mexicanos pierdan su libre tránsito por las
calles de la ciudad, al obligar a los sectores más irresponsables de la
sociedad a pedir solidaridad de todos los mexicanos atentando contra los
derechos más elementales de los demás. Los gobiernos federal y estatal no
actúan en defensa del estado de derecho bajo el argumento retórico de no querer
hacer mártires de los manifestantes. Como nos cuesta trabajo pensar antes de
actuar, medirle el agua a los camotes como se diría coloquialmente, aunque
después de todo no importa, porque si los camotes se queman fue culpa del
fuego.
Entonces entre un gobierno que quiere hacerse víctima de
grupos sociales que aseguran ser víctimas del gobierno el resultado es una
ciudadanía víctima del abuso y la indecisión de los otros dos. ¿Quién es más
mártir? Se podría preguntar. Pero lo importante es saber ¿quién es más
irresponsable? ¿El que abusa, el que se hace de la vista gorda o el que se
olvida de exigir?
Regreso a la idea original con una anécdota apócrifa, de
esas que son más parábola que incidente real, dicen que un día cierto muralista
mexicano se encontraba platicando con un escritor español y de pronto el
mexicano expresó:
-Cuando sus antepasados llegaron a conquistarnos.
A lo que presto, el escritor, respondió.
- ¡Habrán sido los suyos, porque los míos nunca salieron de
Salamanca!
Creo que es hora de quitarnos la camiseta de madres
abnegadas y sufridas de película de Ismael Rodríguez, para poder hacer que este
país funciones, exigir a nuestros representantes para que quiten esa sonrisa
idiota con la que se fotografiaban en el centro Banamex y a los otros que ya
dejen de inventar pretextos como su petición estúpida de declarar persona non
grata Harp Helú por haberlo prestado como recinto alterno a los legisladores.
Toda acción conlleva una responsabilidad y tenemos que
aprender a aceptarla tal y como es.
Publicado en Blureport.com.mx el 28 de Agosto de 2013
Imagen:vaimumaailm.ee