Poner en duda los resultados de una elección aun antes de que esta se lleve a cabo, significa que en la mente del personaje no cabe ni siquiera el beneficio de la duda para el sistema.
Armando Enriquez Vázquez
En el último de los debates presidenciales entre los
candidatos demócrata y republicano a la presidencia de Estados Unidos, una cosa
que quedó clara es que está en juicio no es la elección si no el mismo sistema
que durante más de doscientos años los norteamericanos nos han querido vender
como perfecto. Estados Unidos que se cree el pilar de la democracia, es sólo el
último ejemplo, si no es que el primero de lo obsoleto que la democracia como
la definimos y creemos conocer resulta ya obsoleta.
El silencio de Donald Trump a la pregunta de sí está
dispuesto a aceptar los resultados de las elecciones y su posterior declaración
de que los reconocerá en caso de ser él, el ganador, son una pequeña muestra de
esa crisis severa que abarca a los partidos políticos y a la democracia. Los
partidos políticos, en este caso el partido republicano, parecen haber dejado
de ser instituciones que agrupen a personas con una cierta ideología y hoy han
decidido promover candidatos que de una manera u otra son independientes a los
estatutos de los mismos, independientes al grupo y profundamente ególatras,
individuos que son por su beligerancia y falso encono un imán para los sectores
más vulnerables de la sociedad.
Existe, en ciertos sectores de la clase política mundial, un
enorme desprecio por la democracia y su sentido, mientras que por parte de la
sociedad civil existe también un hartazgo por esta falsa utopía con la que
pretendemos convencernos de que vivimos en el mejor de los mundos posibles.
Políticos populistas y con alma de dictadores no están
dispuestos a aceptar la derrota en las urnas, lo que en otras épocas hubiera
resultado inaceptable para aquellos que al entrar en un proceso electoral aceptan
de manera tácita e inobjetable las reglas implícitas en el sistema democrático y
el valor voto ciudadano, que para ellos no vale si no es un voto a su favor.
Bien sabido es que, entre las democracias del mundo, una de
las más falaces es la de Estados Unidos que no se basa en el voto directo de
los ciudadanos. El sistema norteamericano de gobierno lejos de una democracia
directa o de una democracia parlamentaria, es una extraña mezcla de artimañas
que utiliza colegios electorales a lo largo de los diferentes estados que
anulan la votación individual y la convierten en un número de votos a favor del
partido que ganó en cada una de las entidades. Pero hoy parece que es el
partido republicano el principal interesado en desvirtuar el sistema político
de su país al apoyar con su silencio a Donald Trump.
Poner en duda los resultados de una elección aun antes de
que esta se lleve a cabo, significa que en la mente del personaje no cabe ni
siquiera el beneficio de la duda para el sistema y modelo del cual forman parte
y ellos mismos han aceptado para competir en un sistema democrático. Significa
claramente que desconoce la definición más simple de la palabra democracia y su
excesiva creencia en las teorías de conspiración.
Trump, con su silencio y su respuesta idiota, se convierte
en un vil émulo de Andrés Manuel López Obrador o de Nicolás Maduro y demuestra
esa intransigencia voluble que caracteriza a aquellos que sólo aceptan que las
cosas están bien cuando les favorecen. Pero son los partidos políticos que
postulan a estos mesías del autoritarismo, los principales detractores de la
democracia al respaldar a tan peligrosos candidatos que al llegar poder
rodeados de serviles y avariciosos, estos dictadores disfrazados de políticos acaban
con los países como ha sucedido en Venezuela.
País en el que, como ha quedado claro al mundo entero, todas
las acciones encaminadas a demostrar el rechazo de Nicolás Maduro y la
imposición de un estado no democrático, es tratado casi como crimen en contra
del mismo.
La alcaldesa de Madrid, Carmen Carmenta en una entrevista,
para el diario español El País, afirmó
que la democracia representativa se está acabando, porque los partidos
políticos ya no están funcionando, han olvidado su razón de ser y su compromiso
con los votantes. La madrileña cree que el gobierno debe retomar su idea
verdadera de gestión y trabajar a partir de constantes consultas ciudadanas.
Recordemos como López Obrador negó, descalificó y se burló
de los habitantes de la Ciudad de México cuando decenas de miles atiborraron
Paseo de la Reforma hasta el Zócalo pidiendo una seguridad que el entonces Jefe
de Gobierno de la Capital fue incapaz de proporcionar y mucho más importante
incapaz de reconocer.
La democracia es insuficiente cuando desde aquellos que votan
y la ejercen no acuden a las urnas, cuando los políticos mismos construyen
teorías de conspiración y cuando como en los casos de Trump y López Obrador no
existen propuestas para el bienestar, sino solo un martirio digno del mejor
melodrama de Ismael Rodríguez.
Publicado en blureport.com.mx el 21 de octubre de 2016
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