La primera médico mexicana y los avatares que corrió para lograr su meta.
Armando Enríquez Vázquez
Imaginemos a una futuro médico a punto de presentar su examen profesional de medicina. El año es 1887. La alumna ha sido rebajada a ser examinada en un salón común y corriente en lugar del aula magna de la Universidad, las razones son muy sencillas para la época y el espíritu del México “liberal” de la época. Se trata de una mujer. Existe entre la comunidad médica una gran división, aquellos, la mayoría, que están en contra de la mujer y los otros, pocos, muy pocos que la apoyan incondicionalmente. Las autoridades de la Universidad se encuentran entre los que no ven con buena cara la irrupción de una mujer en la comunidad médica de México. Es una verdadera tontería, algo que acaba con la moral. Ya con anterioridad se le ha acusado de degenerada y de haber entrado a la carrera con el único desviado propósito de ver el cuerpo de los hombres desnudos en la morgue. El nombre de esta valiente y decidida mujer era Matilde Petra Montoya Lafragua y la puedo imaginar paseándose de un lado a otro nerviosa, furiosa por la discriminación y preparándose para la peor canallada por parte del cuerpo académico. También recordando todo los esfuerzos y la decisión en sus actos que la habían llevado hasta la antesala del examen.
Matilde nació en la Ciudad de México el 14 de mayo de 1859, desde muy pequeña su madre le enseñó todo aquello que había aprendido en un convento, ante la mirada reprobatoria del padre que no entendía de que servía que la pequeña Matilde supiera todo eso, el hecho es que a los cuatro años Matilde sabía leer. Cuando Matilde terminó su primaria tenía 11 años y por esta razón se rechazó su solicitud para ser inscrita en el equivalente de la época a la secundaria. Su educación no fue truncada y con maestros particulares, Matilde estudio la secundaria y presentó el examen final, el cual aprobó sin ningún problema, Sin embargo en el momento de presentar la solicitud para convertirse en maestra de primaria la edad volvió a ser un problema. Matilde tenía 13 años y su solicitud fue rechazada. Ese año murió su padre y Matilde ávida de conocimientos se inscribió en la escuela de obstetricia y parteras que dependía de la Escuela Nacional de Medicina. Las apretadas condiciones económicas, la obligaron a cambiar de escuela, a una particular donde se atendían los partos de las mal vistas madres solteras. A los 16 años Matilde se tituló como partera.
Entonces comenzó a trabajar como auxiliar de cirugía con el objetivo de profundizar en sus conocimientos médicos. Con lo que ganaba se dio a la tarea de estudiar, una vez más de manera privada, las materias que le faltaban para terminar su bachillerato.
A los 18 años se mudó a la ciudad de Puebla donde tuvo bastante éxito. Ya que además de los servicios de partera, Matilde tenía ciertos conocimientos de medicina que excedían los de su competencia e incluso la de algunos médicos poblanos. Entonces se hizo una campaña en su contra, orquestada por los médicos poblanos y ciertos periódicos locales, a Matilde se le acusaba de ser miembro de los masones y protestante. Se recomendaba a la población de la ciudad no ponerse en manos de tan desconfiable mujer. Acosada por la mala publicidad Matilde se retiró a Veracruz. Cuando pensó que lo peor ya había pasado regresó a Puebla y solicitó su inscripción en la escuela de medicina, presentó su examen de admisión, la constancia de materias que se le pedían como química, botánica, zoología y otras, así como su curriculum. Matilde aprobó el examen y fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el Gobernador del Estado, todos los Abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo. Sin embargo, los antiguos adversarios se hicieron presentes con nuevos periodicazos y atacando a Matilde de impúdica, por intentar de ver hombres desnudos en la morgue. Atribulada por sus enemigos Matilde, regresó a la Ciudad de México y hizo el intentó en la Universidad Nacional por segunda ocasión. A los 24 años y con el visto bueno del director del director Matilde fue aceptada.
Matilde era la primera y única alumna en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, muchos profesores y alumnos la veían con recelo, la criticaban y se oponían a su presencia en el recinto, también había un puñado de alumnos y profesores que la apoyaban y eran llamados por lo demás con desprecio “Los montoyos.”
Sus detractores buscaron hasta por debajo de las piedras como lograr que Matilde fuera dada de baja de la Universidad y cuestionando, ante las autoridades universitarias, la validez de las materias cursadas con maestros particulares lograron su objetivo. Desesperada Matilde, al ver sus esperanzas de ser médica esfumarse, optó por enviar una carta al Presidente de la República General Porfirio Díaz, quién giró las instrucciones necesarias para que la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso diera las facilidades a Matilde para terminar de manera correcta sus estudios de Bachillerato. Así Matilde pudo seguir cursando la carrera de medicina, aprobó todos sus exámenes y escribir su tesis. Matilde Petra Montoya Lafragua solicito su examen profesional para poder titularse y ejercer la carrera de medicina. Sin embargo, sus enemigos encontraron una nueva argucia para negarle ese derecho a Matilde. Los estatutos de la universidad hablaban de “alumnos” no de “alumnas.” Matilde por segunda vez escribió al General Díaz, quién giró instrucciones a la Cámara de Diputados para cambiar el texto de los estatutos de la Facultad de medicina, pero algo muy extraño sucedió los diputados estaban de vacaciones, por lo que el General Díaz emitió un decreto reformando el texto en cuestión. Lo detractores de Matilde durante muchos años sostuvieron que la mujer se había graduado por un decreto presidencial. Lo cual es totalmente falso.
De hecho sus adversarios, prepararon, con dolo, un examen particularmente difícil y estricto con todfa la intención de que la mujer se recibiera. Le negaron el aula magna de la Universidad y así llegamos al momento en que se inició este relato. Ahora si podemos imaginar a esta perseverante mujer a punto de presentar un examen que no sería de ninguna manera fácil. Unos minutos antes de iniciar el examen, llegó un mensajero anunciado que el Presidente Porfirio Díaz había salido caminando de Palacio Nacional, acompañado de su esposa Doña Carmelita, así como algunas amistades a presenciar el examen de la Señorita Montoya. Puedo imaginar la cara de los infames detractores de Matilde y el corredero para tener el aula magna lista, puedo imaginar también la cara de Matilde al conocer la noticia. La imagen no deja de serme simpática, muy simpática.
Sobra decir que Matilde aprobó su examen y al otro día hizo lo mismo en el examen práctico.
La doctora Matilde Petra Montoya Lafragua se dedicó los siguientes 50 años a la práctica de su carrera. Fue altruista y atendía a todos aquellos que se le acercaban a consulta. Murió en la Ciudad de México en 1938 a los 79 años de edad. Las mujeres de este país espero que vean a Don Porfirio de otra manera. Sin disculpa de sus crímenes posteriores.
Para Estefanía, Valentina y Paula.
Para Rosalba que me puso en la pista de esta maravillosa historia.
Matilde nació en la Ciudad de México el 14 de mayo de 1859, desde muy pequeña su madre le enseñó todo aquello que había aprendido en un convento, ante la mirada reprobatoria del padre que no entendía de que servía que la pequeña Matilde supiera todo eso, el hecho es que a los cuatro años Matilde sabía leer. Cuando Matilde terminó su primaria tenía 11 años y por esta razón se rechazó su solicitud para ser inscrita en el equivalente de la época a la secundaria. Su educación no fue truncada y con maestros particulares, Matilde estudio la secundaria y presentó el examen final, el cual aprobó sin ningún problema, Sin embargo en el momento de presentar la solicitud para convertirse en maestra de primaria la edad volvió a ser un problema. Matilde tenía 13 años y su solicitud fue rechazada. Ese año murió su padre y Matilde ávida de conocimientos se inscribió en la escuela de obstetricia y parteras que dependía de la Escuela Nacional de Medicina. Las apretadas condiciones económicas, la obligaron a cambiar de escuela, a una particular donde se atendían los partos de las mal vistas madres solteras. A los 16 años Matilde se tituló como partera.
Entonces comenzó a trabajar como auxiliar de cirugía con el objetivo de profundizar en sus conocimientos médicos. Con lo que ganaba se dio a la tarea de estudiar, una vez más de manera privada, las materias que le faltaban para terminar su bachillerato.
A los 18 años se mudó a la ciudad de Puebla donde tuvo bastante éxito. Ya que además de los servicios de partera, Matilde tenía ciertos conocimientos de medicina que excedían los de su competencia e incluso la de algunos médicos poblanos. Entonces se hizo una campaña en su contra, orquestada por los médicos poblanos y ciertos periódicos locales, a Matilde se le acusaba de ser miembro de los masones y protestante. Se recomendaba a la población de la ciudad no ponerse en manos de tan desconfiable mujer. Acosada por la mala publicidad Matilde se retiró a Veracruz. Cuando pensó que lo peor ya había pasado regresó a Puebla y solicitó su inscripción en la escuela de medicina, presentó su examen de admisión, la constancia de materias que se le pedían como química, botánica, zoología y otras, así como su curriculum. Matilde aprobó el examen y fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el Gobernador del Estado, todos los Abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo. Sin embargo, los antiguos adversarios se hicieron presentes con nuevos periodicazos y atacando a Matilde de impúdica, por intentar de ver hombres desnudos en la morgue. Atribulada por sus enemigos Matilde, regresó a la Ciudad de México y hizo el intentó en la Universidad Nacional por segunda ocasión. A los 24 años y con el visto bueno del director del director Matilde fue aceptada.
Matilde era la primera y única alumna en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, muchos profesores y alumnos la veían con recelo, la criticaban y se oponían a su presencia en el recinto, también había un puñado de alumnos y profesores que la apoyaban y eran llamados por lo demás con desprecio “Los montoyos.”
Sus detractores buscaron hasta por debajo de las piedras como lograr que Matilde fuera dada de baja de la Universidad y cuestionando, ante las autoridades universitarias, la validez de las materias cursadas con maestros particulares lograron su objetivo. Desesperada Matilde, al ver sus esperanzas de ser médica esfumarse, optó por enviar una carta al Presidente de la República General Porfirio Díaz, quién giró las instrucciones necesarias para que la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso diera las facilidades a Matilde para terminar de manera correcta sus estudios de Bachillerato. Así Matilde pudo seguir cursando la carrera de medicina, aprobó todos sus exámenes y escribir su tesis. Matilde Petra Montoya Lafragua solicito su examen profesional para poder titularse y ejercer la carrera de medicina. Sin embargo, sus enemigos encontraron una nueva argucia para negarle ese derecho a Matilde. Los estatutos de la universidad hablaban de “alumnos” no de “alumnas.” Matilde por segunda vez escribió al General Díaz, quién giró instrucciones a la Cámara de Diputados para cambiar el texto de los estatutos de la Facultad de medicina, pero algo muy extraño sucedió los diputados estaban de vacaciones, por lo que el General Díaz emitió un decreto reformando el texto en cuestión. Lo detractores de Matilde durante muchos años sostuvieron que la mujer se había graduado por un decreto presidencial. Lo cual es totalmente falso.
De hecho sus adversarios, prepararon, con dolo, un examen particularmente difícil y estricto con todfa la intención de que la mujer se recibiera. Le negaron el aula magna de la Universidad y así llegamos al momento en que se inició este relato. Ahora si podemos imaginar a esta perseverante mujer a punto de presentar un examen que no sería de ninguna manera fácil. Unos minutos antes de iniciar el examen, llegó un mensajero anunciado que el Presidente Porfirio Díaz había salido caminando de Palacio Nacional, acompañado de su esposa Doña Carmelita, así como algunas amistades a presenciar el examen de la Señorita Montoya. Puedo imaginar la cara de los infames detractores de Matilde y el corredero para tener el aula magna lista, puedo imaginar también la cara de Matilde al conocer la noticia. La imagen no deja de serme simpática, muy simpática.
Sobra decir que Matilde aprobó su examen y al otro día hizo lo mismo en el examen práctico.
La doctora Matilde Petra Montoya Lafragua se dedicó los siguientes 50 años a la práctica de su carrera. Fue altruista y atendía a todos aquellos que se le acercaban a consulta. Murió en la Ciudad de México en 1938 a los 79 años de edad. Las mujeres de este país espero que vean a Don Porfirio de otra manera. Sin disculpa de sus crímenes posteriores.
Para Estefanía, Valentina y Paula.
Para Rosalba que me puso en la pista de esta maravillosa historia.
Publicado en thepoint.com.mx y thepinkpoint.com.mx el 15 de febrero de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario