Armando Enríquez Vázquez
Habrá de iniciar un nuevo periodo de sesiones en las cámaras de diputados y senadores de la república. Desde hace más de nueve años en los escritorios de los políticos mexicanos esperan las reformas estructurales indispensables para crear un país competitivo y capaz de enfrentar al mundo global del siglo XXI. Al menos eso nos quieren hacer creer los diferentes partidos políticos. Al menos desde hace tiempo se nos ha hecho saber que ahí están que son “impostergables”, pero tal vez, como muchas cosas en nuestro país estén ahí desde hace más, aunque ni los legisladores lo sabían.
¿Cuáles son estas reformas estructurales? ¿Por qué son tan necesarias para el país?
La reforma laboral tan exigida, no es tan importante si es incapaz de afectar la principal traba de nuestras fuerzas de trabajo; los sindicatos. Una reforma laboral incapaz de siquiera cuestionar la actuación y desempeño de los sindicatos y su papel en la ineficiencia y falta de productividad de los trabajadores mexicanos carece de sentido. La reforma laboral como la plantean el estado y sus opositores únicamente le da la vuelta a este problema tratando el problema a un lado proponiendo más injustos esquemas de contratación y dejando como en el caso del SME, un sin sentido, sindicatos que carecen de empresa en la que laboren sus agremiados.
La reforma fiscal, no puede funcionar ni ser lógica mientras siga siendo solamente aplicable a una minoría, mientras el comercio informal sea intocable por ser una parte importante de la política clientelar del país. Una reforma fiscal debe partir de cero y con controles muy estrictos no sólo en la recaudación, sino en cómo se distribuye y se transparenta el uso de nuestros impuestos, no podemos seguir sabiendo de funcionarios que impunemente son multados con cifras millonarias que la mayoría de mexicanos no veremos en nuestras vidas y deshabilitados por diez años por un ridícula secretaria de la función pública, mientras Hacienda y el SAT persiguen e impiden el crecimiento de nuevas empresas y del trabajo. Eso en el mejor de los casos. No podemos permitir que los impuestos paguen los servicios médicos privados de los legisladores cuando la pésima operación del IMSS y el ISSSTE provocan la muerte de cientos de mexicanos al año sin ninguna consecuencia para matasanos y las instituciones que los protegen. Mientras el gobierno sea negocio y no promotor de ellos será difícil de tener una reforma fiscal.
La reforma educativa. México quiere ciudadanos competitivos, eficientes y preparados. Necesitamos darle una sacudida a un sistema educativo que prepara peones. Imposible legislar mientras no se pueda poner en orden a los sindicatos educativos en México que protegen a maestros que no los son y a pederastas escondidos en las guarderías. Imposible legislar cuando la visión acerca de la educación superior para el estado mexicano olvide a las universidades públicas y sea incapaz de reconocer sus enormes méritos y logros, así, como sus necesidades de crecimiento y dar servicio a mayor número de jóvenes mexicanos. Cuando desde la secretaria de educación pública se promueve la educación privada.
Una reforma en el campo que permita a los campesinos ganar de sus cosechas, implementar y aprovechar tecnologías. Que vuelva al país no solo autosuficiente en materia alimentaria si no que permita exportar.
Una reforma energética que planee políticas a futuro, entre ellas la obtención de fuentes de energía limpia a lo largo y ancho del territorio. En lugar de preocuparse por la propiedad de PEMEX, arca y caja chica de funcionarios y políticos.
Una ley antimonopolios seria y no el chiste de la COFETEL.
Una reforma política…
¿Por dónde empezar? Por un IFE desprestigiado y manoseado por los partidos políticos. Por las cámaras y por los plurinominales. La necesidad de un régimen parlamentario en lugar del obsoleto presidencialista. La reelección quede nombre a los aciertos y faltas de cada uno de los legisladores.
La más difícil de lograr y a la vez la más obvia de legislar es la reforma política de nuestro país.
Existen los cínicos, aparte de los políticos, que creen que estas reformas no son necesarias. Sí el País ha podido sobrevivir sin ellas en los últimos nueve años porque no lo podrá hacer ad infinitum.
Voces “preocupadas” por el futuro de México urgen a promover la legislación de dichas reformas. Los partidos políticos proclaman tener ya la agenda legislativa para el próximo periodo ordinario de sesiones. Acaso no lo proclaman siempre y nunca lo cumplen. Las iniciativas y reformas que se hacen cada periodo son irrisorias. Subir los cigarros y hacer más pequeñas las bolsas de comida chatarra en las escuelas para gastar más. Los cambios radicales que necesita el país. Pero eso sí, nada como “la dieta” a la que se someten y peor, a la que nos someten con su estulticia e ineficacia.
Tal vez, sea cierto México no requiere reformas estructurales, tal vez llego el momento de afrontar la realidad y legislar a fondo. Cambiar la tan remendada Constitución. Pero un legislador es incapaz de preguntarse algo así. Su mente está ocupada en saber qué hará si el PRI regresa en 2012 al poder y cómo evitarlo si es de la oposición.
Se me ocurre que a lo mejor para ver cambios en la legislación y en modelo de país podríamos empezar con una sencilla ley. Que ningún funcionario público federal o local pueda hacer uso e servicios privados de ninguna índole. Sus hijos a escuelas públicas, sus esposas a parir al ISSSTE. Sus compras a través de LICONSA, CONASUPO y organismos similares, sus casas del INFONAVIT. Tal vez entonces se den cuenta de que tan necesarias son las reformas estructurales. Esto obviamente no pasar y tampoco va a pasar nada en este periodo ordinario de sesiones más allá de los ordinarios gritos y sombrerazos de los legisladores.
¿Cuáles son estas reformas estructurales? ¿Por qué son tan necesarias para el país?
La reforma laboral tan exigida, no es tan importante si es incapaz de afectar la principal traba de nuestras fuerzas de trabajo; los sindicatos. Una reforma laboral incapaz de siquiera cuestionar la actuación y desempeño de los sindicatos y su papel en la ineficiencia y falta de productividad de los trabajadores mexicanos carece de sentido. La reforma laboral como la plantean el estado y sus opositores únicamente le da la vuelta a este problema tratando el problema a un lado proponiendo más injustos esquemas de contratación y dejando como en el caso del SME, un sin sentido, sindicatos que carecen de empresa en la que laboren sus agremiados.
La reforma fiscal, no puede funcionar ni ser lógica mientras siga siendo solamente aplicable a una minoría, mientras el comercio informal sea intocable por ser una parte importante de la política clientelar del país. Una reforma fiscal debe partir de cero y con controles muy estrictos no sólo en la recaudación, sino en cómo se distribuye y se transparenta el uso de nuestros impuestos, no podemos seguir sabiendo de funcionarios que impunemente son multados con cifras millonarias que la mayoría de mexicanos no veremos en nuestras vidas y deshabilitados por diez años por un ridícula secretaria de la función pública, mientras Hacienda y el SAT persiguen e impiden el crecimiento de nuevas empresas y del trabajo. Eso en el mejor de los casos. No podemos permitir que los impuestos paguen los servicios médicos privados de los legisladores cuando la pésima operación del IMSS y el ISSSTE provocan la muerte de cientos de mexicanos al año sin ninguna consecuencia para matasanos y las instituciones que los protegen. Mientras el gobierno sea negocio y no promotor de ellos será difícil de tener una reforma fiscal.
La reforma educativa. México quiere ciudadanos competitivos, eficientes y preparados. Necesitamos darle una sacudida a un sistema educativo que prepara peones. Imposible legislar mientras no se pueda poner en orden a los sindicatos educativos en México que protegen a maestros que no los son y a pederastas escondidos en las guarderías. Imposible legislar cuando la visión acerca de la educación superior para el estado mexicano olvide a las universidades públicas y sea incapaz de reconocer sus enormes méritos y logros, así, como sus necesidades de crecimiento y dar servicio a mayor número de jóvenes mexicanos. Cuando desde la secretaria de educación pública se promueve la educación privada.
Una reforma en el campo que permita a los campesinos ganar de sus cosechas, implementar y aprovechar tecnologías. Que vuelva al país no solo autosuficiente en materia alimentaria si no que permita exportar.
Una reforma energética que planee políticas a futuro, entre ellas la obtención de fuentes de energía limpia a lo largo y ancho del territorio. En lugar de preocuparse por la propiedad de PEMEX, arca y caja chica de funcionarios y políticos.
Una ley antimonopolios seria y no el chiste de la COFETEL.
Una reforma política…
¿Por dónde empezar? Por un IFE desprestigiado y manoseado por los partidos políticos. Por las cámaras y por los plurinominales. La necesidad de un régimen parlamentario en lugar del obsoleto presidencialista. La reelección quede nombre a los aciertos y faltas de cada uno de los legisladores.
La más difícil de lograr y a la vez la más obvia de legislar es la reforma política de nuestro país.
Existen los cínicos, aparte de los políticos, que creen que estas reformas no son necesarias. Sí el País ha podido sobrevivir sin ellas en los últimos nueve años porque no lo podrá hacer ad infinitum.
Voces “preocupadas” por el futuro de México urgen a promover la legislación de dichas reformas. Los partidos políticos proclaman tener ya la agenda legislativa para el próximo periodo ordinario de sesiones. Acaso no lo proclaman siempre y nunca lo cumplen. Las iniciativas y reformas que se hacen cada periodo son irrisorias. Subir los cigarros y hacer más pequeñas las bolsas de comida chatarra en las escuelas para gastar más. Los cambios radicales que necesita el país. Pero eso sí, nada como “la dieta” a la que se someten y peor, a la que nos someten con su estulticia e ineficacia.
Tal vez, sea cierto México no requiere reformas estructurales, tal vez llego el momento de afrontar la realidad y legislar a fondo. Cambiar la tan remendada Constitución. Pero un legislador es incapaz de preguntarse algo así. Su mente está ocupada en saber qué hará si el PRI regresa en 2012 al poder y cómo evitarlo si es de la oposición.
Se me ocurre que a lo mejor para ver cambios en la legislación y en modelo de país podríamos empezar con una sencilla ley. Que ningún funcionario público federal o local pueda hacer uso e servicios privados de ninguna índole. Sus hijos a escuelas públicas, sus esposas a parir al ISSSTE. Sus compras a través de LICONSA, CONASUPO y organismos similares, sus casas del INFONAVIT. Tal vez entonces se den cuenta de que tan necesarias son las reformas estructurales. Esto obviamente no pasar y tampoco va a pasar nada en este periodo ordinario de sesiones más allá de los ordinarios gritos y sombrerazos de los legisladores.
Publicado en blureport 31 de Enero 2011
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