Armando Enríquez Vázquez
A simple vista, y para un neófito como
yo, la fotografía muestra una flor más en una maceta. Una flor blanca
ciertamente extraña y bella. Los petalos son alargados blancos y tiene
otros apéndices, no sé si pistilos que sobresalen del centro de la flor,
también blancos. Una flor común y corriente podría pensar cualquiera,
nada más equivocado. Esta fotografía fue publicada la semana pasada en “The Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America”, junto
con el informe completo de como se logró cultivar esta aparentemente
sencilla planta. Resulta que este tipo de flor llamada científicamente Silene Stenophylla, no
habiá florecido ni habitado el planeta en 30,000 años. Un equipo de
científicos rusos encabezados por los doctores Svetlana Yashina y David
Gilichinsky de la academia rusa de ciencias, encontraron una madriguera
de animales parecidos a las ardillas, llena de semillas, más de 600,000,
y tejido de plantas que datan del pleistoceno. Debido a la congelación
repentina, la madriguera entera quedó encapsulada a una temperatura de
menos siete grados Celsius y así permaneció durante los últimos miles de
años, el tiempo y las capas de tierra y plantas que se fueron
acumulando sobre ella la mantuvieron aislada e intacta. La madriguera se
encontraba 38 metros bajo tierra. Las semillas y plantas nunca llegaron
a descongelarse y por eso nunca se descompusieron. Este tipo de
ambiente se conoce como permafrost y compone una quinta parte de la
tierra del planeta.
Por inverosímil que parezca a partir de
estas semillas y el tejido de la planta encontrados en la madriguera,
los científicos rusos fueron capaces de hacer que la planta creciera y
se reprodujera. Al principio el ejemplar de la planta pareció a los
genetistas igual a una planta que existe en la actualidad en la zona de
Siberia de donde fue rescatada esta madriguera, por lo que comenzaron a
creer que su experimento se había contaminado, como otros por el estilo
alrededor del mundo, con semillas contemporáneas. Sin embargo fue en el
momento de florecer y dar sus frutos cuando las diferencias saltaron a
la vista. Las flores y los frutos resultaron diferentes a los de la
planta contemporánea. El experimento resultó un éxito o eso dicen los
investigadores rusos. Ahora habrán de venir muchos cuestionamientos y
comprobaciones por parte de la comunidad científica mundial. Desde hace
años se han hecho proclamas por diferentes equipos científicos acerca de
la germinación y crecimiento de diferentes plantas ancestrales; trigo
de las tumbas de los faraones y líquenes del ártico de más de 10,000
años de antigüedad, sin embargo, estos casos han sido desacreditados. El
único experimento exitoso en ese sentido proviene de Israel, donde
científicos lograron hacer crecer una palma datilera a partir de
semillas con una edad de unos 2000 años que fueron recuperadas cerca de
la antigua fortaleza de Masada.
Los rusos aclaran haber sido muy
cuidadosos en la comprobación de la edad de las semillas; fueron
sometidas a pruebas de carbono que confirmaron su edad en 31,800 años de
antigüedad, con un margen de error de más menos 300 años de error. De
ser finalmente confirmado el éxito de los rusos en su experimento, esto
abre las puertas de muchas cosas, lo primero, es que la zona donde se
encontró enterrada la madriguera es la misma a donde se han recuperado
ejemplares completos y sin descongelar de mamuts y rinocerontes lanudos.
El sueño de traer a uno de estos animales de vuelta a la existencia
siempre ha tentado a los científicos rusos, sobre todo porque algunos
ejemplares recuperados están en muy buenas condiciones. Lo segundo es,
aunque suena todavía a mayor ciencia ficción, que en la exploración que
se hace de planetas y satélites naturales el día de hoy, si se llegara a
producir el descubrimiento de algún tipo de vida congelado en
condiciones similares, existiría la esperanza de poder reproducir vida
extraterrestre.
Por otro lado un logro de éste magnitud,
confirma a la comunidad científicas que el gran contenedor y banco de
semillas congeladas que se construyó en Noruega en 2008, para ser
utilizado en caso de alguna catástrofe agrícola sobre el planeta tiene
grandes esperanzas de ser realmente útil. Por otro lado el permafrost
guarda una cantidad inesperada de vida, en la cual aun puede haber otros
hallazgos.
Pero más allá de los cuestionamientos
éticos y religiosos de los cuales no hablaré aquí, siempre frente a este
tipo de cosas recuerdo una frase del escritor argentino, Bioy Casares;
“Lo que para uno es Utopía para otros puede ser el infierno.”
Publicado en blureport.com.mx 27 de Febrero de 2012
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