El fin del mundo no tiene por que ser una
catástrofe global inmediata, basta con que día a día vayamos perdiendo las
cosas y sitios que nos identifican como
raza humana.
Armando Enríquez
Vázquez
Existen nombres de ciudades que nos evocan
misteriosos lugares, permanecen localizadas por muchos años de nuestras vidas
en una geografía fantástica que abarca no sólo la sonoridad del nombre del
lugar, sino las historias que escuchamos y leemos aquí y allá, y ante todo lo que
evocan en nuestra imaginación, eluden situarse en un lugar físico y sin embargo
un día las circunstancias nos las revela aun más mágicas a pesar de ser reales.
Eso me pasa
con Tombuctú. Tombuctú está en África y aunque supuestamente pertenece a la República
de Malí, de facto, la ciudad hoy, pertenece a un país a las fuerzas rebeldes
que han llamado al territorio Azawad, gobernado por las fuerzas islamistas de Ansar
Dine, un grupo extremista cercano a Al Qaeda y a los talibanes de Afganistán y
desde Abril de 2012 controlan más de la mitad de lo que supuestamente es Malí.
Cuando los
europeos llegaron a Tombuctú en el siglo XIX, su esplendor y grandeza ya habían
pasado y sin embargo la ciudad construida con el barro del desierto sorprendió
a los viajeros por su belleza y los tesoros que en ella guarda. Tombuctú fue
fundada en 1100 por los Tuareg como un punto de comercio. Tombuctú última
ciudad antes de entrar en el desierto del Sahara, era el punto de encuentro y
comercio entre diferentes grupos humanos. Los siglos XIV y XV fueron la época
de oro de la ciudad donde se crearon los centros de estudios musulmanes más
importantes del mundo y se edificaron mezquitas y mausoleos que aun hoy,
espero, siguen de pie. Tombuctú es uno de los lugares declarados por la UNESCO
como Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988. Hay quienes incluso la
consideran la Alejandría del África Negra, por la información guardada entre
sus muros.
La llegada
del gobierno de Ansar Dine ha representado la destrucción de Tombuctú. De acuerdo
al líder del grupo armado Abú Dardar: “No
quedará un sólo mausoleo de pie en Tombuctú, así lo quiere Alá.” Tal como sucedió a finales del siglo pasado
con la destrucción de los Budas gigantes de Afganistán. Hoy los seres humanos enfrentamos
la destrucción de nuestra historia como raza, en manos de la intolerancia
religiosa, cosa que en México conocemos de sobra, cuando curas como Fray Diego
de Landa en su intolerancia e ignorancia quemaron todo el legado cultural de
las culturas prehispánicas.
Los mausoleos fueron erigidos en honor de los
santones musulmanes y supuestamente resguardan a la ciudad del infortunio. La
UNESCO, hizo lo único que puede hacer, el pasado 25 de Diciembre, un llamado
condenando estas acciones.
“Estoy profundamente preocupada por la
brutalidad que se ha manifestado en esta última demostración de destrucción de
los mausoleos de Tombuctú”. Fueron las palabras de la Directora General del organismo mundial, Irina
Bokova.
Lo más
triste es que al parecer esta destrucción no se puede detener. Tenemos que
contemplar como la que fue una de las ciudades más importantes del mundo
antiguo, un oasis de sabiduría en medio del desierto, desaparece poco a
poco. A pesar de las protestas de las
naciones vecinas a Malí que se sienten amenazadas por Ansar Dine y de Francia,
la ONU no tiene pensado intervenir en Malí antes de Septiembre de 2013. Para
esas fechas todo el patrimonio cultural de la ciudad podría haber desaparecido.
Tombuctú
permanece como un lugar mítico y fantástico en mi mente, a pesar de haber visto
fotos de su grandeza y lo que están haciendo con ella. Esa desaparición del
legado de la inteligencia y la capacidad de los seres humanos es lo que es
realmente el fin del mundo.
Publicado en blureport.com.mx el 5 de Enero de 2013.
Imagen unesco.org
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